En las vacaciones pasadas, mientras el Wonder of the Seas navegaba frente a la costa de Marsella tuve la oportunidad de ver los antiguos puentes romanos que todavía sostenían el tráfico en la carretera que costeaba el paisaje en el presente. Esa voluntad, que comenzó con César en su conquista de la Galia, aún mantiene su pulso en esos arcos que elevan los caminos después del paso de los siglos. Me conmovió profundamente ese hecho al relacionarlo con los puentes del plan de salvación.
Contenidos
Las distancias a la costa
Por naturaleza yo debería atravesar esos barrancos a pie, sorteando peligros en busca de caza. Debería soportar el hambre y la sed, el peligro de ser atacado y la incertidumbre de sobrevivir una noche más en un mundo caído.
Sin embargo, estaba a salvo a más de 40 metros sobre el mar, navegando a 15 nudos y rodeado de comodidades, seguridad y un plan para los días siguientes.
Realmente mi situación era diferente a la de aquellos parajes escabrosos donde los romanos elevaron sus calzadas. Con su conocimiento de constructores, aportaron un escalón en la salvación de los caminantes y sus mercancías durante los avatares de sus vidas.
«…No pondré mi confianza en el brazo de la carne; porque sé que maldito es aquel que confía en el brazo de la carne…» (2 Nefi 4:34)
Poner la confianza en el brazo de la carne, incluye perder el hilo que nos une a los torrentes y a las gargantas de la tierra, a su calor abrasador en verano y la humedad perniciosa del invierno. Creernos a salvo y ajenos a todo eso nos trae la maldición de la ignorancia. Considerar que nuestra victoria sobre el mundo es definitiva, solo porque ese brazo de la carne nos eleva a 40m metros sobre el mar y a 15 nudos, es soportar el yugo de hierro de la inconsciencia en las salas amplias del gran y espacioso edificio.
Durante esos momentos, antes de llegar al puerto de Marsella, intenté reconstruir la genealogía de ese instante. Allí estábamos usted y yo, estimado lector, a hombros de siglos de conocimiento y de trabajos acumulados. Herederos de un patrimonio del saber transmitido por generaciones. Me dí cuenta que realmente existía un parentesco entre esos puentes de piedra y las 236.000 toneladas de acero y cristal sobre las que estaba.
Sí, y también comprendí que mi aparente salvación de aquellos lugares escabrosos, no podía romper el parentesco que me seguía uniendo a la lucha por vivir y a la realidad de la batalla por mi alma.
Conservar los lazos
Eso me llevó, no sé por qué, a pensar en el hombre y la mujer. A través de todas las capas de la historia, el hombre y la mujer se han afanado en salir adelante de toda escarpadura, juntos, soportando toda clase de dificultad.
«Adán empezó a cultivar la tierra, y a ejercer dominio sobre todas las bestias del campo, y a comer su pan con el sudor de su rostro, como yo, el Señor, le había mandado; y Eva, su esposa, también se afanaba con él.» (Moisés 5:1)
Cuando ambos se afanan en lo correcto, presienten lo básico bajo sus pies y no se les engañan fácilmente. A través de capas y capas de las mentiras de nuestro tiempo el matrimonio asienta su pie sobre piedras que no cambian como son mamá y papá. Ningún portento de acero o de palabras les hará perder el contacto con las rocas desnudas de la costa.
Mientras haya ahí afuera, montañas y ríos, mares y desiertos, parajes desolados y playas, habrá padres y madres, marido y mujer afanándose juntos. Disminuir esto comienza por deshacer las palabras, que son los vestidos del pensamiento, las que nos permiten atravesar el mundo solitario y triste.
Benjamín enseña a los padres «Ni permitiréis que vuestros hijos anden hambrientos ni desnudos…» (Mosiah 4:14) No lo permitió el Padre Celestial, haciendo túnicas de pieles para ellos. Ambos, papá y mamá, son los brazos protectores de otros Padres.
La misma tierra lanzará sus lazos para sostener a sus criaturas junto a sus palabras, para conservar el parentesco que ha salido de su seno.
El paisaje real de la costa
Hay un conocimiento básico y necesario para comprender la necesidad de la salvación para nuestra alma. El rey Benjamín se esfuerza en inculcar ese conocimiento previo en el pueblo mediante sus temblorosas palabras.
