En el puente de la fragata Victoria F-82, de la marina de guerra española, Xavier, al timón, habla con un experimentado contramaestre. Durante la conversación éste le aclara.
— Se avanza más si todos reman mal en una dirección que si lo hacen bien en direcciones contrarias.
Xavier le pide que le explique eso mejor, no lo entiende bien. El contramaestre le responde.
— En un barco si el comandante toma una decisión equivocada, es mejor seguirlo a que se divida el mando en otras direcciones.
— Pero si está equivocado…? responde Xavier.
El contramaestre, tras una pausa, busca las palabras adecuadas.
— Un barco tiene más opciones de salir adelante en una crisis si la cadena de mando se mantiene, es eso y no solo el casco lo que consigue que flote el buque. Una cadena de mando puede recuperarse de un error. Si se rompe no hay salida. En medio del mar la cadena de mando llega a cada integrante de la tripulación, así como las cuadernas llegan a cada parte del barco.
Este relato lo recibí de Xavi, un compañero de trabajo, en la tercera semana de Junio de 2019 mientras íbamos de ruta. Lo anoté en mi cuaderno de estudio de las escrituras porque tiene mucho que ver con el barco de Sión y su singladura.
La travesía que no acaba.
La iglesia no ha llegado a puerto. Estamos en plena travesía y nos preguntamos ¿cuánto falta? Solo vemos el mar y sus olas cada vez más fuertes contra nuestro costado. En 189 años hemos atravesado órdenes de exterminio, desiertos helados, crisis económicas, el término del matrimonio plural, ampliaciones en la concesión del sacerdocio. Más recientemente la extensión de las ordenanzas a hijos de parejas homosexuales. Algunos quizás ven una renuncia a la ruta que se nos confió.
Pero eso sería desconocer el medio por el que viajamos. Un medio líquido no los raíles de acero del viejo mundo, timón de hierro, que no permitía vaivén alguno en la ruta. Pero nuestro medio no es ese
«Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas por impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere.» (Sant. 3:4)
Quizás algunos esperemos una gobernanza ferroviaria, pero es en el Tiberíades por donde navegamos. Observamos el cabeceo del barco de Sión y preocupados pensamos «Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?» (Marc. 4:38) Siendo que las escrituras escogen la náutica como ejemplo de la iglesia, debemos analizar los términos para entenderlas mejor.
- Rumbo. Se define el rumbo como el ángulo medido en el plano horizontal entre el norte y la dirección de avance del barco, medido en círculo, es decir, de 0º a 360º.
- Derrota. Se llama así al camino que debe hacer la nave y el que en efecto hace, ya sea por uno o por distintos rumbos, para trasladarse de unos puertos a otros.
- Deriva. Desplazamiento de la derrota del barco, producida por la corriente.
Por lo tanto exigir a la iglesia un rumbo y derrota rectilínea y sin deriva, quizás parte de un desconocimiento del entorno por donde se mueve. Y aun más, transmite la creencia de que vivimos en un mundo plano.
Cambio de rumbo, 6 Octubre 1890.
No hemos tenido un cambio en el rumbo de la iglesia tan claro como el manifiesto de Wilford Woodruff en Octubre de 1890 para el término del matrimonio plural. Se produjo una derrota inesperada en la ruta establecida. Muchos santos necesitaron algo de pedagogía para asimilar ese cambio en la idea imperante de los mandamientos inmutables del Señor. Los críticos entonces y ahora acusan a la iglesia de adaptarse a sus problemas con el gobierno de entonces o a las demandas sociales de ahora.
Sin embargo a nadie le extrañaría un cambio de rumbo en una nave ante una tormenta, sería una decisión responsable. Pero ante el barco de Sión se espera que desaparezcan las borrascas y que los mares se calmen. Y eso es lo que esperaban los santos, que el Señor dijera al gobierno de los Estados Unidos «Calla enmudece» y entonces «[cesar] el viento y [hacerse] grande bonanza.» (Marc 4:39)
Sin embargo el Señor hizo una larga pregunta a través del profeta:
«¿Cuál es el rumbo más prudente que deben seguir los Santos de los Últimos Días: continuar intentando llevar a la práctica el matrimonio plural con las leyes de la nación en contra de ella y la oposición de sesenta millones de personas, y a costa de la confiscación y la pérdida de todos los templos, y la suspensión de todas las ordenanzas…, o cesar la práctica y someternos a la ley…y dejar los templos en poder de los santos, para que estos puedan encargarse de las ordenanzas del evangelio tanto para los vivos como por los muertos?» (Declaración oficial 1)
El Señor usa términos náuticos de nuevo. La Iglesia sigue un rumbo, no un camino, o línea férrea. Un cambio de rumbo no es una renuncia a llegar a puerto.
