El pueblo de Israel en su peregrinación acampó en el desierto de Parán. Desde allí Jehová ordena a Moisés que envíe doce espías a la tierra de Canaán, la tierra prometida. La misión encomendada era reconocer la tierra y sus gentes. Informar de la calidad del terreno y la disposición y fuerza de sus habitantes y ciudades.
Al cabo de cuarenta días regresan con muestras de sus frutos. Trajeron «…un sarmiento con un racimo de uvas, el cual trajeron dos en un palo» (Núm. 13:23) Un ejemplo notable que daba cuenta de la riqueza y provisión de las tierras.
Sin embargo en esta expedición, lo que quiere Jehová no es tanto explorar Canaán como mandar a Israel a explorar su propia alma. Jehová les hace pesar en su ánimo el desafío de una tierra desconocida. De unos habitantes fuertes y de ciudades amuralladas.
Aún está fresca en la memoria, ser gobernados en un mundo hecho como el egipcio. Una sociedad ordenada y avanzada. En realidad ellos salieron como esclavos de una superpotencia. Salieron a un desierto donde no había una piedra sobre otra. Un paisaje que los dejaba a solas con su propia alma y reducía sus recursos a la confianza en Jehová.
Para muchos (¿estaría yo entre ellos?) No estaba tan mal servir en Egipto, cuando todo lo que tenían enfrente era arena, piedras y palabras.
Al menos así lo veían aquellos para los que la concentración de milagros era del 4% en relación al tiempo de caminata, calor y sed. Y es que adquirir la consistencia de una nación, requería antes asumir la libertad como enseña. Perderla es un momento doloroso pero recuperarla requiere de mucho valor y constancia en el tiempo.
El informe
En Cades, después de cuarenta días los doce espías «les dieron el informe a ellos, y a toda la congregación, y les mostraron el fruto de la tierra» (26)
Los frutos eran impresionantes, la tierra era fructífera «ciertamente fluye leche y miel» (27) Sin embargo la segunda parte de su mensaje, no puede ser más triste » es tierra que traga a sus moradores…son hombres de gran estatura…y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos.» (32-33).
El informe dado, aunque describe aspectos reales, transmite miedo (así les parecíamos a ellos) y derrota . Y esa impresión, aunque comprensible, estaba de más. Al parecer el informe no estaba pactado en el grupo, ya que Caleb y Josue disentían claramente. No había un portavoz y se dio ante el pueblo, no en privado a Moisés.
Estos aspectos dan a entender varias cosas. La inexperiencia en la gestión de la información, la falta de previsión de la reacción del pueblo. Y ausencia de jerarquía en una misión muy importante. Y la pregunta sería ¿Como no previno Jehova estos problemas? ¿Por qué solo dio instrucciones en la primera parte de la misión y no en la vuelta, que es aun más importante?
Quizás sean preguntas aburridas, estimado lector, pero el que escudriña ha de hacerlas. Porque «el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo» (Mt. 13:44) y puede estar debajo de una piedra común.
La exploración del alma
Israel estuvo en Egipto 430 años, parte de ellos en cautiverio. En cierta forma fue injertado en el olivo cultivado de faraón, descendiente de Cam. Éste, aunque bendecido «con las bendiciones de la tierra y con las bendiciones de sabiduría, mas lo maldijo en cuanto al sacerdocio.» En ese tiempo Israel necesitaba las bendiciones de la tierra que faraón tenía. Aumentó en fuerza y número. Y adquirió sabiduría con «el idioma de los egipcios» pero también la condición de esclavitud.
[su_note note_color=»#caecef» text_color=»#401919″ radius=»8″]El Señor los envía a Canaán a explorar su propia alma. Como en aquellas bodas futuras, quería ver si el corazón de esclavo se convertiría en hombres libres.[/su_note]
Por eso el Señor dejó que los acontecimientos fluyeran por sí mismos y que Israel mostrara lo que había en su interior. De la misma forma que permitió que Jared, a mitad de proyecto viera que «oh Señor, no hay luz en ellos; ¿a dónde nos hemos de dirigir? Y también pereceremos, porque en ellos no podremos respirar sino el aire que contengan» (Éter 2:19) De esa misma forma, ese mal diseño de una misión aparentemente mal organizada, mostraba la inmadurez del alma de un pueblo para recibir su herencia,
No estaban listos, «todos los que vieron mi gloria y las maravillas que hice en Egipto y en el desierto, y me han tentado ya diez veces, y no han escuchado mi voz,» (Núm. 14:22) Aun eran esclavos. Jehová tenía que forjar una nación en cuarenta años.
