sábado, febrero 1, 2025
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Llegar a la Santa Cena

Las palabras que se pronuncian en la oración de la Santa Cena corresponden a una ordenanza, a una oración y a una escritura. Esas tres vertientes componen un cuerpo de tres caras y de gran volumen de conocimiento. Es la geometría especial de esta oración, la que vamos a escudriñar con la curiosidad intacta del que descubre un nuevo poliedro en las escrituras.

Oh Dios, Padre Eterno

«Oh Dios, Padre Eterno, en el nombre de Jesucristo, tu Hijo…» (DyC 20:77)

Ambas oraciones, la del pan y el agua, comienzan con una invocación para pedir la asistencia de nuestra familia, en este caso la de nuestro Padre en el nombre de su Hijo, nuestro hermano. Así venimos a solicitar su amistad y cercanía.
Esta forma de iniciar la oración, es una manera de declarar que [comprendemos y sabemos cómo adorar y sabemos qué adoramos] (DyC 93:19)La Santa Cena
El confesar al Padre en el nombre del Hijo, le adjudico una trascendencia mayor que la vocal y la semántica. Esas fórmulas son poderosas, evocan poderes y linajes antiguos con renombre en el cosmos. Él es un Dios celoso porque no quiere que perdamos el vínculo familiar que nos une y que declaramos cada Domingo en la Santa Cena.

Bendice y santifica

«te pedimos que bendigas y santifiques este pan para las almas de todos los que participen de él» (77)

Al leer esta parte podemos preguntarnos dos cosas

  • Por qué no dice sólo que lo «bendigas» ¿Por qué dice que lo santifiques? Cuando hacemos la oración en casa antes de comer, le pedimos al Padre que bendiga los alimentos, pero no que los santifique. En realidad, tomamos los emblemas para el alma no para el cuerpo.
  • Aun surge otra pregunta, por qué no decimos: …que bendigas y justifiques este pan…de nuevo, por qué decimos santifiques
    Estas dos variaciones propuestas es una forma de cimbrear nuestro sentido común para salir fuera y ver las aristas de la Santa Cena.

La expiación

El Señor no realizó una expiación justificada, sino que la santificó. Esto es, colmó la medida más allá de lo requerido.
Isaias, tomando a Jerusalén de modelo, habla de la expiación

«Despierta, despierta, levántate, oh Jerusalén, que bebiste de la mano de Jehová el cáliz de su ira; hasta los sedimentos del cáliz de aturdimiento bebiste» (Isa. 51:17)

Un ejemplo de la redención

El buen samaritano es un ejemplo de la redención de Cristo y una invitación a hacer lo mismo. Cuando El samaritano encuentra en el camino al herido, rechazado por el sacerdote y el levita…

«…vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su propia cabalgadura, le llevó al mesón y cuidó de él.» (Lc. 10:34)

la Santa CenaLa curación comienza en el mismo camino o lo que es lo mismo la salvación no se realiza al final de la vida sino durante su transcurso.
Siendo Cristo el samaritano, al ponerlo sobre su propia cabalgadura, deja su lugar ante el Padre y somete su voluntad poniendo pie a tierra en favor del prójimo caído.

Me cuesta entender que quisiera Jesus bajar
del trono divino para mi alma rescatar (Himnos de Sión 118)

El bálsamo de aceite y vino que usó, estaba preparado con anterioridad, ya que su aplicación requiere de una preparación.

«Aceite bueno de olivas y vino blanco, partes iguales. Juntos se ponen en un puchero o cazuela vidriada a cocer a un fuego suave, hasta que esté evaporado el vino. Usos: este bálsamo es bueno para mundificar y curar las heridas y úlceras.» (Gregorio Bañares 1820)

Nos muestra este acto compasivo una disposición hacia el necesitado, una preparación previa para ayudar. Tal como los samaritanos modernos, deberíamos portar el aceite consagrado listo para el auxilio.

