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El Dios de los pajarillos

El Dios de los pajarillos lo conocí cuando era un joven estudiante de electrónica. Caminaba cada día  5 Km. hasta mi centro de estudios, La Universidad Laboral. Al vivir en las afueras de Sevilla, atravesaba campos cultivados y otros abandonados. A veces era oscuro, llovía o hacia frío y otros el aire era primaveral y cálido. No era una cuestión de dinero o falta de transporte sino una afición a la aventura a las sensaciones del aire libre y la naturaleza.

El Dios de los pajarillos
27 de Enero de 1978

27 de Enero de 1978

El 24 de Enero de 1978, tenía en ese entonces 17 años, salí a las 7:00 de la mañana para las clases.
Me adelanté a mi horario habitual y no deseando estar solo en clase antes de tiempo, me senté al bajar una pequeña ladera donde había una planicie cubierta de hierbas y flores silvestres. Haciendo tiempo, observé los alrededores y el cielo limpio de la mañana.

De pronto empecé a notar una sensación extraña y nueva que iba aumentando por momentos. Parecía que todo a mi alrededor estaba vivo y tenia su ser. Y ahora me arriesgo a parecer de ánimo exaltado, pero recuerdo perfectamente que las plantas, las flores, el cielo eran felices y lo comunicaban espontáneamente. Hubo una comunión con mi entorno que no puedo describir. No fue una experiencia de sentimientos desordenados, fue una percepción nueva, muy nítida y contrastada con lo que es normal.

En mi diario registré lo siguiente

«Me sentía en armonía con el campo. Sentía amor por las flores, la hierba, el cielo… tengo el deseo de sentir mañana por la mañana la misma bonita experiencia de esta mañana»

A los pocos minutos me levanté asombrado y deseando volver al día siguiente. Así lo hice y volví a sentarme. Pero nunca experimenté lo mismo.

Desde entonces

Sé que este tipo de experiencia es difícil de compartir con alguien que no la haya vivido. Pero después de ese día empecé a sospechar que las cosas no son simplemente lo que parecen.

Alejado de aquel día, muchas veces vuelvo a un modo de sentir occidental no agrícola, sí, esa sensación de superioridad típica de esta generación digital, alejada de los campos que mira al pasado con autosuficiencia, participando  así en la extorsión
de la Tierra «…porque para este fin fueron creadas, para usarse con juicio, no en exceso, ni por extorsión.» (DyC 59:20) sí, la verdad, a veces me descuido
y vuelvo a subestimar «todo cuanto al hombre le [es] propio recibir» (1 Nefi 17:30) y empiezo  considerarlo rutinario. Entonces dejan de agradarme las cosas sencillas «sí, la hierba y las cosas buenas que produce la tierra, ya sea para alimento, o vestidura, o casas, alfolíes, huertos, jardines o viñas;» (DyC 59:20) y empiezo a pensar con descuido e irreverencia, que esas cosas tan básicas, las que produce la tierra,  no me son propias de recibir, sino que al poder comprarlas,  me son debidas.

De esa forma, sin darme cuenta, convierto una relación filial con una madre en una mercantil al considerarla mera proveedora. No es del todo extraño que se quejara ante Dios “¡Ay de mí la madre de los hombres! ¡Estoy afligida, estoy fatigada por causa de la iniquidad de mis hijos!” (Moisés 7:48)

El Dios de los pajarillos

El Dios de los pajarillos
qué valor tenia si nadie lo miraba

Ese día de Enero del 78, me hizo pensar mucho. A veces cuando amenazaba lluvia, me vestía con mi ropa de deporte e iba a mi recorrido de costumbre, unos 15 km. Esos días de cielos oscuros relámpagos y lluvia, disfrutaba especialmente. Podrán tacharme de espíritu romántico, y en verdad lo era en el sentido paisajista de la palabra. Yo observaba el cielo y me preguntaba qué valor tenia si nadie lo miraba. Cuando caía la lluvia en lugares estériles y sin beneficio, me preguntaba en cuantos lugares ocurría sin observadores. Por lo tanto ¿sería real si no era visto?

