sábado, febrero 1, 2025
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La preeminencia de la fe

Hay una falsa sensación que puede deducirse, a partir de nuestras declaraciones, de que la fe es un peldaño inferior al del conocimiento.

El domingo pasado en la clase de jóvenes adultos, preguntaba a mis alumnos qué preferían ¿saber o creer? La respuesta unánime fue saber.
Como santos de los últimos días declaramos saber muchas cosas, pero la preeminencia de la fe está en las escrituras.
Me dispongo hoy en Teáncum a reflexionar, igual que hicimos el domingo 21 de Julio, sobre los primeros veintisiete versículos de Alma 32, que en mi opinión son de gran importancia para acercarnos a la fe.

La preeminencia de la fe

Cuando me bauticé, me llamó la atención del uso continuo de la expresión «Yo sé» que usaban los miembros en mi rama de Sevilla en la calle Álvarez Quintero en 1976. Desde entonces esa expresión, es una característica de nuestro discipulado y de su lenguaje.
No es mi idea, ni voy a rozar siquiera la intención, de desprestigiar esa declaración, porque efectivamente forma parte de nuestro testimonio. Solo intentaré señalar el motivo por el que el diseño de este mundo no puede eludir la fe, y la falsa sensación que puede deducirse, a partir de nuestras declaraciones, de que la fe es un peldaño inferior al del conocimiento.

Volvió su rostro

Los zoramitas vivían en la tierra de Antonium, al este de Zarahemla. Su tierra colindaba con los lamanitas, de ahí la preocupación de Alma por su disidencia. La cohesión de los nefitas no partía de su idea de nación o estado sino de su religión. De ahí manaban sus leyes como la libertad de culto incluida en la libertad civil. Una apostasía zoramita, limítrofe con los lamanitas, era una fuente de inestabilidad.
Ese día, Alma estaba predicando a una multitud en el cerro de Onida.
Estando en esta tarea, escucho alguien hablarle

«Y llegaron a Alma; y el principal entre ellos le dijo: He aquí, ¿qué harán estos, mis hermanos? Pues son despreciados por todos los hombres a causa de su pobreza; sí, y más particularmente por nuestros sacerdotes, porque nos han echado de nuestras sinagogas, que con tanto trabajo hemos edificado con nuestras propias manos; y nos han echado a causa de nuestra suma pobreza; y no tenemos un lugar para adorar a nuestro Dios. He aquí, ¿qué haremos?

Alma 32:5
La preeminencia de la fe

Al decir ¿Qué haremos? habla en nombre de todos. Al principio creí que estaban demandando la reparación de esa injusticia. Pensé que solicitaban ser aceptados como iguales en las sinagogas zoramitas. Sin embargo al decir «no tenemos un lugar para adorar a nuestro Dios» muestran que esa injusticia ha avivado un deseo profundo del alma y no de su condición como ciudadanos zoramitas.

El principal de entre ellos, no sabemos su nombre, pudo derivar este conflicto hacia una demanda social, pero su buen juicio le hizo dirigir la situación hacia algo más profundo como la adoración a Dios. No es frecuente encontrar personas de tan sano entendimiento en esta situación.
¿Lo seriamos nosotros?

Seguidamente

«…cuando Alma oyó esto, volvió su rostro directamente hacia él, y los observó con gran gozo; porque vio que sus aflicciones realmente los habían humillado, y que se hallaban preparados para oír la palabra.»

Alma 32:6

Alma se vuelve hacia ellos. Se descubre una situación injusta. Ciudadanos despreciados después de edificar las sinagogas donde no son admitidos. Al parecer edificadas con un trabajo no recompensado. Un esfuerzo profesional que no sirvió para cambiar su condición de pobreza.


A veces en el estudio de las escrituras, buscamos afanosamente una conclusión. Sin embargo permita el lector que desarrolle todo el proceso porque ahí radica el valor del estudio, en el camino.

La oración zoramita

La oración de los zoramitas era una exposición de conocimiento ordenado y certero.

¡…y nos has elegido para que seamos salvos, mientras que todos los que nos rodean son elegidos para ser arrojados por tu ira al infierno; y por esta santidad, oh Dios, te damos gracias…a fin de que no seamos llevados en pos de las necias tradiciones de nuestros hermanos que los someten a una creencia en Cristo, lo que conduce sus corazones a apartarse lejos de ti, Dios nuestro!

Alma 31:17
La preeminencia de la fe

Los zoramitas tienen un mundo de ideas claras, aunque erradas. Pero un error bien definido y presentado, acompañado de rituales, de orden y poder, bien puede proporcionar un lugar convincente para vivir.
Sin embargo la situación de donde surge la fe, es a veces caótica y sume al alma en un desesperado «He aquí qué haremos?» Es el mismo caos que sufrió José Smith antes de la visión o Enós, Lehi o el mismo Alma.

