sábado, febrero 1, 2025
InicioLa feLa fe un salto al vacío

La fe un salto al vacío

El evangelio de Jesucristo nos lleva al límite en nuestra vida. Nos sitúa en la línea que separa las sinagogas del mundo y el espacio abierto de la fe.

Este es un artículo biográfico y espero que sea de ayuda para muchos, que como yo, han tardado en dar con la fe un salto al vacío.

Nuestra condición de santos de los últimos días, apareja muchos atributos como la honradez en nuestros tratos, la fidelidad en los convenios, la obediencia a la palabra de sabiduría y muchos aspectos más de nuestra conducta. No obstante hay detalles invisibles del alma que no trascienden al exterior. No están contenidos en ninguna manifestación clara de nuestra conducta o palabras.
La fe en Jesucristo y aceptar todas sus palabras es una de ellas.

La evolución estelar

Siempre creí en Jesucristo como el Hijo de Dios, que resucitó de los muertos y nos redimio de nuestros pecados.
De joven antes de bautizarme, tenía en mi habitación una imagen de Cristo pintada por el Greco en 1610. Junto a ella un diagrama de Hertzsprung-Russell (HR), con la gráfica de la evolución estelar de unas 100 estrellas.

Estas dos imágenes resumen cuál ha sido el diseño de mi discipulado en el evangelio durante muchos años.

Al sincerarme con usted, estimado lector, quiero que sepa que las palabras que corren en su pantalla, han necesitado muchos años en su periplo por el tiempo. Los procesos del alma son de naturaleza agrícola y algunos de ellos, de los que vislumbramos algunos reflejos, son de naturaleza estelar.
Por eso hace falta la perspectiva del tiempo para notar su evolución. En el diagrama de H-R, las estrellas, se mueven en el tiempo hacia las esquinas, dependiendo de su masa. Algunas terminan consumiéndose en la oscuridad, zona baja derecha-izquierda y otras estallan en un alarde de luz y materia arriba izquierda.
Tal como las estrellas, nos movemos en el tiempo hacia la luz o hacia la oscuridad del alma dependiendo de su masa.

El temor al vacío

Siempre tuve cierto recelo a aceptar toda la doctrina. Yo creía en Cristo, pero algunas de las cosas que decía no encontraba el lugar donde colocarlas en mi vida. Es una situación curiosa, ahora no temo hablar de ello.

Creo en El Salvador y en su resurrección, pero creer en la nuestra me costaba. Eso no me impedía ser activo, contraer convenios, tener llamamientos, ir de misión o tener mi familia. Pero cuando observaba la segunda venida, la resurrección o el milenio, mi mente sobrevolaba esas regiones sin poner pie. Eran territorios pertenecientes a la restauración pero podía continuar hacia delante sin tener que habitarlos. Eran pedregosos para mi mente y en cierta forma irracionales para mí.

La fe un salto al vacío

Era difícil aceptar el abrupto final de la historia con la venida de Cristo y más aún una resurrección universal con un cuerpo físico. Eran ideas contrarias al orden natural de la existencia que conocía. Yo podía enseñar esa doctrina en clase, pero no podía implicar toda la potencia de mi alma, como sí disponía de ella en otros aspectos. Estas doctrinas eran una creencia difusa e informal.

Al decir esto, no traiciono la fe que tuve desde joven y que creció con el tiempo. Describo a un joven que bien podría ser su hijo o su hermano o su amigo. No hay que escandalizarse de los procesos del alma, antes de la flor está el bulbo y la raíz. Antes del brillo de una estrella está el polvo disperso de su anatomía.

Algunos aspectos del evangelio de nuestro Señor, requerían de mi un salto al vacío y postergue ese momento porque tenía vértigo y miedo de caer a la sinrazón, a la oscuridad.