Esas preguntas con el tiempo, me hicieron ver que consideraba a la creación una obra representada solo para nuestra visión y disfrute ya que la escritura dice de nosotros «Tenga dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo…» (Moisés 2:26) y sin embargo al moderar dominio con otras palabras como juicio, no en exceso, ni por extorsión el resultado es una oportunidad, no tanto de dirigir, sino de participar con nuestra voz en el coro magnífico de sus criaturas.

El Dios de los parajes desolados

El Dios de los pajarillos
donde no hay hombre, para saciar la tierra

En el libro de Job encuentro esta misma idea cuando dice «¿Quién abrió cauce al turbión y camino a los relámpagos y a los truenos, haciendo llover sobre la tierra deshabitada, sobre el desierto, donde no hay hombre, para saciar la tierra desierta y desolada, y para hacer brotar la tierna hierba?» (Job 38:26-27)

Tal como presentía él es también Dios de los parajes desolados y de la hierba solitaria, de las nubes nunca vista por nadie, de la lluvia que cae en la soledad y también de los pajarillos en los que nadie repara cuando caen a tierra. Aquel que los cuenta y alimenta,  ese «glorifica al Padre y salva todas las obras de sus manos» (DyC 76:43)

Está en el Sol y es la luz del Sol

El Dios de los pajarillos
de dónde salia el calor del Sol

A veces visitaba a mi abuelo Manuél, veterano de la campaña de Alhucemas. Me divertía con el planteándole dilemas. Uno de ellos era de dónde salia el calor del Sol. El, habiendo estado en los barcos de transporte respondía con rotundidad, del carbón. Yo le rebatía ¿pero abuelo de dónde va a salir tanto carbón? entonces me miraba sorprendido y gesticulaba. Pues de dónde va a ser de las montañas de carbón, respondía. Los dos nos reíamos. El era de risa fácil.

Cuando leemos que la luz que brilla es Cristo “también él está en el sol, y es la luz del sol” podemos pensar que se refiere a la luz del sol que vemos entrar por nuestra ventana. Y es cierto, pero no es solo eso, es algo más.

En los años 50 se desconocía cómo se producía el carbono en las estrellas. En este paso entra en juego el Berilio (Be). La reacción para formar carbono se produce cuando dos núcleos de un isótopo de Helio se unen y se forma uno de Berilio, y a este hay que añadirle otro núcleo de Helio para formar al fin uno de carbono.
Para ver esto más gráficamente, lo represento a continuación. Lo hago en un lenguaje parecido a las escrituras, porque también testifican del brillo.

Las otras escrituras

4He + 4He ↔ 8Be
8Be + 4He ↔ 12C + γ + 7,367 MeV

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Fred Hoyle

El problema está en que el núcleo de Berilio (8Be) es muy inestable y tiene una vida muy corta (10e-17 segundos) lo que hace imposible explicar la abundancia de carbono en la naturaleza, esos ladrillos fundamentales para la vida.
La dificultad de que se produzca esta reacción es semejante a situar a tres personas  en las esquinas de una habitación con los ojos vendados. Y que se les pida a éstas, lanzar pelotas de tenis al centro de la habitación. La probabilidad que choquen las tres pelotas al mismo tiempo es muy baja.

En 1953 el astrónomo Fred Hoyle, predijo que el carbono debería tener un nivel de energía de 7.65 megaelectrón-voltios.
La predicción se basaba en la necesidad de que esto fuese así. Dicho de otro modo,  el hecho de que existamos requiere que las leyes deben ser las que son, de lo contrario no estaríamos aquí. Fred Hoyle predijo que el Carbono debería tener una “preferencia” o una resonancia con la energía que tenían 8Be+4He. Más tarde William Fowler demostró en el laboratorio que coinciden exactamente en esos valores, lo que permite la creación de carbono a gran escala.

Las montañas de carbono

Las montañas de carbón que mi abuelo imaginaba en el Sol eran ciertas pero su objetivo no era calentarnos, sino crearnos. El carbono es el barro de la tierra que usaron los Dioses para formarnos.