Hoy nos encontramos en la gran sinagoga del mundo, situaciones parecidas. No importa si verdaderas o erróneas, pero las «oraciones» que nos rodean suelen ser igual de tajantes. Ante ellas, los santos a veces sentimos pobreza de ropas porque no podemos ser admitidos solo por creer o solo por creer que sabemos.
El Señor diseñó su plan para que vistiésemos esa especie de pobreza de ropas. Alma deseo en cierta ocasión vestirse de palabras retumbantes.

«¡Oh, si fuera yo un ángel y se me concediera el deseo de mi corazón, para salir y hablar con la trompeta de Dios, con una voz que estremeciera la tierra, y proclamar el arrepentimiento a todo pueblo!»

Alma 29:1
La preeminencia de la fe

Yo desee muchas veces tener una voz que estremeciera a mi profesora de ciencias naturales, a todos los que se burlaban de mis creencias. Pero no la tenía. Solo podía balbucear un yo creo ni siquiera un yo sé, porque no tenía ni una piedra que lanzar contra el portentoso edificio de Darwin.

Esa intención del Señor de desposeernos de pruebas, que nos den esa voz de trompeta, nos enseña a ser humildes y no pretender subir al «rameupton» y hablar con ligereza de lo que suponemos. Y para eso necesitamos lo que tenían aquellos zoramitas pobres.

«Yo os digo que está bien que seáis echados de vuestras sinagogas, para que seáis humildes y aprendáis sabiduría;»

Alma 32:12

La preeminencia de la fe

Cualquier clase de conocimiento está velado y se necesita esfuerzo para obtenerlo y a veces ni con eso lo conseguimos. Si hubiésemos tenido como prioridad al venir a este mundo adquirir conocimiento, no se nos ocultaría, accederíamos a él con la capacidad natural de nuestros sentidos. No habría velo en nuestra mente y todo sería claro. Pero lo hay, incluso el Universo que vemos está velado, es su pasado el que recibimos en nuestra retina, su presente está oculto. !Se nos oculta tantas cosas!

El templo, tal como el Universo, vela su conocimiento y lo reserva para el que la busca con fe. No existen eruditos del templo. Es un conocimiento no transferible al igual que lo es la fe o el testimonio. El conocimiento del templo es para asimilación del alma y no para engalanar la lengua y sus palabras.

En cuanto adquirimos un conocimiento perfecto en algo, nos detenemos. Es una sed saciada, una duda resuelta, una incertidumbre desvelada. Pero el maestro nos pide un grano de mostaza no un tratado de agricultura.

«…porque de cierto os digo que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible.»

Mar. 17:20

El Salvador conocía a la perfección la ley pero enseñaba la preeminencia de la fe. Sin embargo, el entorno de su tiempo la otorgaba al conocimiento de la ley. Hemos de estar atentos en eso.

Las planchas de oro

El hecho de que no tengamos las planchas de oro es muy significativo. Si Moroni hubiese dejado los registros en custodia a José Smith. Si esas planchas hubiesen llegado intactas hasta nuestros días, hubiesen sido una prueba convincente de la verdad del Libro de Mormón, habría sido un testimonio irrefutable de Cristo, de su expiación y el plan de Dios. Quizás no del origen divino de las planchas, pero su testimonio sería como escuchar la trompeta de Dios, y hablaríamos con una voz que estremecería la tierra.

La preeminencia de la fe



Se hubiesen podido hacer pruebas de su traducción, incluso ahora con la asistencia de IA. Una resultado, aunque no fuese exacto, pero que coincidiera con el fin por el que fueron escritas, habría sido el mayor acontecimiento del mundo, después de la resurrección de Cristo.
Personalmente me habría evitado muchas dificultades, podría haber contestado a muchas preguntas aceradas como dardos. Habría tenido un soporte firme para tiempos oscuros…al menos debería ser así.
Por qué llevarlas, por qué esa premura en su traducción, por qué no dejar los intérpretes, la espada de Labán y acumular un capital de hechos incontrovertible que hubiese dado a la restauración un poder de convicción difícilmente rebatible.
Moroni era el encargado de su custodia, pero ese afán esconde un propósito semejante al de los querubines que guardan el camino hacia el árbol de la vida.
¿Por qué ocurrió de esta manera?

El acero bruñido de los hechos

He pensado mucho en esto porque este acontecimiento de nuestra historia, es una clave para entender la importancia de la fe.
He imaginado cómo habría sido mi vida y mi discipulado. Y he de admitir, por el conocimiento de mi persona, que si las planchas estuviesen aquí, sería difícil intentar ser humilde.

