Cygnus X1
En 1986 Nati y yo nos mudamos a Almería. Allí empecé a buscar trabajo y encontré la oportunidad de entrar en Esabe, empresa de servicios de custodia y transporte para la banca. La posibilidad de trabajar era segura e inminente, mi deber de buscar estaba cumplido así que dediqué las mañanas a estudiar los agujeros negros en la biblioteca Villaespesa.
Por esa fecha había un candidato, con más probabilidades de éxito que yo. Era Cygnus X1. La fuerte emisión de rayos X de alta energía desde su estrella binaria hacia pensar en un sumidero colosal de materia en una anillo de acreción a una temperatura de millones de grados kelvin. Era casi perfecto y a medida que leía, me emocionaba el descubrimiento.
Los agujeros negros y el misterio de la divinidad son parecidos. El centro de un agujero negro se llama singularidad, porque el comportamiento de la física en su interior es desconocido, impredecible, nuestras leyes no sirven para comprenderlo. El borde hasta donde llega su influencia se llama horizonte de sucesos. Más allá de ese horizonte, no sabemos nada, está velado a nuestra conciencia. Ese misterio alentaba mi interés en otros.
El misterio de la divinidad
Igualmente, la divinidad, el mismo salvador declara » Pues he aquí, el misterio de la divinidad, ¡cuán grande es!» (DyC 19:10) nuestras leyes tampoco sirven para penetrar su horizonte. José Smith exclamó «Oh Dios, ¿en dónde estás? ¿Y dónde está el pabellón que cubre tu morada oculta?» (DyC 121:1)
El hombre se ha enfrentado a ese horizonte muchas veces, la mayoría con ideas equivocadas. La física de sus creencias no explicaba gran cosa y durante siglos describían un dios impersonal, intangible, inmaterial e incomprensible. Esa divinidad no aportaba gran cosa a los humanos ya que somos personales, tangibles, materiales y complejos.
La restauración del evangelio en 1830 trajo nuevas palabras y conceptos que han curvado la fe en Dios hasta crear un física de la divinidad sorprendente. No hay nada en comparación con estas nuevas aportaciones. El 20 de Marzo de 1839, el profeta declara «No hay tal cosa como materia inmaterial. Todo espíritu es materia, pero es más refinado o puro, y solo los ojos más puros pueden discernirlo» (DyC 131:7-8) extraña doctrina para una nueva religión.
Nada en el entorno de esa época creaba un contexto para hacer esa declaración, esas palabras surgían nuevas, conceptos únicos y extraños. Esta y otras revelaciones hicieron que la Iglesia de Jesucristo y los santos que profesan su fe, fuesen considerados paulatinamente como no cristianos. Pero es evidente, para los que disfrutamos de este amplio panorama, que la restauración nos ayuda a entender ese misterio singular de la divinidad, y lo hacemos encaramados desde el mismo borde del horizonte de sucesos.
Aquí comienzo una serie de tres artículos donde expongo algunas ideas sacadas de las nuevas escrituras relacionadas con el universo desde la óptica de la restauración. Para mí representan posesiones muy valiosas, independientemente de su aceptación.
La Tierra y la luz de la verdad
En nuestros libros canónicos existen tres relatos de la creación de la Tierra. Si incluimos lo que aprendemos en el templo (siendo ésta la mayor aportación), tenemos cuatro versiones. Más que suficientes para contrastar y extraer conclusiones. Sin embargo, considerando la reverencia debida al templo, solo me atendré a las escrituras (cosa que me exige contención)
En estos relatos, la luz es precursora de los hechos. Para entender su naturaleza la mejor forma es verla actuar. Veamos ahora el paisaje previo.
”…Y la tierra estaba sin forma, y vacía; y yo hice que la obscuridad viniera sobre la haz del abismo; y mi Espíritu obraba sobre la faz del agua, porque yo soy Dios.” (Moisés 2:2)
En Abraham leemos con más detalle.
