La puerta estrecha en ésta última dispensación está en La sección 132 de DyC. Fué dada a la iglesia el 12 de Julio de 1843 en Nauvoo, Illinois.
Presenta el nuevo y sempiterno convenio, del matrimonio y dentro de este el principio del matrimonio plural. En la estela de esta escritura, como es natural, aparecen detalles profundos que normalmente permanecen escondidos o replegados a la vista.
Es en la restauración, donde las doctrinas perdidas son recuperadas y presentadas con la pureza inicial. Pero este nuevo convenio es novedoso. Trae ideas nuevas, nunca concebidas ni por la más fértil imaginación de hombre alguno.
Una introducción
José Smith preguntó al Señor cómo justificó que Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, David y Salomón, así como otros, tuviesen muchas esposas y concubinas. Inesperadamente, no recibió una respuesta informativa, sino un nuevo convenio. Ese convenio se basa en una ley y ésta tiene condiciones.
En el nuevo convenio participan Dios, un hombre y una mujer y la promesa de recibir todo lo que el Padre tiene, incluida la clase de vida que él posee en el reino celestial. Para entender un poco esa vida, veamos algunos detalles.
«…esta gloria será una plenitud y continuación de las simientes por siempre jamás.» (ver 19) las simientes se refieren a nuestra descendencia allá.
Leemos en el versículo 20 «Entonces serán dioses, porque no tendrán fin; por consiguiente, existirán de eternidad en eternidad, porque continuarán; entonces estarán sobre todo, porque todas las cosas les estarán sujetas. Entonces serán dioses, porque tendrán todo poder, y los ángeles estarán sujetos a ellos.»
Es la madurez del ser humano al llegar a ser como sus padres y participar de la vida adulta que hay en los cielos.
Y esta afirmación inédita en el versículo 63 «…para su exaltación en los mundos eternos, a fin de que engendren las almas de los hombres; pues en esto se perpetúa la obra de mi Padre, a fin de que él sea glorificado.» La claridad es absoluta, ambos, Dios, hombre y mujer compartiendo la gloria de Dios que está en su obra (Moisés 1:39). La divinidad es un logro no algo ajeno al hombre, nuestra identidad en la tierra no desaparece después sino que crece.
La ley
La ley que han de obedecer para tener esta gloria, es su palabra y tiene el poder de ligar después de esta vida a los contrayentes para que las promesas sean validas y en pleno vigor una vez que salgan del mundo. Pero para esto se deben cumplir las condiciones.
Las condiciones son básicamente cuatro, las descritas en DyC 132:19 «…si un hombre se casa con una mujer por mi palabra, la cual es mi ley, y por el nuevo y sempiterno convenio, y les es sellado por el Santo Espíritu de la promesa, por conducto del que es ungido, a quien he otorgado este poder y las llaves de este sacerdocio…»
Los versículos de esta revelación son largos y detallados, son semejantes a un texto legal, pues abundan en supuestos para fijar mejor su aplicación. El Señor se asegura que entendamos los detalles de este convenio por razones importantes que explica en varios lugares.
Se instituyó para la plenitud de su gloria
«Y en cuanto al nuevo y sempiterno convenio, se instituyó para la plenitud de mi gloria; y el que reciba la plenitud de ella deberá cumplir la ley, y la cumplirá, o será condenado, dice Dios el Señor.» (DyC 132:6)
Esta ley dada a la iglesia en el 1843 no obedecía a ninguna razón o necesidad del siglo XIX donde vivían los santos. No había ninguna demanda, costumbre o movimiento interno que provocase siquiera un debate ni la solicitud de éste. Simplemente en ese tiempo y lugar de la iglesia restaurada no había razón alguna de vivir el matrimonio plural que está incluido en el nuevo y sempiterno convenio. El profeta tardó doce años en hacerlo público.
No me detendré en el impacto que supuso para la iglesia la nueva doctrina, que incluía el matrimonio plural, porque sería un trabajo extenso y difícil. Brigham Young al enterarse del matrimonio plural, dijo “fue la primera vez en mi vida que deseé morir”
¿Por qué el Señor insistió en este asunto? sabiendo la gran prueba que seria para los santos. Creo ver dos razones principales.
La primera.
Este convenio se instituyo para la plenitud de su gloria, por lo tanto debía revelarse en la plenitud de su evangelio, en la restauración. Es la verdad de la relación familiar en los cielos y es necesario entrar en ese convenio para alcanzar esa gloria. En el versículo 5 leemos «Porque todos los que quieran recibir una bendición de mi mano han de obedecer la ley que fue decretada para tal bendición, así como sus condiciones, según fueron instituidas desde antes de la fundación del mundo.»