Más tarde, después de ese periodo, y ante el desafío de cruzar el Jordán la respuesta fue otra. «Nosotros haremos todas las cosas que nos has mandado, e iremos adondequiera que nos mandes.» (Josué 1:16)
Desde el Sinaí
Desde el Sinaí de nuestro convenio actual, vemos la corrección del Señor preparando a su pueblo para entrar en su reposo. Sin embargo desde la llanura, solo es un Dios terrible, los truenos y relámpagos de su actividad son ilegibles al hombre natural. La voluntad detrás del primer convenio rechazado, se ve en la suave negociación con Moisés en favor de su pueblo.
El animo destructor y vengativo de Jehová, solo intenta cavar en el alma, para despertar la misericordia. «Yo los heriré de mortandad y los desheredaré, y a ti te pondré sobre gente más grande y más fuerte que ellos.» (12) Puede que fuesen esos los sentimientos de Jehová, pero veo otra intención escondida en esas palabras. En esta ocasión y en otras muchas. Al igual que hace manar agua de la roca, el despierta la misericordia en Moisés a favor de su pueblo. Y le hace suponer que es él (Moisés) quien la hace brotar en Jehová. El agua ya estaba en la roca y su misericordia antes de la súplica.
La luz del mundo hizo nacer en el hermano de Jared, el deseo de que brillasen las piedras. Así, él hace brotar en Moisés la misericordia, igual que en la ocasión del pozo en Sicar, Samaria.
Moisés responde a la ira de Jehová «Perdona ahora la iniquidad de este pueblo según la grandeza de tu misericordia, como has perdonado a este pueblo desde Egipto hasta aquí.» (14:19) Es la preparación temprana del alma para la plenitud de Cristo.
El Señor sabia que no estaban preparados para su reposo, que es su plenitud. Pero necesitaba un relato donde edificar la memoria. La que recordarían Nefi o Alma sobre la dureza de corazón en los desiertos oscuros. Aquellos que no acepten su guía segura. Ningún pajarillo cae a tierra sin su conocimiento y ningún suceso, bajo su dirección, cae en vano de la historia. En el futuro la memoria volvería en las imágenes «¿Creéis vosotros que nuestros padres, que eran los hijos de Israel, habrían sido librados de las manos de los egipcios si no hubiesen escuchado las palabras del Señor? (1 Nefi 17:23)
El reposo del Señor
Nosotros, que estamos en Sinaí, podemos contemplar una mayor porción de su plan. Somos gobernados por una ley mayor. Nuestra tierra prometida no está en un lugar lejano. Nuestro Canaán es el futuro, y enfrentamos los mismos informes de aquellos espías.
No buscamos una tierra en heredad como Abraham, Moisés, Jared o Lehi. Buscamos una condición del alma, quizás de más difícil acceso, rodeada como está, de las cordilleras del hombre natural.
Ahora el Señor nos dice «Os hablo a vosotros que sois escogidos en esto, como si fueseis uno, para que entréis en mi reposo.» (DyC 19:9) Nuestra generación son los hijos de los probados. Aquellos pioneros, escogidos en esto, que cruzaron el Jordán de nuestra dispensación. Demostraron al Señor que podía confiar. Ahora, no obstante lo logrado, el reposo del Señor no está en una nación y su rey como antaño, ni siquiera en una iglesia. Sino en un hogar y en el alma de cada cual. Nuestro dominio eterno sin ser compelido , se acerca cada vez más al quicio de nuestra puerta. Así lo vemos en los cambios realizados bajo la dirección del Pte. Nelson. Pero también lo hace la contienda y escuchamos a viva voz los desalentadores anuncios del futuro, nuestra herencia tras el Jordán.
El reposo del alma
Hoy exploramos el reposo del alma en el evangelio, rodeados de un mundo en conmoción. A veces como «una gran tempestad de viento, [echa] las olas en la barca, de tal manera que ya se [anega].» (Marc. 4:37) temerosos miramos al Salvador y pensamos «¿no tienes cuidado que perecemos?» (38).