«Y la tierra, después de ser formada, estaba vacía y desolada, porque no habían formado más que la tierra; y la obscuridad prevalecía sobre la haz del abismo, y el Espíritu de los Dioses cubría la faz de las aguas» (Abraham 4:2)
Este periodo «oscuro», previo a la luz, está dominado por una palabra: desolada, en inglés desolate. Esta palabra describe además de un panorama vacío, una sensación. Desolación viene del latín desolatio (acción de privar de todo consuelo, triste, árido)
Oscuridad y desolación
Esa oscuridad y desolación para la que no hay testigo humano en su superficie y que solo es percibida por los Dioses tiene una causa y es esta: ¡solo habían hecho eso! Durante ese tiempo de impase, intencionadamente mencionado en este versículo, me pregunto ¿por qué solo hicieron eso?¿Cómo es posible que el trabajo de los dioses resultara en vacío y desolación?
La clave de este asunto podemos encontrarla al leer con cuidado y situándonos en el lugar del observador, «y la obscuridad prevalecía sobre la haz del abismo». Sencillamente, ellos no tenían más luz en la tarea, no podían hacer más. Una tierra vacía y desolada es lo único que podían hacer con la luz disponible.
Esa tierra embrionaria, que pronto saldrá a luz, está en gestación en la matriz de una luz básica o luz de la verdad que sólo ha podido darle una forma tosca. Este punto muerto de la creación parece estar a la espera de algo, un desencadenante.
La luz de la verdad
La sección 93 habla del origen de esa luz primigenia «…La inteligencia, o sea, la luz de verdad, no fue creada ni hecha, ni tampoco lo puede ser…»(DyC 93:29). La luz de verdad es una entidad anterior a todo. Tiene un foco emisor y un campo, «la cual procede de la presencia de Dios para llenar la inmensidad del espacio,» (DyC 88:12) y es una entidad por sí misma porque «Toda verdad es independiente para obrar por sí misma en aquella esfera en que Dios la ha colocado, así como toda inteligencia; de otra manera, no hay existencia.» (DyC 93:30)
La luz de la verdad así como los elementos, son eternos e increados. Son entidades con las que «hay que entenderse» pues de lo contrario «La luz y la verdad desechan a aquel inicuo.» (DyC 93:37) ya que como hemos leído son independientes para obrar en su esfera. Ellas son aliadas del Padre y desde su presencia llenan el espacio.
En este punto quizás surja un cierto vértigo, al asomarnos a espacios insondables que antes creíamos acotados en nuestra mente en forma de un lenguaje fijo y sin órbita.
La conciencia de sí
Todo esto sugiere, que la conciencia de sí, de la que nosotros disfrutamos, no es una propiedad exclusiva de los seres biológicos, tal como acostumbramos a pensar, sino que la revelación nos muestra que la conciencia adquiere formas inesperadas y dueños sorprendentes. La restauración nos presenta actores que en nuestra mente, han sido siempre conceptos abstractos, como inteligencia y en este caso luz y verdad. Contemplarlos desde la perspectiva de la restauración, dota de gran contenido y riqueza a la creación. Empezamos a vislumbrar lo que hay detrás del pabellón oculto.
Me recuerda este periodo de la tierra al alfarero que amasa la arcilla en preparación de su obra. En su torno, casi sin controlar sus manos, mira, la arcilla. Está vacía, desolada y sin forma, gira ante el como una masa inerte de barro. Porque en ese trabajo previo, sus manos se mueven sobre el haz de la arcilla, pero aún no ha aplicado la luz del arte de la alfarería, que brilla en él como buen artesano. Está preparado a que se haga la luz en su obra a través de sus manos. La luz de la verdad, es el arte, pero para brillar necesita al artista.
Y en un principio ese es todo el Universo que se puede conseguir con esa arcilla, sin aplicar una luz mayor, que la luz de la verdad.
