El dolor y el plan de salvación son muy visibles desde mi llamamiento. Como miembro del barrio, veo con frecuencia las pruebas que padecen los santos de los últimos días, entre los que me incluyo. A veces sobrecogedoras y difíciles de aconsejar. Pero en la mayoría de ocasiones resalta la fe y determinación en seguir adelante.
Es cuando se pierde casi todo, cuando refinada nuestra vida a lo fundamental, nos queda lo más valioso, aquello que se difumina entre los avatares del afán diario. Así, la vejez, la penúltima lección, nos introduce en el desprendimiento de todo lo accesorio, nos obliga a ser humildes.
Son esas pruebas, nunca deseadas, esas copas que dejaríamos pasar, las que nos prensan y extraen nuestra verdadera condición.
El dolor
La angustia que soportó el Salvador en la prensa de Getsemaní, destiló un amor perfecto ya que él no tenia motivo para padecer, pero liderar la redención del hombre exigía bajar hasta el fondo de su naturaleza. De igual manera, nosotros como humanos, padecemos a veces por causa ajena, pero al poner la otra mejilla, andar una segunda milla o entregar nuestra capa, extendemos dolorosamente las coyunturas de nuestro hombre natural para asemejarlo a la estatura del Salvador.
Cada sufrimiento es único y misterioso. Aun cuando se espera que la vida de cada santo sea un reflejo del curso acostumbrado, con frecuencia se aleja en una ruta diferente del plan «social» de salvación. Allí lejos, en una provincia apartada, sin embargo, hay muchas colinas donde el Padre espera el regreso. Por eso sus caminos no son los nuestros y su misericordia abarca toda la tierra y no solo la geografía local y estrecha de aquellos que se consideran a sí mismos, justos.
No obstante para el humilde o para el que es obligado a serlo, el dolor es algo sagrado, es un conocimiento divino al que ha accedido por un camino tortuoso. Entenderlo y aceptarlo es asemejarnos a Cristo, quien no lo evitó, sino que, aun sorprendido en la revelación de su magnitud, lo apuró hasta el fondo por causa nuestra.
La revelación del dolor
La sabia revelación que el dolor guarda, solo es conocida por el que se somete a la voluntad del Padre en todas las cosas desde el principio. Y así como el acento vivifica la palabra, el discípulo renuncia al murmullo monótono de la queja y vivifica su vida al acentuar en su disposición, decidida y valiente, la aceptación de la carga impuesta.
Maestro en los abismos
Él que también es maestro en los abismos oscuros, habiendo estado en todos ellos, alumbra con su luz cada uno de sus rincones, aquellos donde nadie imaginó caer. No podemos enseñarle ninguno que el no conozca, y así solo podemos doblar la rodilla y confesar su mano en todas las cosas y reconocer su huella en cada lugar. Explorador del dolor humano, sumo sacerdote de nuestro holocausto, siempre está ahí para consumir nuestro dolor en llama de esperanza.
Algún día lo comprenderemos todo y sabremos cómo somos conocidos, pero en este momento se nos permite decir «hágase tu voluntad». Ser capaz de decir esto ¡es un privilegio!
Así como Sadrac, Mesac y Abed-nego probaron su fe en un horno ardiente, igualmente el fuego leve pero persistente del plan de salvación, requiere decisión y confianza para poder andar entre brasas. A veces en compañía de ángeles, pero ellos estarán dentro no fuera del horno de la probación.
El plan de salvación
En los rudimentos del pasado, el evangelio solo definía dos regiones del paisaje futuro, el cielo y el infierno. Aquel hombre antiguo, distante y a la espera del Mesías, no podía apreciar los detalles de la obra de salvación con la luz que disponía
A medida que el Sol ascendía lentamente en cada dispensación se aclaraban los contornos del paisaje hasta el día perfecto de la restauración.
Nadie
Una anécdota que ilustra este concepto es la protagonizada por Paul Seabright, profesor de Economía en la Universidad de Toulouse. En la época de la Perestroika, tuvo que tratar con varios altos cargos soviéticos. Uno de ellos encargado de la producción de pan en San Petesburgo e interesado en la transición a la economía de mercado le pregunto:
«¿Quién se encarga de garantizar el suministro de pan en Londres?»
Seabright, le respondió.
«Nadie»
Nadie la invento y nadie la controla. Los precios fluctúan como las borrascas o los anticiclones. No hay ciencia más inexacta que la economía. El libre mercado nace de la naturaleza humana, y de la libertad de intercambio de bienes y servicios.
El libre mercado de probación
A semejanza de éste, hay un libre mercado de probación del que todos somos demandantes y ofertantes. Todos nosotros en algún momento adquirimos un problema o una ofensa y en algún otro momento lo generamos para el prójimo. Nadie se sustrae de ese intercambio y eso genera un mundo infinito de relaciones de las que nace una necesaria «oposición en todas las cosas».(2 Nefi 2:11) En ese entorno tomamos decisiones continuamente, no paramos de analizar, sopesar y decidir nuestro rumbo.
- Un principio básico del libre mercado es la voluntariedad en los intercambios de bienes o servicios, un respeto absoluto a la voluntad del consumidor. En el mercado de probación cada persona es libre de actuar como moralmente lo considere, » Por lo tanto, el Señor Dios le concedió al hombre que obrara por sí mismo.