La clave
La intervención divina necesaria para evitar la confiscación de los templos en 1890, habría convertido a la nación de los Estados Unidos en un Mar Rojo. Pasar por medio, representaría el quebrantamiento de sus leyes. Y ésto sería una contradicción ya que el Salvador reconoce que «la ley del país que es constitucional, que apoya ese principio de libertad en la preservación de derechos y privilegios, pertenece a toda la humanidad y es justificable ante mí.» (DyC 98:4.7) Por lo tanto siendo Dios, respeta la ley. Aun cuando sea promulgada por los hombres.
La nave de Sion no va a su destino sobre raíles inmutables, previamente fijados a traviesas que esperan a ser recorridas. Ni tampoco en la ruta de una carretera asfaltada de origen a destino. Navega en un entorno hostil, sometido a variables desconocidas donde los elementos obran por lo general en contra del curso a seguir. Eso requiere de una negociación con las situaciones y es lo que hizo el Salvador.
» Por tanto, el Hijo de Dios se sintió dispuesto a que ello se presentara a la Iglesia y al mundo para los propósitos que Él tenía designados. El Señor había decretado el establecimiento de Sion. Él había decretado la terminación de este templo. Él había decretado que la obra de la salvación de los vivos y de los muertos se efectuara en estos valles de las montañas. Y Dios Omnipotente decretó que el diablo no la impediría. Si lo podéis entender, eso es la clave de ello.» (Declaración oficial 1)
Si lo podéis entender
Es lo que pregunta el Pte. Woodruff. Y es la pregunta para nuestro tiempo también. ¿Podemos entenderlo?
Las instrucciones en una cadena de mando no tratan de contentar a la mayoría como en una democracia. Persiguen conseguir los objetivos. En este caso con el manifiesto, retener los templos y sus ordenanzas al precio de abandonar el matrimonio plural. Un cambio de rumbo como mencionó el Salvador, a causa de las grandes corrientes en ese momento de la historia.
Él mismo cumple su enseñanza cuando dijo «Reconcíliate pronto con tu adversario, entretanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue al alguacil, y seas echado en la cárcel.» (Mat. 5:25).
Es lo que hizo la iglesia al aceptar el Manifiesto. Entender el cambio de rumbo que el Señor realizó.
Los cambios de rumbo
La mayoría hemos entendido siempre a la divinidad como inmutable. La asociamos a lo inamovible e intemporal. Quizás una herencia que traemos de nuestro Egipto particular. Su iglesia por lo tanto debería ser semejante a unas tablas de piedra. La ley de Moisés lapidaba a la mujer adúltera, pero Cristo enseñó a perdonar y a arrepentirnos. Ha habido un cambio, ¿cual de las dos cosas es correcta?
En DyC leemos «Y a cada reino se le ha dado una ley; y para cada ley también hay ciertos límites y condiciones.» (DyC 88:38) Aquí nos presenta a la ley modulada con límites en su aplicación y con condiciones. A continuación aclara «Todos los seres que no se sujetan a esas condiciones no son justificados.» No solo obediencia a la ley que sí conocemos sino también a sus límites y condiciones que escapan un tanto a nuestro conocimiento. En apariencia, nosotros podemos interpretarlo como desvíos en la ruta.
Mientras Israel, quien poseía el sacerdocio, necesitó a Faraón con sus «…bendiciones de la tierra y con las bendiciones de sabiduría»(Abraham 1:26) estuvo en Egipto donde sí estaban esas bendiciones en ese momento. Pero no podían salir de Egipto porque sus promesas estaban condicionadas«…porque aún no [había] llegado al colmo la maldad del amorreo.» (Gen. 15:16)
En la destrucción de Sodoma y Gomorra Abraham negocio con Jehová hasta el límite de la ley y sus condiciones. Hubo una deriva en la decisión de Jehová ante la insistencia de Abraham.
Personalmente intuyo, que aun cuando su ley es eterna, nos aproximamos a un punto del plan de salvación en que tocaremos límites y condiciones insospechadas para sus leyes. Wilford Woodruff intento explicar esto a los santos, Si lo podéis entender, eso es la clave de ello.