«Esta es la luz de Cristo. Como también él está en el sol, y es la luz del sol, y el poder por el cual fue hecho.» (DyC 88:7)

El Dios de los pajarillos
Todas las cosas indican que hay un Dios

Cuando Alma nos dice “sí, y todas las cosas indican que hay un Dios” (Alma 30:44) deberíamos mirar de esa forma, porque las hay,  y cuando termina diciendo “testifican que hay un Creador Supremo” deberíamos entender que las creaciones no demuestran,  sino que testifican. Que la realidad no demuestra nada acerca de la luz que brilla, pero si testifica de ella. ¿Acaso no es una forma de testificar desde el centro de una estrella, la “complicidad” necesaria entre tres átomos para crear el carbono?

La luz que brilla nos habla a través del testimonio de las cosas. El Señor quiere que seamos alumbrados por su luz. No hallamos su luz por métodos científicos, sino más bien jurídicos. Siendo las evidencias y los testimonios, los elementos que usualmente participan en nuestra sentencia sobre los hechos.

El poder suave

Considero que estas impresiones del alma son producidas por el brillo de la Tierra, porque ella no esconde su luz debajo de un almud, sino que «alumbra a todos los que están en casa» (Mateo 5:15)

La luz que brilla es la luz de Cristo. «Y la luz que brilla, que os alumbra, viene por medio de aquel que ilumina vuestros ojos, y es la misma luz que vivifica vuestro entendimiento» (DyC 88:11) Alumbrar es brindar una luz que se enfoca en lo útil, que sirve para comprender los asuntos que le son propios a nuestros intereses.

La anterior, esa misteriosa luz  primigenia de la que hablan las escrituras, está amplificada y modulada por Cristo. Sin él no comprenderíamos el mundo, éste sería caótico y confuso.

El Dios de los pajarillos
La distante luz de la verdad

Entre nosotros y la luz y la verdad hay una distancia, una desigualdad, una incompatibilidad para relacionarnos. La luz y la verdad es una materia prima extraña a nuestra constitución y habilidades. No podemos extraerla con nuestras manos, no podemos percibirla, asimilarla ni elaborar nada con ella. Partimos de constituciones  distintas, somos extraños a sus ojos, no hay un amarre en su puerto para nave alguna que tripulemos. Ella es una entidad pero no es personal tal como lo entendemos en nuestra forma de pensar. No admite errores, ni excepciones, inmisericorde, impersonal pero consciente.
Nadie puede manipularla “pues desecha a aquel inicuo”  sin embargo “parte de la presencia de Dios para llenar la inmensidad del espacio” Ella ya existía antes que las familias celestiales y es una aliada en la casa de Elohim.

El modelo de creación

Y sin embargo, a pesar de nuestra divergencia con ella, salimos de sus aguas. Cuando leemos en las escrituras:

[su_note note_color=»#caecef» text_color=»#401919″ radius=»8″]“Y dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra en la abierta expansión de los cielos.” ( Génesis 1:20)[/su_note]

Estamos viendo el modelo de creación. Porque esas aguas, también son las aguas o el océano de la inteligencia o luz y verdad que no fue creado ni hecho, la materia prima de nuestro espíritu. Salimos de su interior huérfanos y sin nombre y fuimos llamados por los poderosos convenios y ordenanzas de nuestra casa, “Así que, en sus ordenanzas se manifiesta el poder de la divinidad.” (DyC84:20)

Esas ordenanzas expuestas ante la luz y la verdad no suponen para ella grilletes ni son un bastón de mando. Ante ella no cabe poder alguno, pues nadie tiene imperio sobre ella,  el Padre sabe que “Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener en virtud del sacerdocio, sino por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero;” (DyC 121:41)

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La impersonal luz de la verdad