De modo que el hombre no podía actuar por sí mismo a menos que lo atrajera lo uno o lo otro»
(2 Nefi 2:16) y ese uno o lo otro, se sustancia en la infinita complejidad de las relaciones que experimenta el ser humano en el mundo al vivir con los demás. Si no existiera ese albedrío, «todas las cosas necesariamente serían como un solo conjunto, por tanto, si fuese un solo cuerpo, habría de permanecer como muerto…» (2 Nefi 2:11) o en otras palabras sería necesario llamar a alguien para garantizar el suministro de pan en Londres o el suministro de oposición y problemas para que el hombre actuase como hombre libre. La variedad infinita de situaciones que crea el libre albedrío del hombre proporciona el entorno óptimo para ejercitarlo. Un mercado de probación inagotable para la libertad.
- Otro principio es la rentabilidad. Este principio consiste en que la suma de los costos ha de ser inferior al precio del producto. Es decir si gasto 5 en producir no puedo vender en 4. En este sentido, el esfuerzo que emplea el Padre Celestial en mantener el estado probatorio del plan de salvación es muy inferior al resultado, su esfuerzo es muy eficiente. ¿Por qué? porque el no es intervencionista, elproporciona las leyes y el mercado se autorregula, el respeta la primera regla, la libertad. No hay listas de espera para recibir la acción o actuar ( 2 Nefi 2:14). En la sabiduría del buen Dios, no es necesario una oficina central gigantesca con un control exhaustivo para cada persona y las consecuencias de sus actos. Simplemente el don del albedrío es el regulador de ese mercado.
El nos ha puesto en ese entorno, pero no nos ha arrojado, esta interesado en nuestro beneficio.
El intervencionismo de Satanás
Sin embargo Satanás participa en este mercado por intervención, no respeta las leyes y actúa por engaño«porque el diablo es enemigo de Dios, y lucha contra él continuamente, e invita e induce a pecar y a hacer lo que es malo sin cesar.» (Moroni 7:12) esta lucha continua por alterar el estado probatorio, Satanás la realiza con un método primitivo que necesita un esfuerzo continuo (sin cesar) de su parte, por lo que la rentabilidad de su esfuerzo es muy inferior a la del Padre (no se fíe de las apariencias). El transmite su influencia por roce y contacto, El Padre Celestial mediante la luz que brilla » la cual procede de la presencia de Dios para llenar la inmensidad del espacio,» (DyC 88:12) La eficiencia del método celestial es evidente.
La falta de sintonia con el mercado probatorio que tienen los esfuerzos del adversario, su falta de rentabilidad, hace sospechar que no se contaba con él para ser actor en este mercado, que es un intruso o más bien que desempeña funciones para las que no se le llamó en un primer momento. Que su segunda intervención en el plan de salvación es «accidental» (sí, entre comillas).
No tenemos otro modelo completo de salvación de otro mundo para realizar comparaciones, pero hay pistas. Sin poder extenderme en este asunto, sí puedo decir que posiblemente nuestro mundo sea un excepción en alguno de estos aspectos. Una excepción necesaria para la expiación del género humano, más extenso éste, que el mundo donde habita.
Intervenciones en el libre mercado de probación
Aparenta respetar el albedrío del hombre, pero busca su destrucción. ¿Por qué? porque dentro de sus posibilidades es la más rentable. Destruido el albedrío, se destruye el estado de probación, porque ya no hay lo uno o lo otro sino que impera el relativismo, es decir, «no [es] ningún crimen el que un hombre [haga] cosa cualquiera» ( Alma 30:17), todo da igual y por lo tanto las cosas [son]como un solo conjunto, por tanto, [son] un solo cuerpo, [y permanece] como muerto.
El plan de adversario, opera a todos los niveles. Mientras en la antigüedad, su actuación se limitaba a tormentas locales y limitadas, sin combinación con lugares distantes. en la actualidad destacan los grandes frentes. Estos abarcan todo el planeta y se desplazan con velocidad y fuerza, «y he aquí, el enemigo se ha combinado.» (DyC 38:12)
Un solo cuerpo
Esta hostilidad actual hacia Cristo y sus discípulos, no es originada por la suma de las decisiones individuales, sería casi imposible una coordinación general para coincidir en un mismo gesto de señalar con dedo de escarnio a los que comen del árbol. En el campo de batalla espiritual que proporcionan los nuevos espacios virtuales, donde no cuentan los cinco sentidos clásicos ni se dispone de tiempo para evaluar los costes de esas doctrinas. Maestros en lo inmaterial, son capaces de crear nuevas atmósferas para todos aquellos que se acogen a su clima.
Estas posiciones generales de las personas contrarias a los valores del evangelio son inducidas y ordenadas por esos grandes frentes (operadores) que barren el planeta cargados de enseñanzas falsas y sin fundamento. Ese plan urdido por el adversario, está acabando con lo uno y lo otro. El mundo se precipita decididamente en una dirección donde el campo del albedrío está cercado por un solo cuerpo de creencias muerto en sí mismo, como los ídolos mudos.
En el despacho
Cuando en el despacho del obispo, escucho a una anciana viuda hablar de la enfermedad de su hijo, olvidando la suya propia e ignorando su difícil situación, no puedo menos que admirarme de su fe al entregarme sus dos blancas. Conmovido al escuchar su testimonio, percibo a un dolor sagrado sacar de su Getsemaní el oro de Ofir en abundancia, veo esa riqueza al escucharla decir, «hágase su voluntad«. También en ellas se cumple la escritura «…He aquí, rico es el que tiene la vida eterna«.
Como los dioses anteriores, que, al igual que nosotros, no sabían que lo eran, hemos de conocer la oscuridad, porque desde ella llamaremos a la luz.
Así como desde un barrio marginal en Almería, una anciana viuda invoca cada día a la luz del mundo, y tal como en la Luna o en el Sol, en ella brilla.