En este caso, se puede decir que hay una demanda por causas concretas para la existencia de esta ley en la sociedad de los cielos, a la que los santos deseaban pertenecer. Por tanto debían obedecer.La segunda.
La obediencia de los santos a esta ley, en el siglo XIX, en una joven democracia, con todos sus poderes en contra, con la opinión pública ferozmente en contra, incluso la propia moral de los santos en contradicción interna, supuso una fractura en la forma de pensar. Planteó en el alma de cada hombre y mujer si serían capaces de abandonar sus más intimas convicciones morales por un mandamiento que percibían como inmoral.
Para hacer esto tendrían que alzar el cuchillo de Abraham contra su propia alma.
La puerta estrecha
En el versículo 36, el Señor aclara » A Abraham se le mandó sacrificar a su hijo Isaac; sin embargo, estaba escrito: No matarás. No obstante, Abraham no se negó, y se le contó por obra justa.» En Moriá Jehová quiebra la constitución interna de Abraham, pidiendo a Isaac como víctima. Algo inmoral para Abraham. Pero esto forma en él la constitución interna necesaria para [entrar en su exaltación y sentarse sobre su trono.] (ver. 29). Esta quiebra interna de Abraham en Moriá, consigue prepararlo para ser formado de nuevo. Para ser en el futuro fuente de derecho y no sujeto de derecho. Para eso necesitaba aceptar la fuente de toda ley y para aceptar eso se le pidio la práctica de una contradicción con el sacrificio de Isaac.
En Nauvoo el 12 de Julio de 1843, cada miembro fue a Moriá y puso a prueba su constitución ante este convenio. El Señor lo sabia. El 6 de Octubre de 1890, por unanimidad se suspendió el matrimonio plural en la iglesia. El cuchillo fue detenido. Sin embargo el nuevo convenio sigue vigente.
Es muy conveniente la lectura del manifiesto del Pte. Woodruff y las selecciones de tres de sus discursos.
La prueba
Pienso que para desear esta gloria hace falta un punto de ambición o algo de intrepidez. No todos en el fondo la desean. Como no para todos los padres su gloria es llevar a cabo que sus hijos tengan buenos títulos universitarios o profesionales. Hace falta algo de ambición y coraje.
[En cuanto a las leyes de nuestro país, se instituyeron para la plenitud de nuestra sociedad y su cultura, y el que reciba sus beneficios deberá cumplir la ley, o será condenado a no tenerlos]
Reflexiones desordenadas acerca del sempiterno convenio
Una
El aspecto del nuevo y sempiterno convenio que contempla el matrimonio plural, produce un golpe seco en nuestro sentido común como occidentales. Yo me considero un occidental convencido y ciertamente detecto una convulsión dentro de mí al meditar sobre esto. Ni que decir tiene, que solo la idea de practicarlo me acerca al estado de shock. Sin embargo estoy dentro de la práctica del convenio que tenemos a partir del manifiesto.
Como occidentales cuando pensamos en Dios y sus leyes no podemos evitar hacerlo desde esa plataforma en la que ejecutamos nuestro pensamiento y decisiones que son las democracias liberales. Escribo desde una de ellas, España.
Digamos que nuestra cultura es el sistema operativo en el ejecutamos nuestro albedrío. Y el nuestro da para mucha variedad de actitudes y pensamientos.
Cuando meditamos en el Señor y sus leyes, seguimos vestidos de demócratas. Y en ocasiones con esa vestimenta recargada y cursi de lo políticamente correcto. Y llegamos a las escrituras desde una sociedad de poderes regulados por leyes, de leyes nacidas en parlamentos, de parlamentos escogidos en las urnas por ciudadanos libres.
No concebimos mayor soberanía que la nuestra delegada a nuestros representantes. Cuestionamos cualquier autoridad y decisión, la sometemos a nuestro juicio. Y aun desde nuestra pequeña dimensión nos sentimos soberanos de nosotros mismos.
Y esto es un logro inmenso de nuestra historia que hemos de conservar como un tesoro.
