sábado, febrero 1, 2025
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Un reino de sacerdotes

Un reino de sacerdotes
4 Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os llevé sobre alas de águilas y os he traído a mí.
5 Ahora pues, si dais oído a mi voz y guardáis mi convenio, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra.
6 Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y un pueblo santo. Éstas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.
Éxodo 19:4-6

Su especial tesoro sobre todos los pueblos, y esto por ser llamados al sacerdocio. Es decir por recibir su llamamiento.
¿Qué esta haciendo él con su pueblo para que sea su especial tesoro? Vemos que él se interesa más en el comportamiento que en nuestros logros, nuestros avances y en nuestros milagros.

Es como si cuando yo hablo con mi hijo que estudia lejos de casa, en USA, me contara de sus exámenes, pruebas y calificaciones. Y yo contestara: …si está bien, pero ¿eres honrado?, ¿estas limpio?, ¿ayudas al necesitado? ¿lees las escrituras y oras? y si contestara afirmativamente, seria mi especial tesoro. Y si no, sus notas podrían ser las mejores, que eso no me satisfaría. Entonces el podría pensar ¿por qué estoy tan obsesionado en su comportamiento, total esta ahí para estudiar?

Cuando vamos al templo o se nos entrevista para un llamamiento en la iglesia, no se nos pide un doctorado, ni una carrera, tampoco éxito profesional o en los negocios. Se nos inquiere acerca de nuestro comportamiento, nuestra obediencia, nuestra limpieza moral.
Y estos asuntos no son considerados, seriamente al menos, en nuestro mundo. En una entrevista de trabajo se nos pregunta por nuestra formación y experiencia, pero no por nuestro comportamiento.

Veo y escucho con mucha frecuencia esa dicotomía en nuestro pensamiento. Separando persona de comportamiento: «Si ya sé que es maltratador, pero es un actor excelente», «Sí sé que…pero yo separo el deporte del deportista» ¿Nos sirve eso también para nuestros hijos? Un póster de Hitler en la habitación de nuestro hijo de 15 años también podría interpretarse como que una cosa son las atrocidades que hizo y otra la buena gestión de las autopistas alemanas y de su industria.

Sin embargo el nos dice «Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y un pueblo santo…»  ¿Por qué no mejor un pueblo altamente capacitado? o un pueblo industrioso, próspero, un pueblo rico y fuerte. Un pueblo de grandes obras de ingeniería y de educación y sanidad avanzada, de justicia social, de libertades civiles. ¿Por qué de sacerdotes? ¿por que no de estadistas, líderes o filósofos…?

En definitiva, por qué hacer del comportamiento, de la santidad y el sacerdocio los pilares de una nación.
A veces me asusta y atemoriza esta idea. Porque yo, que poseo el sacerdocio de Melquisedec, me siento occidental profundamente. Me gustan las obras de ingeniería, me deleito en la libertad de nuestras sociedades avanzadas, me admiro de nuestros logros, intuyo un futuro oscuro a veces y brillante otras. Sentí una amenaza al leer esos versículos, como si me pidieran la desintegración de lo que soy a fin de seer aceptado en su pueblo.

Un reino de sacerdotes

Pero desde este sacerdocio, también puedo ver a la Sión prometida. Veo que está cimentada en la santidad y veo a un pueblo de sacerdotes ingenieros, de sacerdotes físicos, médicos, estadistas, economistas, escritores, filósofos, historiadores, biólogos, astrónomos, arqueólogos. Puedo ver a Sión dedicando más de un 15% de su PIB a la investigación y al desarrollo, un 10% a la educación.

No veo grandes edificios, pues el tamaño del estado es pequeño. Ya que la santidad mora en sus habitantes. No es necesario un ejercito de funcionarios porque cada uno obedece las leyes. Veo un gasto público del 12% y no del 44% porque la santidad mora entre sus habitantes y la redistribución de la riqueza se realiza también a través de iniciativas privadas y en esas manos se multiplica la eficiencia de ese gasto.

Puedo ver que la presión fiscal en un trabajador no sería del 40% sino del 10%. Porque ese pueblo sería ligero de llevar, como la ligereza de las aves sobre el mar, porque cumplirían las leyes de salud que el Señor les dio, y recibirían de la fuerza de la tierra al vivir una ley celestial. Porque el estado y sus tributos serían livianos y su influencia pequeña. Porque la soberanía de ese pueblo radicaría claramente en sus ciudadanos y estos libres e iguales, estando edificados en las leyes, crearían una sociedad de alta eficiencia en sus funciones.

En realidad, ahora que lo pienso, un reino de sacerdotes y un pueblo santo, tal como el Señor lo diseñó desembocaría por propia pendiente en una nación próspera, avanzada en todos los ámbitos y de conocimiento.

Siempre lo he imaginado así. Den a 10.000 santos de los últimos días, una región apartada y en un año tendrán alcantarillado, colegios y hospitales. En cinco un instituto y universidad. En 10 tendrán una población con todos los servicios. En 20 años estaremos exportando tecnología propia y patentes.
Somos así.

 

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