En medio de la prosperidad de su pueblo que eran muchos «sí, tantos así que no los contaron; porque se habían multiplicado extremadamente, y se habían hecho grandes en el país.» (Mosíah 2:2) Benjamín les invita a hacer un calibrado de su auténtica situación, tal como yo hice mirando los puentes de Marsella y les dice:
«Y ahora bien, en primer lugar, él os ha creado y os ha concedido vuestras vidas, por lo que le sois deudores.» (23)
Comprender esto es difícil mientras tenemos salud o al menos «[tener la]suficiente para pasar de un día al otro» (4:24) Casi consideramos la vida propia como un tren al que ya subimos en marcha y que no parará.
Benjamín nos dice que la vida es un milagro continuo, que no es un derecho adquirido por nuestra habilidad, que en realidad, se mantiene por aquel que…
«…os está preservando día tras día, dándoos aliento para que podáis vivir, moveros y obrar según vuestra propia voluntad, y aun sustentándoos momento tras momento…» (2:21)
Esas terribles palabras «momento tras momento» me recuerdan aquellos en los que me acercaba a la cuna de mis hijos antes de dormir para ver si respiraban. Yo como padre era consciente del milagro de esos momentos.
Pero, olvidados en el pasado, ahora desaparece su magia en lo que llamamos hoy, cuando en realidad siguen siendo micro-milagros ante nuestros ojos.
No hemos adquirido nuestra vida, nos ha sido dada. Nos encontramos un buen día con nuestro cuerpo «por quien fueron hechas todas las cosas que viven, se mueven y tienen su ser.» (DyC 45:1)
Benjamín les hace bajar de los puentes de Marsella, de los barcos de la costa, de su grandeza en el país, les hace pisar las piedras primigenias de su constitución. En definitiva, el conocimiento de su propia condición.
«Y en segundo lugar, él requiere que hagáis lo que os ha mandado; y si lo hacéis, él os bendice inmediatamente; y por tanto, os ha pagado. Y aún le sois deudores; y lo sois y lo seréis para siempre jamás; así pues, ¿de qué tenéis que jactaros?» (2:24)
¿De qué tenéis que jactaros?
Para hacer esa pregunta tal como la hace Benjamín hay que tener un conocimiento profundo del alma.
La palabra jactancia viene del latín iactantia que significa «alabanza propia» el componente «iactare» significa lanzar repetidamente, en este caso, nuestra alabanza.
Muchas veces he escuchado un tipo de jactancia particular, la de contemporizar confiadamente con la desesperanza. Jactarse de soportar sin pestañear el azar como origen de nuestra existencia, el vacío como habitación y la nada como destino. Este falso estoicismo es más bien un lamento disfrazado de conocimiento. Son estos avezados aventureros del desaliento, heroes a sus propios ojos, al beber una amarga copa sin gesto alguno de amargura.
«Porque he aquí, si el conocimiento de la bondad de Dios en esta ocasión ha despertado en vosotros el sentido de vuestra nulidad y vuestro estado indigno y caído» (Mosiah 4:5)
Pero el golpe de realidad de Benjamín hacia aquellos que confiadamente pusieron sus tiendas mirando al templo, provocó, sin embargo, la mayor toma de conciencia que he encontrado en las escrituras. El conocimiento de su nulidad y de su estado indigno y caído no fue para desesperanza sino fue la plataforma desde donde comprendieron la necesidad de la salvación y el descubrimiento de los puentes del plan de salvación.
» ¡Oh cuán grande es la bondad de nuestro Dios, que prepara un medio para que escapemos de las garras de este terrible monstruo; sí, ese monstruo, muerte e infierno, que llamo la muerte del cuerpo, y también la muerte del espíritu! » (2 Nefi 9:10)
Comprender la orografía de la existencia, es anticiparse a la ingeniería de la salvación. Si no comprendes la dificultad de atravesar la garganta profunda de un rio no puedes concebir un puente como la salvación. Porque no entiendes tu propia nulidad ante la indiferencia agreste de la naturaleza. Mostrar arrogancia ante esas dificultades al viajar, admitir sus peligros con petulancia y aceptar esa desesperanza con un alarde de soberbia solo aumentarán la desesperanza en nuestra alma y las heridas en nuestros pies.
Un puente para el alma
El Padre y el Hijo están a salvo de todo mal, sin embargo ellos no han cortado el hilo hasta los barrancos por donde transita el alma. Todo el ciclo de su divinidad está presente, no queman etapas, sino que las suman, por eso «comprende todas las cosas»
Enoc se asombra al comprobar…
«¿Por qué lloran los cielos, y derraman sus lágrimas como la lluvia sobre las montañas?