En el nuevo y sempiterno convenio nos relacionamos con el Señor de quien parte la ley y nosotros somos sus siervo, palabra antigua y desarraigada de nuestro presente. No podemos votar sus leyes, no podemos escoger quien nos represente ante él para modificarlas. No hay iniciativas, ni acciones populares para cambiarlas. Tenemos dificultades para aceptar que las leyes emanan de él y que la aceptación de algunas de ellas nos sitúan en una contradicción interna con nuestro entorno.
Él es el soberano y sin embargo nos invita a compartir su soberanía porque «hay espacio allá».
Es en esas torsiones de nuestra alma en las que perdemos nuestra forma humana y aceptamos ser cambiados a otra distinta, la que se requiere en una sociedad celestial. Son esas crisis en las que crecemos.
Dos
Esa relación antigua y cerrada no es permeable a la movilidad geográfica y a las exigencias del mercado y las fuertes corrientes que lo mueven. Los convenios matrimoniales están unidos a la familia donde el hombre provee y la mujer mantiene y conserva. En este convenio ambos se ayudan y se satisfacen. Ahora los beneficios de la relación matrimonial pueden conseguirse fuera de esos vínculos, sin los deberes antiguos, que tanto asustan hoy.
El divorcio crece y las familias monoparentales también. Y a mí algunos quieren convencerme de lo estupendo que son las residencias de mayores donde acabaré sí o sí. Porque ya nadie tendrá tiempo ni espacio para mi vejez.
Podríamos extendernos en detallar esos cambios en la familia pero es agotador y fuera de mi intención.
La pregunta es ¿Por qué nadie se escandaliza de todo esto? es fácil responder: pues porque cada reino con su gloria requiere sus leyes y sumerge a sus habitantes en ellas.
Sin embargo los cambios que promovió el nuevo y sempiterno convenio en 1843, vistos en conjunto, no fueron mayores que los que ya tenemos en las familias actuales. Pero en cambio supuso una persecución y difamación hacia los santos.
No debería extrañarnos que la gloria celestial (infinitamente más avanzada que la industrial) requiera algunas torsiones y quebrantamientos en nuestra forma humana, en nuestros usos y costumbres occidentales y democráticas. Eso requiere cambios en la familia. Ésta, en el mundo se contrae cada vez más, pero en la gloria celestial se expande de eternidad en eternidad. Por lo tanto por qué nos extraña que haya cosas inesperadas
Tres
Cuando nos acercamos al Padre y al Hijo nos acercamos a una familia; a la que pertenecemos. Cuando estudiamos su relación, sus leyes nos acercamos a ellos.
El lugar en que viven no es una república ni una monarquía parlamentaria. Es un reino y el Padre reina como soberano no elegido porque es el Padre y no es electo en su naturaleza. Su reino se fundamenta en su familia no en un plebiscito ni en votaciones. En la tierra esta forma de gobierno se asocia a una dictadura o tiranía.
Ese es el mismo modelo de la casa de Israel, de la cual somos hijos y Abraham nuestro padre. Cuando el Salvador estaba en la tierra no hablaba de su presidente o de su rey sino de su padre y en ocasiones de su papá.
Ninguna organización o potestad del cielo sobrepasa el vínculo familiar. Por eso la condición de hijo o hija es mayor que la dotación de talento de cada uno.
El sentir el golpe en nuestro sentido común, o en nuestra lógica, no debe asustarnos ni anular el deseo de volver a casa. Simplemente debemos de entender que es un mundo nuevo.
Cuatro
- Igualdad.
Palabra adorada como un tótem divino. El mundo nos enseña que el hombre y la mujer son iguales. Pero es falso no son iguales en casi nada. Su sexo es distinto y su género en el lenguaje también. Su morfología es diferente y tienen funciones distintas. ¿Como es que queremos obviar todo eso?
Cuanta más igualdad queremos forzar, más divorcios. El matrimonio se basa en ser complementarios y para eso hay que ser desiguales. Las uniones modernas o parejas sin vínculos legales en la que ambos se dedican a hacer lo mismo, cada uno obtiene la seguridad económica que necesitan fuera del matrimonio, el reconocimiento social fuera, la satisfacción sexual fuera de éste, el cuidado para los hijos (los cada vez menos) subrogado a entidades o extraños. Díganme, ¿para qué sirve el matrimonio entonces? no tiene sentido. Porque solo se busca el desarrollo personal desvinculados de lo que les hace a cada uno hombre y mujer.
El nuevo y sempiterno convenio parte de un matrimonio no de una pareja de hecho. Aquellos, unidos por vínculos legales empiezan ya a fortalecer a la sociedad con la determinación de sacar a una familia hacia delante y no solo un proyecto personal.