«Y otro día, al partir, sacó dos denarios y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamelo; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando vuelva.» (35)

Durante todo ese día cuidó de él y al partir deja dos denarios que corresponde a dos días de sueldo de un trabajador. Cuando vuelva pagará lo que falte al posadero.
El samaritano, que era aborrecido por los judíos, devuelve bien por mal a uno de ellos y aun más de lo esperado, pues busca la sanación total del herido a su costa.
Es casi seguro que aquel que recibió la ayuda estaría dispuesto «a recordarle siempre» (DyC 20:77) incluso «a guardar sus mandamientos que él les ha dado» sí, tanto él como el posadero, al creer en alguien capaz de salvar con ese amor y desinterés.

En la Santa Cena el Salvador venda nuestras heridas con el pan y el agua, preparados como bálsamo del alma.

La memoria de su cuerpo

En la oración de la Santa Cena se nos invita a recordar dos cosas muy concretas una su cuerpo

«…para que lo coman en memoria del cuerpo de tu Hijo, (77)

Cuando recordamos su cuerpo, mostramos la disposición a tomar su nombre sobre nosotros porque el Salvador llegó a Getsemaní y a su cruz por haber tomado el nombre del Padre sobre sí mismo. Fue crucificado por esa «blasfemia» ya que le decían «si eres el Hijo de Dios, desciende de la cruz.» (Mt.27:40) también le decían «Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere, porque ha dicho: Soy el Hijo de Dios.» (41)la Santa Cena

Variaciones de esas frases sobre nuestra vida podemos recibirlas todos al tomar el nombre de Cristo sobre nosotros.

Estimado lector, póngase por un momento en su cruz e identifique cuál es su padecimiento. Verá que mantener la esperanza y la fe en toda situación es una especie de cruz, de la que a veces deseamos ser desclavados y vivir otra vida más real, sin tener que mantener esa llama de la fe acosada por los vientos. Sí amigo mío…si tú eres un Hijo de Dios desciende de esa cruz en la que estas. Sí y ahora te digo más…si confías en Dios ¿por qué no te libra de tus padecimientos?

La memoria de su cuerpo es el ejemplo del nuestro y de nuestro sentir. Acercarnos a su dolor es comprender el nuestro. Es aceptarlo y vivir de una forma incomprensible a los que te miran. El empleo del albedrio en ello, es una prueba de fe, porque la muerte nos apremia a usar nuestro cuerpo para la vida del mundo. Pero emplearlo en el nombre de Cristo, es ciertamente, ofrecer nuestro cuerpo para habitar un reino que no es de este mundo.

La memoria de su sangre

Al beber el agua recordamos su sangre. La sangre no da nombre a las personas, lo da el cuerpo, no asociamos nuestro nombre a nuestra sangre, ya que ésta podemos compartirla. Nos conocemos por nuestro cuerpo y su nombre no por el RH. La única forma de compartir el cuerpo es a través de sus acciones o al …

«guardar sus mandamientos que él les ha dado,»

Por eso en el pan se habla de guardar los mandamientos, es la donación de nuestra voluntad en forma corporal. Pero en la sangre es tener su Espíritu con nosotros, que es la vida del cuerpo.Santa cena

para las almas de todos los que lo beban, para que lo hagan en memoria de la sangre de tu Hijo, que por ellos se derramó; (78)

La sangre llega a cada célula de nuestro cuerpo, por eso lo vivifica. Semejante a la luz que brilla, que es Cristo, «la cual procede de la presencia de Dios para llenar la inmensidad del espacio» (DyC 88:12) por eso al igual que su sangre, su luz vivifica y está «…en todas las cosas y a través de todas las cosas…» (6) en el gran cuerpo vivo del Universo inteligente.

Por lo que la sangre que derramó, es la gran revelación de su amor que es su luz, esta vez sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa.