Y dijo Enoc al Señor: ¿Cómo es posible que tú llores, si eres santo, y de eternidad en eternidad? (Moisés 7:28)
Enoc se maravilla de cómo es posible que alguien que está sobre todo accidente de la vida, sobre toda garganta de río alguno y lejos de amenaza de tormenta o sequía pueda conmoverse y llorar.
«y nada sino paz, justicia y verdad es la habitación de tu trono; y la misericordia irá delante de tu faz y no tendrá fin; ¿cómo es posible que llores?» (31)
Esa habitación de su trono, es un logro del Padre. Así como la paz de nuestro hogar es nuestro logro más preciado. La respuesta revela cómo llega su implicación hasta las mismas piedras que pisamos y que cortan nuestros pies.
«…a tus hermanos he dicho, y también he dado mandamiento, que se amen el uno al otro, y que me prefieran a mí, su Padre, mas he aquí, no tienen afecto y aborrecen su propia sangre» (Moisés 7:33)
Por eso ellos son los constructores de los puentes del plan de salvación. Al igual que Cesar, o nosotros, ellos no cesan en su afán de pavimentar nuestra salvación. Por eso el Salvador como realizador del plan «ascendió a lo alto, como también descendió debajo de todo, por lo que comprendió todas las cosas, a fin de que estuviese en todas las cosas y a través de todas las cosas, la luz de la verdad» (DyC 88:6)
Benjamín consiguió que su pueblo entendiera que, aun cuando se «habían multiplicado extremadamente, y se habían hecho grandes en el país,»(Mosíah 2:2) debían descender «debajo de todo, [para que comprendieran] todas las cosas» (6) para así ver «la luz de la verdad, la cual verdad brilla. Esta es la luz de Cristo.» (7)
De no adquirir ese conocimiento, acabarían viendo lo que no existe, tal como el pueblo de Noé, que «…a causa de [una] gran victoria, se envanecieron con el orgullo de sus corazones, y se jactaron de su propia fuerza, diciendo que cincuenta de ellos podían contra miles de los lamanitas; y así se jactaban…» (Mosíah 11:19)
Muerte e infierno
¿Quién reconoce en nuestro mundo a este terrible monstruo? Es un abismo sin fondo ante el que debemos mirar con franqueza.
El 24 de febrero de 2022, Europa despertó a la realidad de que el mundo no es un lugar seguro ni agradable. Todos nos dimos cuenta con la invasión de Ucrania, que tender puentes con el comercio, el deporte o el turismo no domestican la naturaleza predatoria de algunos países.

El profeta Jacob deja claro que la naturaleza del mundo y su orografía es ciertamente hostil a la vida y a la felicidad. Lo vemos también en nuestro sistema inmune y su batalla permanente para salvarnos de la muerte. Aunque deseemos intensamente vivir, todo el Universo conspira para nuestra destrucción, para que «… esta carne [tenga] que descender para pudrirse y desmenuzarse en su madre tierra, para no levantarse jamás.» (2 Nefi 9:7) Y este es el primer monstruo que menciona Jacob, el de la muerte.
Jacob nos describe que la consecuencia de esto es «ser separados de la presencia de nuestro Dios y permanecer con el padre de las mentiras, en la miseria como él; sí, iguales a ese ser que engañó a nuestros primeros padres» (2 Nefi 9:9)
Esta descripción es la de un estado probatorio no la de uno vacacional. El empedrado base de esta vida, no está diseñado para nuestros pies ni sus estaciones para nuestra piel, por eso necesitamos salvarnos desde la base hacia arriba. El dolor es un condimento frecuente en nuestra vida a pesar de que en las redes sociales veamos lo contrario.
No buscar puentes para atravesar este agreste barranco es contentarse con la primera impresión de Lehi «vi que me hallaba en un desierto obscuro y lúgubre» (1 Nefi 8:7) El hombre natural se atrinchera en ese primer vistazo y desecha cualquier brazo de misericordia, considerándolo locura.
¿Tienes fe?
El jueves pasado fui al rocódromo que estaba a un costado del barco. La pared era alta y el instructor me avisó que debería hacer fuerza con las piernas y no tanto con los brazos si no quería cansarme. Por supuesto, como novato, hice lo contrario y me encontré a seis o siete metros sin poder seguir. Me dispuse a bajar tal como había subido, pero desde abajo me avisaban que debería soltarme, que descendería suavemente.