Cómo sustraerme de emplear ese acero bruñido de los hechos para tumbar opiniones, actitudes y reveses de la vida. Cómo antepondría el susurro del espíritu, la persuasión o la longanimidad, cuando tendría a mano el atronador brillo de sus hojas.
Sí, estimado lector, yo me conozco y no voy a idealizarme a estas alturas de la vida. ¿habría tenido paciencia, oraría de la misma manera, trataría a las personas con compasión, comprendería sus dificultades para creer?

Y dígame estimado lector, ¿usaríamos para fortalecer al que flaquea la persuasión, la longanimidad, benignidad, mansedumbre y el amor sincero; la bondad y el conocimiento puro, cuando lo más fácil sería la compulsión, apelando a los hechos y a ser consecuentes con ellos?

La preeminencia de la fe

Una escena imaginada

He imaginado una escena cuando era obispo hace años.
En las entrevistas tendría una fotografía de las planchas en mi despacho. Escucharía pacientemente las quejas, los deseos de abandonar, de darse por vencido. Intentaría dar ánimo y aconsejar, pero tendría mi mano cerca de esa imagen.
Cuando acabaran, en resumidas cuentas, pondría la foto ante el hermano o hermana y preguntaría ¿Qué vas a hacer con esto?
Sí hombre, es perfecto ¿no creen? Yo en mi rameupton, vestido de hechos y hablando como trompeta.
Pero estaría poniendo en serio peligro a aquellos que flaquearan cuando tendríamos tan grandes evidencias y pruebas de la verdad.

«Y ahora bien, ¿cuánto más maldito es aquel que conoce la voluntad de Dios y no la cumple, que el que solo cree o solamente tiene motivo para creer, y cae en transgresión?»

Alma 32:19

Y nosotros ¿lo estaríamos? seriamos lo suficientemente rectos y dedicados para poder soportar un testimonio del brillo de sus hojas. En realidad la fe nos protege de aquello que no deberíamos conocer de forma perfecta. ¿Estaríamos preparados usted o yo para tener el testimonio de un apóstol?
Sin embargo es ante el velo, ante ese conocimiento imperfecto, donde borbotean «la longanimidad, benignidad, mansedumbre y el amor sincero; la bondad y el conocimiento puro»
Sí, Moroni se las llevó y nos ayudó con eso.

Con fe en su palabra

Alma les dice a los zoramitas

«Dios es misericordioso para con todos los que creen en su nombre; por tanto, él desea ante todo que creáis, sí, en su palabra.»

Alma 32:22

El capitulo 32 de Alma, describe meticulosamente la interacción de la fe y el conocimiento. En el 33 los zoramitas le preguntan a Alma, qué palabra han de plantar en el corazón para experimentar con la fe, les contesta la venida de Cristo. Amulek en el 34, siguiendo con la parábola de la semilla confirma la necesidad de plantar la semilla de creer en el Hijo de Dios.

En alma 32 podemos ver que el conocimiento es un subproducto de la fe. La preeminencia de la fe, se adelanta animosa y va desbrozando el camino. A veces los santos nos centramos demasiado en llegar a saber sin experimentar el momento donde opera la fe.
Eso puede producir cierta ansiedad e inseguridad ya que si no llegamos a poder declarar que sabemos, nos suena poca cosa decir que creemos.

La fe es una experiencia sagrada también, sin embargo se la considera un rudimento del conocimiento. Entre nosotros la fe no acostumbra a ser determinante en el testimonio porque no puede articularse en palabras claras.
Si no tenemos cuidado en nuestros pensamientos y palabras, podemos estar tejiendo sin darnos cuenta ropas suntuosas de certezas en detrimento de los sencillos testimonios de fe de muchos humildes discípulos de Cristo. Ante eso quizás a muchos les sea poco testificar «Creo en Cristo; El es mi Rey» (Himno 76) porque no pueden afirmar todavía «Yo sé que vive mi Señor» (Himno 73)

La fe llave del conocimiento

Alma declaró

«La fe no es tener un conocimiento perfecto de las cosas; de modo que si tenéis fe, tenéis esperanza en cosas que no se ven, y que son verdaderas.»

Alma 32:21

Aquí Alma nos dice lo que no es la fe, «no es tener un conocimiento perfecto de las cosas». A continuación nos dice que cosas tienen los que tienen fe «esperanza en cosas que no se ven y que son verdaderas» Pero no hay una definición de la fe.
En Hebreos 11:1 nos dice que es «la convicción de lo que no se ve» pero la fe no es solo una convicción que significa «creencia firme» la maldad también puede ser una convicción de lo que aun no vemos.

La fe no pertenece a este mundo, la experimentamos como el tiempo, sabemos qué es pero si nos preguntan ya no lo sabemos (San Agustín dixit) Solo podemos conocerla por aproximación que es lo que hace Alma.