La memoria

Recordarle se menciona en ambas oraciones. La memoria es una emulación del conocimiento divino porque trasciende en el tiempo. Sobrevive al paso de los años y hace presente lo que ocurrió.

y testifiquen ante ti, oh Dios, Padre Eterno, que están dispuestos a tomar sobre sí el nombre de tu Hijo, y a recordarle siempre (77)

En el agua

«para que testifiquen ante ti, oh Dios, Padre Eterno, que siempre se acuerdan de él» (79)

Si se medita en ello, conmueve especialmente, «que siempre se acuerdan de él» Es como si alguien nos dijera al partir, después de prestarnos su ayuda «no me olvidéis» conmueve el alma esa petición, que es casi un ruego.recordarle siempre

Por eso tenemos, en su recuerdo, la revisión constante de nuestra conducta en el presente. Y en esa revisión diaria buscamos, no nuestra justificación, que ya la tenemos, ya que «…sabemos que la justificación por la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo es justa y verdadera» (30)
Sino buscamos la santificación que «…también sabemos que la santificación por la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo es justa y verdadera, para con todos los que aman y sirven a Dios con toda su alma, mente y fuerza.» (31)

Por eso pedimos que el Padre santifique el pan y el agua que tomamos en su nombre.

La Santa Cena

En la oración de la Santa Cena se nos invita a santificarnos, no por perfección de nuestra parte, sino por ofrecimiento del corazón y su memoria. En esta enramada habitará su espíritu en nosotros.

«Y vino todo aquel a quien su corazón le impulsó, y todo aquel a quien su espíritu le dio voluntad, y trajo la ofrenda de Jehová para la obra del tabernáculo de reunión, y para todo su servicio y para las sagradas vestiduras.» (Ex. 35:21)

La santa cenaEl pueblo imperfecto de Israel dio una ofrenda perfecta para el tabernáculo de Jehová. Y sin embargo ese mismo pueblo fue castigado por su codicia al amontonar codornices sin medida.

Las rebeliones de Israel son como las nuestras. A menudo me asombro no tanto del amor que me da Jesus sino de mis repentinas micro-deslealtades hacia él. Ahora las llamamos: cumplir o no nuestras metas. Esa tendencia moderna a medir y calcular nuestra conducta respecto a Jehová, en mi opinión, nos somete a un escrutinio profesional o deportivo de nuestra devoción a Cristo. No obstante, el alma pertenece, más bien a la jardinería, y sus tiempos no se cronometran porque el alma es sin fin. Sus fibras crecen en nuestro interior de forma invisible, anudando en sus giros la forma futura de alguien nuevo que no conocemos.

Ante El Salvador

En la Santa Cena tenemos la ocasión de estar ante Jehová de nuevo, reconociendo nuestro montón de codornices acumuladas torpemente en la semana.
Aunque nunca comprenderemos totalmente que se dejara en la cruz clavar y menos aún cómo pudo el rescate pagar, necesitamos no olvidar.
Ninguna paciencia humana es capaz de crear una oportunidad así. Da vértigo considerar nuestra condición imperfecta-periódica ante la constancia de su brazo de misericordia.

preparacion santa cenaEs aquí, en la Santa Cena, donde empieza el milagro del perdón y de la nueva oportunidad. Al escuchar la oración, estamos preparados ya, con un impulso en el corazón y el espíritu con voluntad. El recogimiento previo de nuestros afectos, el pastoreo en la mañana del día santo de todas nuestras emociones y el trenzado de nuestras palabras semejarán una ofrenda en su santa Cena como

«…oro, plata, bronce,
y azul, y púrpura, y carmesí, y lino fino, y pelo de cabra,
y pieles rojas de carnero, y pieles de tejón, y madera de acacia…
Y todo sabio de corazón de entre vosotros vendrá y hará todas las cosas que Jehová ha mandado» (Ex 35:10)

Por lo tanto, no vamos a la Santa Cena sino que llegamos después del cincelado a martillo del alma y del trenzado de su túnica.
La invitación del Pte. Nelson a resolver nuestros conflictos debería de iniciarse antes. Por pequeño que sea ese esfuerzo [el corazón impulsará, y el espíritu nos dará voluntad] para ofrecer como ofrenda un alma en lucha.