Luz, verdad y brillo
En el libro de Abraham, encontramos la presencia de una segunda luz especial «Y ellos (los Dioses) dijeron: Haya luz; y hubo luz.» (Abraham 4:3) La luz que se menciona aquí no es de naturaleza solar, esta se presenta más adelante al aparecer el Sol, podemos por lo tanto, preguntarnos qué es esa luz, cuál es su origen.
Solo tenemos una posibilidad de analizar esta pregunta, y es a través del efecto que causa en los únicos testigos, los Dioses. Abraham recibe este relato por revelación, el no estaba allí. En el versículo 4 leemos, «Y ellos (los Dioses) comprendieron la luz, porque brillaba…» (4)
En un principio esto parece una redundancia porque la luz lleva implícito el brillo. Sin embargo las palabras de las escrituras reveladas, tienen su propia física y no obedecen a las fuerzas y leyes conocidas. Ellas son dinámicas, y tienen su propia rotación. Si queremos ver detrás de ese horizonte de sucesos al que nos lleva su lenguaje, hemos de creer en ellas sin temor.
Si representamos este versículo en una expresión matemática sencilla, podría ser del tipo L+B=C. Siendo L la luz, B su brillo, y la suma de ambas iguales a C, es decir a la comprensión o al conocimiento. Sin ese brillo, no hay conocimiento ni comprensión, porque esa luz primigenia no alumbra lo suficiente como para iluminar el entendimiento. Pasando el brillo B, al otro término de la ecuación tendremos una expresión semejante a esta escritura, «Y acontecerá que si no me son más fieles, les será quitado aun lo que tienen.» (DyC 60:3) es decir L=C-B un decrecimiento de su comprensión, porque es el brillo, lo que aumenta el conocimiento.
Comprendieron porque brillaba
Veamos que nos dice Moisés en este punto, «Y yo, Dios, vi la luz, y que la luz era buena. Y yo, Dios, separé la luz de las tinieblas.» (Moisés 2:4) Por lo tanto vemos en Moisés que ellos comprendieron la bondad de la luz y en Abraham detalla por qué la comprendieron, porque brillaba.
Podemos fundir estos dos versículos de esta forma «Y ellos (los Dioses) comprendieron la luz y vieron que la luz era buena porque brillaba» Esa luz era capaz de brillar en un abismo y presentar una propuesta ante la faz de un mundo oscuro y vacío e invitarlo a aceptar un plan de progreso. Un plan que para comprenderlo hacia falta un brillo especial.
La sección 88, llamada la hoja de olivo, profundiza y aclara este concepto. Esta sección es una joya de gran valor para los santos. en el versículo 6 leemos «quien ascendió a lo alto, como también descendió debajo de todo, por lo que comprendió todas las cosas, a fin de que estuviese en todas las cosas y a través de todas las cosas, la luz de la verdad,» (DyC 88:6)
Cristo, la luz que brilla
Al leer esto, siempre entendí, como si de una tradición se tratase, que quien estaba en todas las cosas y a través de todas las cosas, era Cristo, pero no dice eso, sino que Cristo asciende y desciende debajo de todo, para que sea la luz de la verdad quien esté en todas las cosas. Él es el portador, el que lleva la luz.
En el siguiente versículo consagra a Cristo como la luz que brilla, «la cual verdad brilla. Esta es la luz de Cristo. Como también él está en el sol, y es la luz del sol, y el poder por el cual fue hecho.» (DyC 88:7) Cristo es el brillo de la luz de verdad, sin su presencia no podemos percibir la luz de la verdad, es opaca a nosotros.
Mormón nos lo explica claramente cuando escribe «…y todas las cosas que son buenas vienen de Cristo; de lo contrario, los hombres se hallaban caídos, y ninguna cosa buena podía llegar a ellos» (Moroni 7:24). Más claramente en DyC 88:11 nos aclara «Y la luz que brilla, que os alumbra, viene por medio de aquel que ilumina vuestros ojos, y es la misma luz que vivifica vuestro entendimiento,»
A través del Salvador la luz de la verdad se manifiesta a la creación de tal forma que alumbra.
