En el Libro de Daniel encontramos una muestra de esperanza cuando todo parece perdido. Elegir entre seguir a Cristo o someterse en Babilonia a la voluntad de su rey, puede ser vida o muerte. De igual manera desfallecer en este tiempo, es someternos al mundo y ser vencidos por él.
No obstante su símbolo de iniquidad, Babilonia llegó a ser una ciudad formidable, de gran belleza, donde posiblemente estaba una de las siete maravilla del mundo, sus jardines colgantes.
Una de sus etapas de mayor esplendor fue con el rey Nabucodonosor II, está es la descrita en el libro de Daniel.
Después de Joacim, los profetas aconsejaron a Sedequías que Israel fuese tributario y se sometiera a la voluntad de Nabucodonosor.
«Y el Señor entregó en sus manos a Joacim, rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios…» (Dan. 1:2)
Sin embargo la rebelión de Israel contra el mandato de Jehová hizo que fuesen deportados a Babilonia y perdiesen el templo. Daniel fue llevado con sus compañeros siendo adolescentes en la primera deportación, alrededor del 605 A.C.
Hijo de hombre adórame
Al ser presentados en la corte del rey, el jefe de los eunucos Aspenaz, cambio sus nombres. Veamos ese cambio
Original | Significado | Nuevo | Significado |
Daniel | Dios es mi juez | Beltsasar | Bel es mi juez |
Ananías | Favorecido de Jehová | Sadrac | Iluminado de Aku |
Misael | Que es de Jehová | Mesac | El que es de Aku |
Azarías | Ayuda de Jehová | Abed-Nego | Siervo de Nebó |
Bel es un Dios sumerio del Sol, Aku Dios de la luna y Nebó de la escritura. Por lo tanto la intención de Aspenaz es cambiar sutilmente la identidad de los jóvenes sustituyendo solo la deidad y no el don implícito en su nombre. Esto denota, no violencia por parte de Aspenaz, sino sutileza. Esta maniobra intentaba que olvidaran toda esperanza de volver y recuperar Jerusalén y su templo.
En el libro de Moisés encontramos un caso parecido. Moisés tiene una conversación con Dios donde se le revela su identidad.
«He aquí, tú eres mi hijo; mira, pues, y te mostraré las obras de mis manos» (Moisés 1:4)
Dios le revela no solo su identidad como hijo sino como parte de una familia
«Moisés, hijo mío; y tú eres a semejanza de mi Unigénito» (6)
Satanás intenta cambiar el nombre y parentesco de Moisés de forma semejante a como lo intento hacer Nabucodonosor. Primero modificando su identidad, Moisés-hijo de hombre
«Moisés, hijo de hombre, adórame.» (Moisés 1:12)
Con Daniel, Beltsasar o Bel es mi juez. Ante la resistencia de Moisés, Daniel y sus compañeros a asumir esa identidad cambian los modos. Satanás no crea un ídolo de 60 codos pero provoca el mismo efecto para amedrantar.
«Satanás gritó en alta voz y bramó sobre la tierra…Y entonces Satanás comenzó a temblar, y se estremeció la tierra» (19)
Nabucodonosor hizo algo semejante
«Entonces Nabucodonosor se llenó de ira y cambió la expresión de su rostro contra Sadrac, Mesac y Abed-nego» (Dan. 3:19)
En ambos casos la intención era amedrentar, Moisés «vio la amargura del infierno» (Moisés 1:29)
Esta escena tiene su paralelo con la identidad que la Casa de Israel nos concede a cada uno de nosotros. Esta Casa nos provee de la filiación a una familia que se remonta a Abraham. Por lo tanto además de la nacionalidad de cada uno, los santos tienen su patria interior en la casa de Abraham que toma el nombre de Israel.
Siendo que el sentimiento de pertenencia a una nación va cediendo terreno a una visión globalista del mundo, viendo cómo las leyes se apartan poco a poco de nuestra naturaleza, llegará el momento en que las naciones del mundo no proporcionen esperanza.
Será la identidad principal de los santos su pertenencia a la Casa de Israel y sus promesas las únicas a nuestra vista.
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El cultivo de esa nación interior está en sus leyes, ordenanzas y convenios, siendo los del templo, la embajada de los cielos, su máxima expresión.
Hay que cuidar esa patria interior porque un día será, tal como Daniel, la única que conservaremos.