Mis alas de cera

Continué, incluso ahora en teáncum, con la idea de unificar la realidad con el evangelio. La realidad del Cosmos, de la ciencia en definitiva. Sigo con la imagen del Greco y el diagrama de estrellas, acercándolos poco a poco, milímetro a milímetro.
En esa actividad, seguía sobrevolando esas doctrinas del evangelio que no tenían encaje en mis esfuerzos. Eran territorios escabrosos donde no encontraba asidero para atravesarlos. En mi mente me resigne a poner una especie de cartel «Prohibido el paso»

Yo no decía como aquellos nefitas

porque yo creía en Cristo, pero no en todo lo que Cristo decía.
Necesitaba tener una constitución razonable, unas alas de cera que pudieran sostenerme hasta donde pudieran. Sin embargo las profecías hablaban de sucesos que rompían lo razonable y entraban en el terreno de la fe pura, sin ningún apoyo o evidencia exterior. Sabía de la resurrección de Cristo y la primera visión, tenía un testimonio del Libro de Mormón. Pero eso no era suficiente para confiar y saltar al vacío.

Colgado de un ala

Cuando comencé a entrenar para el vuelo en ala delta, lo hacia corriendo por una colina, despegaba los pies unos metros y aterrizaba «suavemente» en la ladera. Los golpes y caídas que tuve eran asumibles porque no había una altura que amenazara mi integridad, había rasguños, golpes en rodillas y brazos pero todo controlado.

La fe un salto al vacío

Recuerdo, meses después, que el día de suelta en altura estaba solo. Éramos solo tres los que formábamos el grupo de vuelo y era difícil coincidir. El despegue era una rampa de madera, dabas tres pasos y estabas en el aire.
Ese día estaba aterrado, la mandíbula encajada, el estómago en un puño y todo mi cuerpo se rebelaba ante la idea de saltar. No había nadie conmigo, estaba solo. La altura era de 480 metros sobre el aterrizaje, el entorno escarpado y no dado a cometer errores. Tenía 13 metros cuadrados de tela sobre mí y unos tubos de aluminio. Aquello, sí es verdad que no era razonable.

El deseo rugiente

Estaba clavado en la rampa de despegue. Supe en ese momento que si no saltaba no lo haría nunca. Creo que salté contra mi voluntad, empujado por un deseo rugiente de volar. Quería tener la naturaleza de las aves, experimentar su libertad, dominar las tres dimensiones, adquirir un estado distinto al de un hombre común. He pensado mucho en el origen de ese deseo y en el fondo creo que añoramos el cuerpo del Padre.

Ahora entiendo que ese día, el terror que experimentaba me mostraba que no tenia un conocimiento perfecto de lo que iba a ocurrir después, por lo tanto la fe estaba presente.

Está claro que disponer de un monitor de vuelo, un grupo de apoyo y una programa de entrenamiento habrían conseguido una experiencia menos traumática. Pero las circunstancias no lo permitían.

Ante las palabras de Cristo, todas ellas, hay una situación parecida. Hemos de vencer nuestra naturaleza para saltar a un elemento extraño, para realizar movimientos que no son naturales sino espirituales. Necesitamos para eso un deseo rugiente que venza la tracción del hombre natural que insiste en que «No es razonable que venga tal ser como un Cristo.» (17) y… que diga las cosas que dice.

La fe un salto al vacío

Llega un momento, creo que en la vida de todos, donde solo podemos emplear la voluntad de creer. No tendremos nada a lo que asirnos. Cierto que tendremos una tela y tubos sobre nuestras cabezas, como nuestro testimonio. Pero el plan de salvación está diseñado para que eso no nos exima de la situación extrema donde estemos ante el vacío y todo dependa de nuestra voluntad o llámesele nuestra fe, signifique eso lo que signifique.

De eso me di cuenta, llegado mi momento, ante esas doctrinas a las que puse el cartel «Prohibido el paso». Me dí cuenta que cualquier razonamiento, comparación, esfuerzo de interpretación, actitud razonable, oídos sordos o vista gorda. Nada iba a cambiar el vacío al que me enfrentaba. Era hora de decidir si iba a creer en Cristo y en todo lo que Cristo decía.
Es una dolorosa renuncia a lo razonable por él. Solo por él, nada más nos impulsa a hacerlo.