La ordenanza

«En la Iglesia, una ordenanza es un acto sagrado y formal realizado por la autoridad del sacerdocio.» (Guía de estudio)

Algunas ordenanzas son de salvación, son requisitos necesarios y están asociadas a convenios, como las que pertenecen al templo o el bautismo, confirmación etc.
La Santa Cena no es de salvación sino para el cuidado del alma. Mantiene su salud y vigila la dolencia que nos aqueja a todos al vivir en un mundo caído. Ese cepillado de nuestro interior nos aclara la vista y la memoria. Nos hace volver, por cabizbajo que lo hagamos, a la hacienda del Padre y ser admitidos de nuevo, aunque solo deseemos limpiar los establos.

La escritura y la oración

Hemos visto hasta aquí, los tres aspectos de este poliedro. La escritura, la ordenanza y la oración. El Salvador encapsulo su recuerdo entre esas paredes, quería asegurarse que lo recordaríamos. Vuelve a enternecerme ese deseo, es casi un deseo juvenil, que nace sin resguardarse del rechazo. El que lo fue entre sus amigos, no teme pedirnos que lo recordemos.
Dígame estimado lector, a quién le preguntaría usted

¿te acordarás siempre de mí?

Hay que hacerse como un niño para hacerlo.

Siempre recordaré a Juana

Yo tenía entonces doce años y no era miembro de la iglesia, pero creía en Dios. Teníamos unos amigos en el barrio de ciudad Jardín en Sevilla, a los que visitábamos con frecuencia. En la casa vivía Juana, una hermana de la mujer quien padecía cáncer cerebral. Ella hablaba conmigo con dificultad y yo me sentía cohibido ya que no sabía cómo actuar.
Sentía mucha pena por ella y le pedía a Dios que la curara.

Aunque tenía doce años, seguía siendo un niño ya que prometí con ocho no dejar de serlo. Eso fue después de una reprimenda de mi tío Juan. Yo había hecho una travesura y él me dijo con su genio fuerte, que la vida me enseñaría a ser un hombre. Yo entre lágrimas, renuncié a aprender tal cosa y a seguir en la infancia. Créanme un niño de ocho años tiene mucho poder de resolución.la oracion santa cena

Un día después de visitar a Juana, vimos que su estado empeoraba. La mitad de su cuerpo estaba paralizada y casi no hablaba. Yo estaba acongojado de verla en esa situación.

Por la noche me arrodille y temblando le dije a Dios que pusiera su cáncer en mi cabeza. Me acosté aterrorizado, no sabía lo que iba a hacer Dios, esperaba que no me hubiera escuchado, pero sabía que Él lo escuchaba y lo veía todo. No me atreví a cambiar la petición por si revisaba el asunto y lo consideraba propicio.
Cuando Juana murio al poco tiempo supe que yo seguiría viviendo.

¿Dónde está ese niño? ¿A dónde fue?

Para que puedan tener su Espíritu consigo

Todas las edades del alma aparecen cuando tenemos su Espíritu con nosotros. No sé de nada con mayor valor en este mundo que una porción de su Espíritu, aunque sea una pequeñita…así de pequeñita…
Quien no lo conoce, no puede entenderlo. Quien lo ha probado ya no puede desear nada mayor que eso en este mundo. Treinta segundos con su Espíritu no son equivalentes a nada en la Tierra, no hay contravalor que se corresponda.

A no ser que olvidemos su compañía, que la cubramos con el polvo del tiempo. La Santa Cena nos lleva a recordarlo a renovar el deseo del corazón que cultivamos desde la mañana del día santo, a seguirlo siempre.
A encontrar al niño que el hombre natural asustó.

8 COMENTARIOS

  1. Que instructivo son tus artículos,soy un expresidente de estaca y me facina los puntos doctrinales que usted escribe gracias ..soy de cali valle Colombia

  2. Todos sus, artículos son muy buenos, ansiosamente cada semana estoy mirando a ver si a escrito otro nuevo, usted tiene una gran comprensión de las escrituras o lo espiritual, muchas gracias por compartir sus conocimientos

    • Miguel amigo. Te será más cómodo si te inscribes en nuestro boletín. Llegara a tu correo las novedades. Lo que escribo nace a la izquierda de mi pecho, si no tengo nada ahí, no puedo escribir. Un saludo desde España

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