Era difícil convencer a mi cuerpo que debería soltarse de los apoyos en la pared y lanzarse al vacío confiando en que bajaría sin problemas. Me quedé atrapado tratando de razonar que lo correcto es hacer lo que me decían, pero no conseguía convencerme.
Entonces un muchacho, pueden verlo en la imagen, está abajo a mi izquierda, me preguntó
¿Tienes fe?
Me sorprendió escuchar una pregunta tan directa sobre la fe en ese momento. Yo tenía miedo, pero tenía que contestar o quedarme a vivir en esa pared. Le dije que sí…claro yo tengo fe.
Me dijo: Entonces suéltate…y así lo hice.
Más tarde, una vez que comprendí la lección recibida, busqué a ese joven, quería una fotografía con él, pero no pude encontrarlo.
Muchos aceptan la muerte como el fin de todo y el pecado como una convención, algo que pertenece a las opiniones de cada cual. Pero eso compone una pared escarpada sin muchos asideros para el alma, eso es el desierto oscuro y lúgubre de Lehi, el monstruo muerte e infierno de Jacob, la agreste costa de Marsella. Jactarse de nuestra habilidad en esas lindes es una pedantería que quebrará nuestros tobillos y desecará el alma.
Los puentes del plan de Salvación
Observar nuestra vida desde cero, no dar nada por debido ni por merecido. Ser conscientes de ese momento tras momento milagroso de estar vivo…creer a Benjamín. Conocer nuestros pecados con sus nombres. Esto nos ayuda a bajar debajo de todo, a despojarnos de todo lo accesorio que dificulta nuestra comprensión. No debemos temer ser menos que el polvo, cuando renunciamos a todo es cuando encontramos el puente de la salvación que Cristo nos da.
Envejecer propicia, pero no evita la dificultad de este aprendizaje.
Benjamín llevó a todo su pueblo a esa pared y les mostró que a ese Dios que nos ha creado, aunque le «sirvieseis con toda vuestra alma, todavía seríais servidores improductivos» (20) ¿Por qué cautiva tanto Benjamín? porque describe realmente las cosas, porque cuando dice «No. No podéis decir que sois aun como el polvo de la tierra» (25) me acerca a los puentes de Marsella, al conocimiento de mi Salvador.
Me acerca a ese momento en que un joven rescatador me pregunta si tengo fe y tal como Jesús dijo a Pedro en la tempestad «Ven hacia mi» este amigo desconocido me dice «Entonces suéltate»
Querido David, gracias por el mucho tiempo y dedicación con en el que implicas en cada uno de los artículos que desarrollas y por arrojar luz en detalles que pasan desapercibidos pero que muestras que todas y cada una de las palabras escogidas en las escrituras tiene profundidad en sí mismas.
Particularmente me ayudas a reflexionar y meditar en la inmensidad del evangelio con mi mente finita y para serte sincero a veces debo de pararme para retomar el hilo de tu desarrollo.
Gracias por tu gran talento y por compartirlo. Un abrazo
Gracias Juan Carlos. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Las escrituras no son lineales en el tiempo, no son solo relatos, tienen dimensiones numerosas y movimientos incrustados. Es una área que toco de vez en cuando pero quiero hacer un estudio aparte de esa cualidad. Si tu lo has visto me anima a seguir en ese camino
Estimado David, he quedado reflexionando con tu artículo sobre lo que dices del matrimonio. Tengo un compañero eterno que es excepcional y hemos construido un puente feliz que nos une pese a nuestras diferencias profundas sobre muchos aspectos de la vida. Sin embargo la fe y el amor que sentimos por nuestro Padre Celestial ha extendido y fortalecido el puente, que esperamos se prolongue más allá de los dolores y dificultades de la vida terrenal. Un abrazo.
Gracias Corína siempre una alegría tu visita en Teáncum. Tengo la misma experiencia que tú, algún día escribiré sobre este asunto fundamental
Me h gustado mucho este artículo David, acabo de leerlo, hoy domingo por la mañana.
Tiene muchas cosas para reflexionar y como siempre, me encanta tu habilidad con las palabras.
Un abrazo y gracias!!
Gracias Charo, siempre muy amable con teáncum, seguiremos adelante
Un articulo para pensar
Me ha gustado mucho
Gracias
Gracias Nati, pensar es lo siguiente cuando algo nos gusta
Fenomenal este artículo David, muy buena las lecciones que das a partir de unas vacaciones y las escrituras, gracias por escribir estos artículos.
Gracias Miguel por tu amistad con teáncum. Algún día nos encontraremos con el verdadero teáncum y espero que hayamos seguido su estela