Persuadir y conmover

Ante esa imponente, inteligente y luminosa oscuridad de las “aguas” de la luz y la verdad, se enfrentaron un día nuestros padres. Era el mismo océano oscuro de otros linajes, el mismo desafío de llevar la inmortalidad y la vida eterna a todo rincón. Ellos eran también pescadores de hombres, pero de hombres sin nombre, disueltos en aguas oscuras. Los imagino jóvenes, impresionados al ver por primera vez ese océano inteligente, esperanzados, acompañados de sus convenios con sus credenciales, su genealogía, su sacerdocio. Todo lo necesario para persuadir, conmover, e invitar a esa luz a partir de su casa para llenar la inmensidad del espacio.
Y la gran expansión se  produjo en su exaltación, su sacerdocio y ordenanzas se hicieron poder al convertirse en “un cetro inmutable de justicia y de verdad; y [su] dominio [llegó a ser] un dominio eterno, y sin ser compelido [fluye] hacia [ellos] para siempre jamás” (DyC 121:46)

El Dios de los pajarillos
Lo que es verdad es luz

Desde ese lejano momento el primogénito de nuestra familia, Jehová, bebió de la fuente de manos de su Padre, él estaba en su seno y vivía familiarizado con los paisajes del entorno de su poder. La honra del Padre, que por convenio estaba justificada en la luz y la verdad, se encarnaba en Jehová, que como faro de verdad creció y se formó en la misma orilla. Podemos leer en  DyC 84:45 “Porque la palabra del Señor es verdad, y lo que es verdad es luz, y lo que es luz es Espíritu, a saber, el Espíritu de Jesucristo…” al decir la palabra del Señor es verdad, quiere decir que él es obediente a la verdad, su palabra es su integridad, al ser obediente a la verdad.

La preposición hasta

Lo leemos en 3 Nefi 11:11 “…con lo cual me he sometido a la voluntad del Padre en todas las cosas desde el  principio…” y mediante esta obediencia, nos dice en la actualidad, cómo fue ese proceso de  acumulación “[él recibió] verdad y luz hasta [ser] glorificado en la verdad”( DyC 93:28)
Por eso el testimonio de Juan dice que”…no recibió de la plenitud al principio, sino que continuó de gracia en gracia hasta que recibió la plenitud;” (DyC 93:13)
En estos dos versículos hay una preposición muy importante, hasta. La función de esta preposición es  indicar el destino de las palabras anteriores, estas son  la verdad y luz que él recibió. Y ese destino son dos cosas distintas. Por un lado un nivel (plenitud) y por otro un estado (glorificado)  O lo que es lo mismo, para nosotros marineros en la tempestad, el faro, a todos los efectos, es la luz.

La luz que existe en todas las cosas

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Mi abuela tenía luz

Mi abuela María siempre estaba junto a los frutos de la tierra. Legumbres, verduras, tomates con sus rojos y pimientos con sus verdes. Naranjas que mojaban mis ojos al pelarlas. Cuando venia a casa yo me alegraba, ella sabia lo que me gustaba, las espinacas esparragadas.
Lavadas y hervidas las escurría y cortaba con sus manos temblorosas, mientras en el fuego se freían ajos en láminas y pan. Las vertía cuando estaban dorados y añadía el pimiento molido y un poco de vinagre. Esa era una de sus creaciones, con su luz  brillaba. Yo mientras callaba y miraba, mientras ella se reía.

Sin saberlo ella cumplía el mandamiento «sí, todas las cosas que de la tierra salen, en su sazón, son hechas para el beneficio y el uso del hombre, tanto para agradar la vista como para alegrar el corazón;» (DyC 59:18)
Como decía Santa Teresa «entre los fogones también anda el Señor». 

 

 

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7 COMENTARIOS

  1. Gracias hermano me hace recordar y ver tantas cosas claras del amor infinito que nuestro buen Padre creó para nosotros sus hijos. Que Dios siga dándole de Su sabiduría para que ud. continúe compartiéndola con nosotros sus hermanos. Con afecto Ana

  2. Me ha parecido un artículo cautivador y con el que me sentí muy identificada. Creo que todos los que amamos la creación y la naturaleza hemos tenido experiencias similares. Gracias por compartir momentos tan tiernos y a la vez tan llenos de sabiduría.

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