sábado, febrero 1, 2025
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El naufrago, la sencillez aparente del evangelio

Extracto de mi libro “La luz y la verdad”, capítulo 1

El naúfrago es un realto corto de sencillez aparente

El naúfragoNefi en su segundo libro, usa la palabra claridad con profusión, “profetizaré según la claridad que en mí ha habido desde la ocasión en que salí de Jerusalén con mi padre; porque, he aquí, mi alma se deleita en la claridad para con mi pueblo, a fin de que aprenda.” (2Nefi 25:4) Ese enfoque fue asimilado por Jacob, su hermano, “he aquí, los judíos fueron un pueblo de dura cerviz; y despreciaron las palabras de claridad, y mataron a los profetas, y procuraron cosas que no podían entender. Por tanto, a causa de su ceguedad, la cual vino por traspasar lo señalado, es menester que caigan; porque Dios les ha quitado su claridad y les ha entregado muchas cosas que no pueden entender” (Jacob 4:14) En estas palabras hemos de ver a Nefi, pues Jacob nunca conoció a los judíos de Jerusalén sino a través de su familia.

Por lo tanto el Libro de Mormón, es de una naturaleza especial. Es realizado por la inspiración de un pueblo casi en blanco, cuyo primer profeta, Nefi, renuncia expresamente a la forma judía de escribir. “Pues he aquí, Isaías habló muchas cosas que a muchos de los de mi pueblo les fue difícil comprender, porque no saben concerniente a la manera de profetizar entre los judíos.” (2 Nefi 25:1) El resultado de esto es una sencillez y claridad que puede despistar a aquellos que buscan hallar la verdad en las cosas no pueden entender.

La situación puede ser semejante a esta escena.

El naúfrago

Imaginen un viajero que naufraga en alta mar. Está en un lujoso yate inmóvil y a la deriva. No tiene electricidad pero no carece de lo necesario por un tiempo. Él no se considera, todavía un náufrago. Su situación no es aún desesperada, pero sabe que con el paso del tiempo se enfrentará a una situación desesperada.

El cielo está cubierto de espesas nubes que no dejan ver las estrellas.

Un día, de repente, ve bajar de entre esas nubes una cuerda.

Se levanta y se acerca. Es una cuerda vulgar, pero sólida, trenzada con cuatro haces. Nuestro amigo la observa y considera que es una oferta de rescate. Sin embargo es una cuerda sencilla, anticuada. Es una cuerda vulgar. Él está rodeado de cosas valiosas y avanzadas, aunque la mayoría de ellas no [las puede] entender.

No acepta que algo tan simple, que puede entender, logre mejorar su situación. Nunca ha tratado con cosas tan fáciles de clasificar en su vida, y tan simples; por lo tanto la rechaza. Es posible que en un tiempo pueda asirse a ella con fuerza, pero ahora no es la situación propicia.

Como náufragos destinados a una muerte cierta, quizás nos parezca la salvación de Cristo de un trenzado demasiado simple. Cuatro principios, la fe, el arrepentimiento, el bautismo y el don del Espíritu Santo como cuatro haces de una cuerda. Es la misma simplicidad del árbol de la vida que vemos en el sueño de Lehi frente al grande y espacioso edificio.

Nuestro náufrago juzga ese rescate por la apariencia de la cuerda, pero ésta solo ofrece una posibilidad de salvarse.

Sin embargo, si el pudiera ver la complejidad del helicóptero oculto en las nubes. Del equipo de salvamento que lo pilota y es entrenado para ello. Si viese todo el conglomerado de tecnología, soporte técnico, financiación, la administración necesaria, su organigrama. Si él fuese consciente de todo lo que hay después de esa cuerda. Si viese qué clase de sociedad destina recursos y pone en riesgo vidas para llevar una simple cuerda al centro del océano, para rescatar a un desconocido. Si él lo supiera, no juzgaría esa cuerda de forma tan superficial.

Vería en su trenzado la intención de todo un mundo en salvar su vida.

Con frecuencia la claridad del Libro de Mormón, algunos la confunden con simplicidad…si cualquiera puede entenderlo, no debe ser muy útil. Pero esta cuerda está ahí, frente a nosotros y nos dice:

“He aquí, os hablo como si hablara de entre los muertos; porque sé que tendréis mis palabras. No me condenéis por mi imperfección, ni a mi padre por causa de su imperfección, ni a los que han escrito antes de él; más bien, dad gracias a Dios que os ha manifestado nuestras imperfecciones, para que aprendáis a ser más sabios de lo que nosotros lo hemos sido.” (Mormón 9:30-31)

Ante este libro intencionadamente claro desde que Nefi empezó a trenzarlo, nos encontramos todos. Pero aún más, los santos de los últimos días. Nosotros deberíamos considerar el milagro que representa descubrirlo en medio del océano. Tratarlo livianamente es hacer oídos sordos a todos aquellos que a través de generaciones lucharon y murieron para traerlo hasta aquí.

“He aquí, os hablo como si os hallaseis presentes, y sin embargo, no lo estáis. Pero he aquí, Jesucristo me os ha mostrado, y conozco vuestras obras.” (Mormón 8:35)

Al tenerlo en nuestras manos hemos de considerar que es el último cabo de salvación cuyo origen parte de un reino que está en los cielos. El poder de ese reino y sus habitantes llega hasta cada habitante de este mundo, mediante la salvación de Cristo y su nuevo testigo, El Libro de Mormón.

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