La fe un salto al vacío

Cuando mis hijos eran pequeños, con frecuencia los subía a una mesa o un lugar en alto y les pedía que saltaran. A mi mujer no le gustaba mi experimento. Yo me situaba a una distancia que no me permitía cogerlos a no ser que avanzara. Ellos debían decidir si confiaban en mi o no. Solo contaban con la palabra de papa que no los dejaría caer. No voy a decir cuál de ellos, pero para uno no era suficiente la palabra de papa y exigía ponerme más cerca.

Abandonar lo razonable para escoger la fe no es fácil.

Las vestimentas opulentas

Podemos vestirnos de razonamientos, de conjeturas y doctrinas descabelladas para aceptar a regañadientes todas las palabras de Cristo. Teoremas, teorías y eso que llaman doctrina profunda, que no sé qué es.
Pero llegará un momento en que nos sintamos desnudos ante el vacío, solo con unos metros de tela y unos tubos y tendremos que decidir si confiamos o no. Cualquier otro artificio sería como pedirle a Dios que reduzca el vacío, que acerque un poco más la tierra, de la que se supone que queremos despegar.

Esta contradicción en nuestra naturaleza, no es fruto del azar, esta perfectamente diseñada. Es una sacudida a nuestro sentido común, un impulso que busca la afloración de algo profundo de nuestra constitución, que no se manifiesta en nuestra cordura, nuestra sensatez o aquello que nos hace comportarnos razonablemente bien para sobrevivir en este mundo.
Esa contradicción entre lo «razonable» según el mundo y las palabras de Cristo, nos predispone al vuelo libre y para eso, se lo digo por experiencia, vamos a parecer un poco locos.

Nuestros constructos

Las vestimentas de bodas, suelen ser elegantes y de hermosa factura. Pueden usarse para ser alabados del mundo o para honrar a los novios y a sus padres.
Me temo que en mi caso, sino la alabanza, si buscaba la aprobación del mundo, eso motivó algunos de mis esfuerzos. Afortunadamente la práctica continua te ayuda a depurar tu técnica, a encontrar la razón ultima de tus actos. Al final dejas de pedir limosna por tus constructos, esos que te permiten parecer «sensato» y asistir, aunque sea en el último banco, a la sinagoga de lo razonable.

Mirar hacia atrás también es aferrarse a la seguridad de nuestro antiguo pensamiento. Es fácil retroceder ante el vacío inicial de la fe y adoptar el caminar seguro de la razón.
Pero el Salvador nos lo pide todo, hemos de saltar con todo. No podemos dejar parte de nosotros en la rampa de lanzamiento. Vamos adelante con todo nuestro cuerpo y alma. Con nuestras dudas, incertidumbres, defectos, pecados y miedos, pero aun así saltamos.

Cuando el tiempo lo convierte todo en polvo a nuestro alrededor, nosotros creemos en levantarnos de él. Cuando la rueda de la historia parece responder a las naciones y los reinos, nosotros esperamos el advenimiento de un reino de los cielos. Cuando la historia sigue vericuetos insondables, nosotros esperamos mil años de paz y progreso.

La ley de consagración

Vivir la ley de consagración incluye confiar en que el Salvador es capaz de cumplir sus palabras, aunque no estén en nuestro vocabulario, aunque sean difíciles de leer.
Consagrar nuestra voluntad para creer, estudiar ese nuevo idioma de palabras imposibles para el hombre natural, nos acerca al estiramiento de nuestras facultades. Abarcamos así una mayor superficie de sustentación para nuestro testimonio. Aun cuando esas nuevas plumas estén pegadas con cera, nuestra fe aumentará al observar nuestro vuelo.
Confiar más en el Salvador que en nuestro criterio es un despegue evidente del acantilado del hombre natural.

Para ser un ciudadano del reino de los cielos, hemos de serlo antes de llegar. Adquirimos previamente la manera de los nuevos parajes, el ser de sus gentes, algunas de sus canciones y si podemos, su hablar.