- Pareja.
Palabra pobre, inferior, simple, anodina, sin historia, neutra, débil, impotente, inválida, oscura, sin contexto, forzada, ridícula, escasa, impropia. Perversión del lenguaje, traición a la historia que fraguó matrimonio a golpe de siglos superando, guerras y plagas.
Ahora a esta nueva advenediza se le coloca en un pedestal y nuestro lenguaje ha de conjugar bajo pena de muerte civil, en todas las frases el término pareja. Desaparecido esposo y esposa solo queda «mi pareja». Degradación, usurpación, robo, golpismo, engaño, amputación, abandono, traición.
Leemos en Abraham 5:20 «…y las llevaron a Adán para ver qué nombre les había de dar; y lo que Adán llamara a toda cosa viviente, tal sería su nombre.» Ahora, nuestro Adán de hoy hace años, llamó al matrimonio pareja, al esposo pareja y a la esposa pareja. Tres por el precio de uno. Y ese término, pareja, vacío, huero, vano, pueril, insustancial conforma en nuestra mente, posterior al lenguaje, una unión de hombre y mujer temporal, casual, liviana, efímera, precaria, débil, breve, imprevisible, desleal, insolidaria.
De esta forma vaciando el lenguaje, se empobrece el alma.
En la proclamación de la familia la primera presidencia nos dice
«…Los esposos y las esposas, las madres y los padres, serán responsables ante Dios del cumplimiento de estas obligaciones.»
Los términos esposos y esposas han desaparecido de nuestro uso del lenguaje. ¿Cuanto creen que tardará en desaparecer madres y padres.? Ya estas ultimas palabras están asediadas por las novedosas padre biológico y madre biológica, separando así lo que antes estaba unido. Ya la realidad propicia nuevos términos a madres que congelan óvulos para ser fecundados una vez que terminen sus trabajos y afane. Esperma congelado, como mercancías por precio.
Ya han usurpado sus funciones ya que, sustituidas sus palabras, han cambiado el significado. ¿A qué esperan para dar el último asalto?
El sempiterno convenio, el que vivimos ahora, está construido sobre esposo y esposa, hijos e hijas sellados y unidos a las generaciones anteriores por vínculos eternos; unidos, por su palabra y su ley, mediante alguien ungido con autoridad; uniendo, así, abuelos, abuelas, tíos, primos que, en mi caso, se remontan hasta el año 1650. ¿Realmente es tan escandaloso el matrimonio plural que se practicó en el pasado, ante la destrucción que vemos ahora?
Cinco
Esta es la puerta estrecha. Es muy fácil adoptar el discurso actual y seguir la corriente, sin embargo la verdad no suele emerger nunca de esas aguas.
El evangelio restaurado es coherente desde su primera sílaba hasta la última. Desde la primera visión, donde José Smith vio los cuerpos físicos del Padre y del Hijo hasta el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio todo es coherencia.
Todas las visiones de mensajeros divinos y su entrega de llaves obedece a un esquema que se desarrolla en el tiempo componiendo un bordado inteligente y significativo. Podremos tildarlo de falso si queremos, pero ninguna mente cuidadosa y analítica podrá llamar incoherente y confuso al evangelio restaurado. El orden y los propósito de cada elemento participa del todo como una sinfonía.
Como culminación, el nuevo y sempiterno convenio, enseña la divinidad del hombre y la humanidad de Dios. Proclama la conservación de nuestra identidad a través de la eternidad, la trascendencia de la familia, la eternidad de palabras como papa, mama, hijo, abuelo, abuela. La posibilidad de continuar y de llegar a ser como nuestro Padre. Nos enseña este evangelio que la divinidad es un logro y no una sustancia. Que el Padre nos comprende porque el estuvo en nuestra situación y por eso envía a su hijo, al mejor de su casa.
Todas estas ideas eran inconcebidas e inconcebibles hasta que el profeta José Smith las reveló en el siglo XIX. Hasta entonces nadie pudo ni imaginar algo así. No había referentes de teorías, creencias o literatura que hubiese podido inspirar una doctrina como esta.
Ante la anchura de las doctrinas del mundo, donde no hay caminos sino que cada cual lo hace al andar, aquel que se acerca a este convenio sempiterno se da cuenta que hacia la cima todo se estrecha y se aclara al entrar por esa puerta «Porque estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la exaltación y continuación de las vidas, y pocos son los que la hallan…» (ver.22)