Amplifica y esparce
La palabra brillo procede del latín berylos (Berilo, piedra preciosa con el brillo de un diamante) también significa la cantidad de luz emitida desde un punto. De manera que Cristo, como piedra preciosa, amplifica y esparce la luz con gran intensidad. Recoge la débil pero abundante luz de la verdad y a través de sí mismo, concentra sus cualidades hasta iluminar la haz del abismo. Sin su intervención el mundo seguiría siendo un lugar vacío, desolado y oscuro, porque los Dioses no [habrían] formado más que la tierra, ya que no tendrían el brillo para continuar con su tarea.
La fe de la Tierra en el brillo
El efecto de la intervención de la luz que brilla fue la separación de las tinieblas. «… y separaron la luz, o sea, hicieron que fuera separada de las tinieblas.» (Abraham 4:4) en Moisés lo dibuja de forma semejante «…Y yo, Dios, separé la luz de las tinieblas.» (Moisés 2:4) y ahí nos surge una pregunta:
¿Estaban juntas la luz y las tinieblas? Meditar en esto es hacerlo en una agradable contradicción, porque por definición no pueden estar juntas, luego cómo se han de separar.
Ocurre algo
Aun hoy muchos de sus habitantes piensan que toda la vida y diversidad de su superficie es fruto de una energía universal, de una evolución sin inteligencia. Que todo es consecuencia de esa luz primigenia que en piloto automático dirige la creación. Muchos creen que la realidad que viven es ajena al brillo.
¿Confiar en ellos?
El poder del brillo
Un torturado Alma, por tres días se debatió en el más profundo abismo, desde donde clamaba “…
¡Oh si fuera desterrado —pensaba yo— y aniquilado en cuerpo y alma…!” (Alma 36:15)
He aquí a un hombre sin luz, desterrado, vacío y sin forma. Un soplo de la luz de Cristo mantenía su cuerpo con vida, pero como él mismo narra “…Me hallaba en el más tenebroso abismo” Sin embargo Alma, acudió a su memoria “…me acordé de haber oído a mi padre profetizar al pueblo concerniente a la venida de un Jesucristo, un Hijo de Dios, para expiar los pecados del mundo.”(Mosíah 27:29).
Eso es lo único que tuvo, el recuerdo de un Jesucristo, algo no muy claro, pero esa sola chispa de luz fue aceptada por Alma. ¿Qué garantías tenía de que iba a sacarle de su abismo? La misma que tenían aquellos que solo tenían que mirar a la serpiente de bronce para ser sanados. La misma que tenía la tierra para salir de la oscuridad.
En la profunda oscuridad, en la que muchos hemos estado, en los tenebrosos paisajes que sí reconocemos como tales, en los desiertos oscuros y lúgubre donde andamos por muchas horas sin consuelo, Dios sabe valorar lo que es aceptar un simple rayo de luz como única esperanza. Él sabe lo difícil que es. El milagro no se hará esperar, “Y ¡oh qué gozo, y qué luz tan maravillosa fue la que vi! Sí, mi alma se llenó de un gozo tan profundo como lo había sido mi dolor.” (ver.20).
Estas palabras podrían ser las misma que las de un planeta entero. Las de un mundo que en estos momentos trasciende de la luz de la verdad a la verdad que brilla. Las mismas que nosotros podemos expresar al aceptar la luz directora de Cristo para transformarnos de hombre natural a ser un niño ante Dios.
Un gozo semejante debió recorrer la faz del planeta cuando fue bañado por la luz directora de Cristo, la luz de la verdad que brilla.
Al venir de Villaespesa
Después de algunos meses, acumulé mucha documentación sobre galaxias activas, quasar, estrellas masivas y agujeros negros. Me tomo mucho tiempo entender (¡) la teoría inflacionaria de Alan Guth. Pero estaba satisfecho y contento.