«Mas he aquí, si despertáis y aviváis vuestras facultades hasta experimentar con mis palabras, y ejercitáis un poco de fe, sí, aunque no sea más que un deseo de creer, dejad que este deseo obre en vosotros, sí, hasta creer de tal modo que deis cabida a una porción de mis palabras.»

Alma 32:27

Esta es la llave. Aquí se produce una acrobacia espiritual cuando despertamos y avivamos facultades…para desear. Un deseo de creer, es algo extraño. ¿Cómo se puede desear creer?
En el origen de la palabra deseo hay controversia. Me inclino a aceptar esta etimología. Deseo proviene de «desiderare» es un término astrológico. Se aplica cuando dejamos de ver un astro por su declinación bajo el horizonte. Un astro que si puede verse en otra época del año. Pero al perderlo de vista en el cambio de estación, lo echamos en falta.

Deseo de creer

El deseo de creer que nos pide Alma, no es ciego, apela al interior desconocido del alma, por echar en falta el hogar querido que dejamos al nacer, al Padre ausente. A la familia que olvidamos en el declinar de nuestro nacimiento a otra estación de la existencia. Plantar su palabra como una semilla en nuestra alma, cuidarla y ver que se hincha y brota y empieza a iluminar, es comenzar a recordar el astro de nuestro hogar celestial.

Al que es humilde, es decir al que ha desbrozado su alma para sembrar, las palabras del evangelio pulsan cuerdas de su interior que no no ven.
Por eso lo importante no es tanto el conocimiento, como la capacidad de despertar y avivar deseos de ver de nuevo el astro olvidado, de escuchar con más claridad los ecos de las palabras de nuestra infancia premortal.
La humildad hace hueco en el alma, crea el vacío y el temor que lo acompaña. El Universo aborrece el vacío el alma también. Pero el humilde lo soporta por la fe a la espera de algo con qué llenarlo. Cuando llega el conocimiento ya volvemos de conseguirlo.

En la oscuridad

Si un día, estimado lector, pasadas todas las estaciones y conocidas todas las estrellas usted está en el centro de la eternidad y tras sus espaldas una multitud innumerable espera.
Cuando pronuncie las palabras de la ordenanza sagrada de la creación «Hágase la luz» lo hará por la fe. Cuando la materia eclosione en la oscuridad como espigas de un Universo que verdea hacia la vida, lo hará iluminado por la semilla de mostaza que usted se trajo de un mundo ya extinto.

10 COMENTARIOS

  1. Gracias hno David por este artículo igual que todos los demás nos inspira y abre nuestras mentes en este caso el principio de la fe.

    • Gracias a tí Miguel. Creo que estas en Teáncum desde que se inicio más o menos. Estoy pensando hacer libros de algunas categorias del blog. Quizás haya alguna que te guste mas.
      Un saludo desde Almeria, España

      • Hermano David, agradezco que comparta el gran don escribir, a veces los pensamientos no se coordinan con la escritura, es como si la energía no tuviera un conductor suficiente para transmitir su intensidad, me gusta que usted tiene tantos conductores que facilitan la intensidad de sus pensamientos. Un saludo desde la estaca Cuernavaca, México.

  2. Gracias por el artículo y por estimular el pensamiento y el análisis sobre nuestras propias creencias y tradiciones, a menudo desencaminadas, pero tan asumidas o interiorizadas que desprenderse de ellas no está al alcance de todos, me temo, y, como suele suceder con lo tocante al aprendizaje y progreso espiritual, requiera de tiempo, introspección y arrepentimiento.
    Sé que el Señor es mi Salvador, pero ¿tengo fe en Él (en el sentido y significado originales de la palabra que los primeros escritores cristianos escogieron por adecuada para designar esa relación con nuestro Salvador)? Ese es mi desafío diario.

    • Hola Mencia. Son desafíos o más bien acompañantes. Siempre me he planteado los desafíos, no frente a mí sino alrededor de mí, como parte del paisaje. En mi caso yo no confronto con mis desafíos, no les hecho un pulso. Más bien camino con ellos y a veces los miro y otras de reojo, son mis compañeros no mis enemigos.
      Gracias por visitar teáncum

  3. Querido amigo David: te felicito por tu artículo. Me parece del todo acertado. Es curioso el dilema: tener fe en nuestras creencias y convicciones y ser humilde o tener la prueba que justifique nuestro orgullo.
    De todas formas, demasiadas veces sentimos la tentación de tratar con desprecio a los que no comparten nuestra fe por sentirnos ‘electos y santos’ como los zoramitas.
    Como tu dices: menos mal que no tenemos las planchas, nos sentiriamos justificados a ser más implacables.

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