No subestimo las pruebas que los antiguos sufrieron «en sus labores» (Juan 4:38) Las aguas del mar de Galilea se encrespan en cada tiempo del alma. Ahora en los nuestros «…he aquí, el enemigo se ha combinado.» (DyC 38:12) Aquellos de antaño, aunque atribulados en aquella barca, sin embargo el tablazón los sostenía. Ahora el agua está en nuestros pies, porque la tempestad se ha extendido hasta las antiguas tierras firmes. Todo esta en conmoción. Antes, los límites del caos, estaban claros. «Hasta aquí llegarás, pero no más allá;y aquí se detendrán tus orgullosas olas» (Job 38:11)
Ahora el orden que dispone la luz de Cristo para la vida del alma cuando… «separó las aguas que estaban debajo de la expansión de las aguas que estaban sobre la expansión» se ha truncado en una combinación confusa «¡Ay de los que a lo malo llaman bueno, y a lo bueno malo; que ponen tinieblas por luz, y luz por tinieblas…» (Isa. 5:20) La tierra seca, separada del desorden, nos ayudaba a edificar un cierto reposo. Ahora todo se cuestiona, todo se cimbrea y no hay donde apoyar el pie.
[su_note note_color=»#caecef» text_color=»#401919″ radius=»8″]El mundo es líquido, y los santos debemos caminar sobre las olas tal como Cristo o caeremos. [/su_note]
Sin tablazón
Moisés sabía lo que perdió Israel al desechar el primer convenio en Sinaí, «¡Ojalá que todos los del pueblo de Jehová fuesen profetas» (Núm. 11:29)
Podemos ver una transformación en la dirección de esta dispensación. Hay un proceso de ser sacerdotes y sacerdotisas hacia la condición de reyes y reinas. Lo que digo, me es difícil de explicar. Hay una entrega de soberanía hacia los miembros por parte de la iglesia. Gobernamos, cada vez, con más autonomía el evangelio. No digo independencia, sino que esta dispensación está dando inicio a un «principado» (DyC 132:13) sobre nuestro «dominio» (DyC 121:46). Pero para eso hay que caminar sobre las olas del mar, sin tablazón. Esa mayoría de edad que se aproxima, nos acerca más al Salvador.
Cuando Jesús despidió a la multitud, hizo que sus discípulos se adelantaran mientras el iba al monte a orar. Cuando terminó estaba solo.
«Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas, porque el viento era contrario. Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús fue a ellos andando sobre el mar.» (Mt. 14:24-25)
Los discípulos lo confunden con un fantasma, pero él les dice «¡Tened ánimo! ¡Yo soy, no tengáis miedo! (27)
Al andar sobre las olas, él no esta solo mostrando su poder, sino que les invita a salir de la barca y hacer lo mismo. Está mostrando cómo alcanzar su reposo en medio de la tempestad. Con tan solo administrar la fe y el testimonio. Sin necesidad de un tablazón de madera bajo los pies. Les está mostrando que hay otra manera de tratar con las olas enfurecidas del caos. Como Moisés «Ojalá que todos los del pueblo de Jehová fuesen profetas»
Ven sígueme
Es extraordinario observar en el tiempo el despliegue de la restauración. La eclosión de sus formas, ocultas en un principio, nos muestra la coherencia que existe desde que José fue a orar al bosque. Y José buscaba una barca donde subir. Desde entonces todo el afán del Salvador se puede resumir en la respuesta a Pedro, «Ven» (29)
El observador puede notar a través del tiempo, como hay un suave viraje en la iglesia. Podrá ver que no estamos ya tan centrados en la iglesia sino en Cristo. Sin renunciar a nuestra historia, estamos creando una nueva porque «…todas las cosas serán hechas nuevas, a fin de que mi conocimiento y gloria moren sobre toda la tierra.»(DyC 101:25)
Observará, querido lector, la madurez de un pueblo que camina hacia su principado.
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“Como Santos de los Últimos Días, nos hemos acostumbrado a pensar en la “Iglesia” como algo que sucede en nuestros centros de reuniones, respaldado por lo que sucede en casa. Necesitamos un ajuste a este patrón. Ha llegado la hora de una Iglesia centrada en el hogar, apoyada por lo que ocurre dentro de los edificios de nuestra rama, barrio y estaca.»
Pter. Nelson[/su_note]
«Él solo extiende los cielos y anda sobre las olas del mar.» (Job 9:8)