En este caso vemos a esos cuatro jóvenes en cuyos nombres está su parentesco con Jehová. Ellos han perdido su mundo, su patria y solo les queda su nombre y su pertenencia a la Casa de Israel. Esa ciudadanía espiritual, carente de paisajes familiares y de la lengua materna se acoge al cordero de Israel como única esperanza.
La comida del rey
El proceder de Daniel y sus compañeros, denota una profunda pertenencia a esa nación espiritual. Los jóvenes en la corte del rey, debían comer la comida del rey, algo que iba en contra de sus normas.
«Y Daniel se propuso en su corazón no contaminarse con la ración de la comida del rey ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligara a contaminarse.» (Dan. 1:8)
La respuesta de Aspenaz, es sensata y respetuosa con ellos. Al considerar que son cautivos es de notar el delicado trato que les dispensa ya que «puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos.» (9)
«¿por qué ha de ver él vuestros rostros menos saludables que los de los muchachos que son semejantes a vosotros? Así condenaréis mi cabeza ante el rey.» (10)
Daniel pide 10 días con un menú de legumbres y agua para probar a Aspenaz que tendrían un aspecto saludable ante el rey. La obediencia a esa primigenia palabra de sabiduría les proporcionó bendiciones semejantes a nuestro mandamiento actual descrito en la sección 89 «hallarán sabiduría y grandes tesoros de conocimiento, sí, tesoros escondidos;»
«Y a estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento y aptitud para aprender todas las letras y sabiduría y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y todo sueño….»
En la clase de jóvenes adultos en mi barrio del domingo pasado pregunté ¿Qué haríamos en este caso?
La respuesta general fue que ellos no renunciarían a sus convicciones y eso es tranquilizador para un maestro de clase. Conociéndome, a su edad, yo hubiese dicho algo parecido pero añadiendo jamás, nunca y un «…olvídate Aspenaz « etc…etc…
Pero quizás sea necesario ser deportado para sentir el fuerte vínculo con Israel, el cultivo profundo de esa tierra perdida pero inscrita en el alma. Daniel lo tenía de ahí su respuesta.
«Pon a prueba, te ruego, a tus siervos durante diez días, y dennos legumbres para comer y agua para beber.
Compara después nuestros rostros con los rostros de los muchachos que comen de la ración de la comida del rey; y haz después con tus siervos según veas.» (Dan. 1:12)
El yugo ligero
Al no tener siquiera su propio nombre, Daniel solo tiene a Jehová. En una tierra extraña, cautivo, aflora el agua subterránea de su fe. Daniel deposita en Dios el asunto de no contaminarse y deja a su voluntad el resultado. Él sabe que no está en su mano el desenlace confrontando su voluntad a la del rey de Babilonia sino sujetando la suya al rey del Universo.
Esa confianza solo es posible cuando puedes decir «pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.» (Luc. 22:42) lo cual indica estar dispuestos a hacer aun la voluntad de Aspenaz.
Los alumnos de mi clase dominical, hacían del asunto una cuestión personal, donde todo dependía de sus decisiones. Y pensar esto es correcto y muy de nuestra forma de ver las cosas. Sin embargo Daniel se quita ese yugo pesado y realiza un movimiento inteligente, antes que confrontar vincula a Jehová en la decisión. Digamos que dejó el resultado de la batalla en sus manos después de hacer cuanto estuvo en las suyas. Para actuar de esta forma se necesita estar cerca de Dios.
«Mirad hacia mí en todo pensamiento; no dudéis; no temáis.» (DyC 6:36)
Aferrarse a la barra de hierro incluye el deprendernos a veces de nuestro criterio y esperar en Jehová.
«Pacientemente esperé a Jehová, y él se inclinó a mí y oyó mi clamor.
Y me sacó del pozo turbulento, del lodo cenagoso;
y puso mis pies sobre una roca y enderezó mis pasos.» (Sal. 40:1-2)
Israel, que padecía el cautiverio impuesto por Jehová, buscaba la nación perdida del alma, aquella que olvidó en Jerusalén. Despojada de sus vestiduras ahora afloraba el amor perdido, el de su juventud desposada con Jehová.
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La estatua de oro
«El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de sesenta codos y su anchura de seis codos; la levantó en la llanura de Dura, en la provincia de Babilonia.» (Dan. 3:1)
Frente a nuestra clase dominical tenemos un bloque de pisos de 8 plantas o 24 metros de altura. La estatua que hizo construir Nabucodonosor tenia 60 codos, que suponen 9 plantas o 27 metros de altura. El efecto debería ser impactante porque no era un edificio sino el símbolo de un poder, de una voluntad que se elevaba sobre el común, donde el más rico tendría casa de 2 o 3 plantas. Teniendo a la vista este edificio vecino, el domingo imaginé el efecto que debería provocar la visión de algo semejante si estuviese allí, en la llanura de Dura, despojado de memoria. Así que me trasladé en mi imaginación a ese momento y lugar.