Nuestro rumbo actual
Bajo la presidencia del Pte. Nelson estamos experimentando muchos cambios de forma acelerada. Algunos son de horarios, otros de organización. Cambios en la ceremonia del templo. Sería largo de mencionar.
No debe extrañarnos, ninguna de sus obras es estática. En la apostasía la sociedad de ese tiempo era estamental. Transmitía a sus habitantes la misma idea de un Dios hierático, inmóvil. Y así la cosmología de ese tiempo trataba de conseguir un pensamiento y una Tierra estática mediante teorías complicadas, como la de los epiciclos. Cuando Copérnico o Galileo afirmaban que la Tierra se movía, se conmovían los cimientos de la fe y de la sociedad de ese tiempo.
Pero el Dios de la restauración se mueve y «…ha fijado su mano y sello para mudar los tiempos y las estaciones, y ofuscar sus mentes para que no entiendan sus obras maravillosas;» (DyC 121:12) al referirse el Señor a sus creaciones cuando dice «Y además, de cierto os digo, él ha dado una ley a todas las cosas, mediante la cual se mueven en sus tiempos y estaciones;» (DyC 88:42) no puedo menos que inferir que así ocurre con sus leyes, límites y condiciones, que también se mueven en sus tiempos y estaciones.
Está claro para mí que el mundo donde vivimos aporta una oposición permanente. Pero también la sabiduría de Faraón hizo su contribución en Israel. Ahora el mundo y sus críticas nos sitúan en una reflexión sobre nosotros mismos. No tanto en nuestra doctrina sino en nuestra cultura, que en 189 años, también es parte de nuestro bagaje. Y en cierta forma esa reflexión, nos obliga a ser humildes.
La justicia de los lamanitas
Jacob, quien creció en el desierto, no acarreaba el recuerdo judío y sus condicionantes. Era quizás más objetivo al analizar la situación de los nefitas en comparación a los lamanitas al decir « He aquí, sus maridos aman a sus esposas, y sus esposas aman a sus maridos, y sus esposos y esposas aman a sus hijos; y su incredulidad y su odio contra vosotros se deben a la iniquidad de sus padres; por tanto, ¿cuánto mejores sois vosotros que ellos a la vista de vuestro gran Creador?» (Jacob 3:7) El evangelio verdadero que tenían los nefitas no impedía a Jacob reconocer sus carencias como creyentes y las virtudes de sus enemigos. En algunos aspectos más cercanos a Cristo que ellos.
Mormón necesitó un altercado entre su pueblo para considerar que la costumbre del bautismo de los pequeñitos se había convertido en una doctrina… «si he sabido la verdad, ha habido disputas entre vosotros concernientes al bautismo de vuestros niños pequeños.» (Moroni 8:5) ¿Durante cuánto tiempo hubo disputas? ¿Cuanto tiempo sin ellas pero con esa práctica? No lo aclara. Pero la iglesia verdadera tenía una costumbre que no estaba de acuerdo con la misericordia de Cristo. Mormón actuó en respuesta a la disputa no a la doctrina, porque sabía de la práctica anterior, pero no hizo nada. Sabemos que Mormón no sabía qué hacer porque «…inmediatamente después que hube sabido estas cosas de vosotros, pregunté al Señor concerniente al asunto.» (7) Esta misma secuencia se ha producido, por ejemplo, en nuestra relación con nuestros hermanos y hermanas homosexuales.
El barco de Sión y su travesía
Pertenecer a la Iglesia de Jesucristo no garantiza que los Santos de los Últimos Días y su cultura estemos en total armonía con quien titula esta iglesia. Los cambios de rumbo, como el de Mormón en el 420 A.C. también los tenemos ahora. Al igual que la rectitud familiar de los lamanitas hizo reflexionar a Jacob. No hemos de extrañarnos que llamadas de atención del mundo nos hagan reflexionar a nosotros sobre determinados aspectos de nuestra práctica. Considerar como algo negativo los cambios de rumbo ante nuevos desafíos, realidades o problemas es no entender el gobierno del barco de Sión.
Mientras tengamos el Cuórum de los doce y las llaves del sacerdocio todo irá bien. Habrá más cambios, todos hemos de entender que navegamos, no viajamos por vías o carreteras
Con todo el cariño que tengo a esta palabra, hemos de separar el modo «mormón» de pensar en las cosas, así como Jacob lo hizo con el modo judío de hacerlo. En definitiva ser más de Cristo.