La ley de consagración es tal como enseñó Elder Maxwell

La capitulación

Esa capitulación o derrota definitiva de nuestra constitución mental ante la propuesta de Cristo, es en realidad un renacer y una liberación.

Después de superar los momentos de miedo, recuerdo la sensación de flotar sobre el valle del Andarax, al lado sur de la falda de Sierra Alhamilla, un muro de roca escarpada de tonos ocres. Solo, con el rumor del aire soplando en mis oídos. Estaba integrado en el paisaje junto a los vencejos y gavilanes. Los veía girar en el cielo y me dirigía hacia ellos, eran maestros de vuelo para localizar ascendencias.

La contemplación del cielo azul y el desierto como de cartón bajo de mi, cambiaban su perspectiva a cada giro. Yo y mi ala éramos uno, ocupábamos en cada segundo un espacio único, solo visitado por nosotros. Nadie nunca más habitaría en ese lugar del cielo con el mismo aire y los mismos tonos.
Acercarme a la nube que coronaba siempre la cima dándole gloria suponía una peregrinación casi de adoración en un entorno sagrado. Al bajar me inundaba el olor a tomillo y romero. Es muy fácil creer en Dios en esos momentos.
Creer que era posible solo fue el comienzo.

El deseo que obra en nosotros

No sé por qué es necesaria la fe, ni siquiera sé lo que es. Tengo algunas respuestas que he compartido en anteriores artículos. Pero en el fondo sé que hay algo a lo que no puedo llegar. Solo se que la fe es tangencial a este mundo, lo conecta solo en un punto.

En el interior del círculo, la vida es segura y razonable pero es difícil saber desde ahí la forma del mundo y nuestra posición. Sólo cuando nos acercamos a los límites notamos su curvatura, que puede haber algo más. Cuando decidí volar, dejé que ese deseo obrara en mí hasta creerlo y darle cabida. Ese deseo me llevó al límite en aquella rampa, donde aterrorizado comprendí que no había un conocimiento perfecto de mi destino y donde tuve que creer que todo iría bien.

El evangelio de Jesucristo nos lleva al límite en nuestra vida. Nos sitúa en la línea que separa las sinagogas del mundo y el espacio abierto de la fe. El mundo nos dice que después de esa línea no hay nada, todo lo que existe está en el interior del círculo.

Pero el que ejerce el deseo de creer, de pronto nota el toque de una línea que viene de fuera en un punto de su alma, pequeño como un grano de mostaza. Ese deseo viene de muy atrás, no nació aquí. Nos mantiene fijados al borde, en el límite. Nos habla de multitudes de reinos y sus habitantes, nos dice que pertenecemos a ellos.
Entonces saltamos al vacío, confiando en aquel que creo las aves del cielo.

4 COMENTARIOS

  1. Cuantas veces he soñado con esas alas para elevarme sobre el hombre natural dentro de mi y entrar en los mundos eternos y venideros. se que con fe se puede ver algo aunque sean algunos destellos pero que quedan como un ancla en el alma. gracias David por compartir pregunta una tercera dimensión podría ser un tercer estado del alma y algunos sueños podrían ser recuerdos de una vida anterior? saldos desde el valle del gran lago salado

  2. Gracias Encarna, seguimos en Teáncum compartiendo aquello que creo apropiado. Solo con el apoyo de mis lectores. He de decirte que recibo de 6 a 7 mil visitas mensuales. Sobre todo de América del Sur, EEUU y España. Mis lectores son los que han hecho crecer esta pequeña comunidad al compartir estos artículos. Espero que sean útiles y sobre todo que animen a perseverar en el evangelio restaurado y su estudio.

  3. Hola David!
    Me encanta ver a través de tus ojos.
    Gracias por compartir tus experiencias y pequeños trocitos de ti.
    Hay cosas que se ven y cosas que se sienten. Prefiero las segundas.
    Y adelante!!

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Ultimas publicaciones