«Creí ver en esa refulgente estatua, la presencia física de una voluntad no humana y de un poder colosal. Me estremecí ante la emergencia de una fuerza superior a la mía, su tamaño puso a prueba mi constitución y mis creencias, porque a éstas no las veo tal como sí veo aquella imponente creación.
La ciencia de su ejecución era inalcanzable para mí.
Pensé en mi familia y supe que no podría protegerla de un poder semejante, es mejor ser un aliado pero cómo hacerlo.
En mi memoria no hay nada como esto y no sé que hacer, ni qué pensar o cómo comportarme ante algo que nunca he visto.
Emerge en la llanura de Dura como un rayo de luz hacia el cielo, debe ser divina porque no es de esta tierra»
«…al oír el son de la trompeta…y de todo instrumento musical, os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado y cualquiera que no se postre y adore, en la misma hora será echado dentro de un horno de fuego ardiente.» (Dan. 3:5)
«Afortunadamente mi rey sabe qué hacer, es un alivio saber como corresponder en mi vida ante esta presencia y cómo situarme ante el enigma. Aunque creo que no hacía falta amenazar»
Sadrac, Mesac y Abed-nego
Sin embargo Sadrac, Mesac y Abed-nego no se inclinaban. Ante la pregunta del rey acerca de su negativa a postrarse ante la estatua, la respuesta es espartana.
«…No hace falta responderte sobre este asunto.» (3:16)
Al igual que con el caso de los alimentos, hacen lo mismo que Daniel
«Si es así, nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de tus manos, oh rey, él nos librará.
Y si no, has de saber, oh rey, que no serviremos a tus dioses ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado» (3:18)
Lo dicho es a la vez una respuesta al rey y una oración a Dios. «Y si no»…hace falta mucha confianza en Jehová para no pensar «¿me estará escuchando, sabrá lo que está ocurriendo aqui?»
El proceder de estos cuatro jóvenes no nace de la espontaneidad ni de la improvisación. No es una muestra apresurada de fe ni de una valentía fruto de la necesidad.
A menudo se destaca su valentía, el hecho de aceptar ser lanzados al horno, pero en realidad es más importante lo anterior a esto.
Es una decisión calmada, originada en el hilado de una confianza diaria en Jehová, en incluir su presencia en el diario vivir, en sus detalles más simples. Es una fe cotidiana, sencilla pero que cincela poco a poco una constitución formidable. Con el tiempo se consigue un paño para el alma donde se viste con esa resolución natural y confiada, «No hace falta responderte sobre este asunto»
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Babilonia o el mundo
El Señor identifica en las escrituras esta misma situación con la nuestra en la actualidad. Hace una clara similitud entre Babilonia y nuestro mundo. Por eso hemos de escudriñar con detalle el proceder de estos cuatro jóvenes en Babilonia.
«…todo hombre anda por su propio camino, y en pos de la imagen de su propio dios, cuya imagen es a semejanza del mundo y cuya substancia es la de un ídolo que se envejece y perecerá en Babilonia, sí, Babilonia la grande que caerá.» (DyC 1:16)
Comenzando la lectura de este versículo al revés (las escrituras tienen simetría) nos da la convicción de que este mundo caerá.
Sin embargo yo no deseo su caída porque me encantan los jardines colgantes de Babilonia, sus calles hermosas, sus riachuelos en los jardines…sus telescopios orbitales, sus autopistas, ordenadores, películas 3D, la música, sus libros…
Pero esa no es la Babilonia que caerá, porque la gloria de Dios también es de esa inteligencia, sino caerá la que mora en el alma y fabrica sus propios ídolos. Caerá porque no da esperanza a sus seguidores, porque los anhelos que ofrece envejecen rápido y perecen. Un mundo sin esperanza se oscurece, porque la fe necesita esa atmósfera para realizar su labor.
Daniel vivió en Babilonia no regresó a Jerusalén porque ya habitaba en su Sión interior, igual, yo quiero vivir en un mundo como el mío, aquí en España en una estaca de Sión.
«Salid de Babilonia. Sed limpios los que lleváis los vasos del Señor.» (DyC 132:5)
¿Cómo amar a Babilonia manteniendo nuestros vasos limpios?
Tal como hicieron nuestros jóvenes cautivos, no renunciando a sus nombres en Israel, siendo conscientes de su verdadera identidad y quien era su verdadero rey. Eran ciudadanos de Sión aunque estuviesen en tierra extraña tal como José Smith se elevó a las alturas del conocimiento en una celda de 16 metros en Liberty.
La sutil diferencia
Hay algo en estos capítulos de Daniel, uno y tres, que me hacen pensar de forma silenciosa y dulce. Desde que empecé a meditar en esto me ha acompañado la sensación de haber hallado algo de valor y no por eso desconocido.
Es una de esas ocasiones que, viendo los pajarillos volar, uno de ellos se posa frente a ti en la ventana. Todo cambia en ese momento mágico cuando, al contemplar esa realidad emplumada, cierta e inalcanzable, por un momento te toca con sus alas. Atesoras ese momento como si ese pajarillo fuera un dedo de Dios.
Quizás pude escuchar, antes que volase de mi ventana, la voz de nuestros jóvenes cautivos en Babilonia hablar acerca de sus vidas allí.
«En la soberanía de nuestra alma, donde se conciben las ideas y se acepta la voz de lo ajeno. En esa sala sagrada de la conciencia, invocamos en silencio la presencia de Jehová. Elevamos palabras como plumas elegidas hacia Él, como el incienso valioso, guardado para el momento. Siendo dueños de nuestro albedrio, nos sometemos a su voluntad gustosos, con la emoción del desposado, con ese arrobo en el nombre de la amada.
Aunque celosos de nuestra libertad, ante la mirada codiciosa del rey del país, no dudamos en supeditarnos al consejo de Jehová, para nosotros más dulce que la miel del panal, más que oro refinado siete veces, como el agua fresca que se busca al mediodía.
No tenemos asunto que no esté sazonado de la presencia de Jehová, ni agradecimiento que no mencione su nombre, ni palabras de alegría que no rimen con la belleza de nuestro Rey. No hay mayor herencia que su complacencia ni mayor tesoro que su voz retumbar en las cavidades de nuestra alma.
Afinar la alabanza secreta para que suba más alto, contemplar desde allí el hermoso vasallaje a su voluntad y edificar en el centro de nuestra llanura de Dura una ofrenda aceptable. Sí, aun las palabras escapadas de un alma en guerra, que alientan y humillan a quien las lanza.
Aunque deseamos ser leones en Babilonia ¡qué daríamos porque Él nos llamará sus ovejas! Saltaríamos de gozo entre las peñas por su compañía. Pero lo guardamos en secreto para no ser llamados lo débil del mundo.»
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Vivir en Sión en medio de Babilonia, siendo puros sus jardines y sus aguas, porque en su nombre bebemos y olemos. Daniel jugando con los leones, en una cueva que era templo. Jose Smith en el pequeño templo de Liberty acceder a la maravilla.
Esperanza, esperanza, esperanza
Siempre digo que soy un hombre libre, orgulloso de nuestra civilización occidental. Pero ese día me tocó un pajarillo con sus alas. Su roce limó esa convicción.
Me gustaría ante los embates del mundo, ante sus peligros…sí, yo quisiera responder con valentía ante lo desconocido… veras, si alguien o algo me pusiera en una disyuntiva, ante un ídolo o un horno ardiente…yo quisiera recordar mi nombre en Israel, ese que empieza por «He aquí, tú eres mi hijo» (4) y después contestar a lo que me afrente así como hicieron ellos
«…No hace falta responderte sobre este asunto.» (3:16)
Y entonces dirían los demás, ¿Cómo puede ser tan valiente? ¿De dónde saca esas palabras?¿Cómo puede desafiar al coloso del mundo? ¿Quién es su Dios?
Y yo les diría que el que hizo los cielos y la tierra, los mares y todo lo que hay en ellos.
¿Podré hacerle hueco en mi alma y considerarle mi rey?¿Tendré suficiente tiempo para cambiar? ¿Me dará tiempo a retejer mi alma? ¿Tendré tiempo de encontrar los errores de mi túnica? ¿Querrá Él venir a mi casa? ¿Me admitirá como uno de sus jornaleros?
Si ese pajarillo hubiese venido antes, hace años quizás ahora sería mejor y no tendría que lamentar el tiempo perdido.
Pero sabe, estimado lector, ese vientecillo que dejó al partir me dijo que el tiempo se nos dio con alas de esperanza. Por eso desde siempre, el aleteo de los pajarillos dice…esperanza…esperanza…esperanza.