sábado, febrero 1, 2025
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La ecología del evangelio, empieza en tí

La ecología del evangelio es algo tan real como la que conocemos en la vida cotidiana. Ecología según la R.A.E. se define como «Ciencia que estudia los seres vivos como habitantes de un medio, y las relaciones que mantienen entre sí y con el propio medio.» 

Observando la frase anterior, notarán que se propone a los seres vivos como únicos agentes de las relaciones y el medio, es decir la tierra (factor abiótico) como sujeto paciente, o como diría Lehi «aquellas [cosas]sobre las cuales se actúa.» (2 Nefi 2:14)
Y en este sentido la definición de Ecología que se usa en la R.A.E. avala la visión del Génesis, ya que en éste, la tierra se presenta como una creación para ser dominada por el hombre y éste como el actor principal, comienza por dar nombre a sus habitantes«… y lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre.» (Génesis 2:19)

Un nuevo aporte en la restauración

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Si simplificamos la definición de la R.A.E eliminando «Ciencia que estudia» y adjudicamos la condición de habitantes a todos los seres,  encontramos una idea más ágil y manejable. Algo «los habitantes de un medio se relacionan entre sí y con el medio» 

En la teología de la iglesia restaurada, hay un concepto diferente de la tierra que viene a extender lo anterior. Podemos leer en Moisés 7:48 la ocasión en que Enoc escucha a la tierra«…venía una voz de sus entrañas, y decía: ¡Ay, ay de mí, la madre de los hombres! ¡Estoy afligida, estoy fatigada por causa de la iniquidad de mis hijos! ¿Cuándo descansaré y quedaré limpia de la impureza que de mí ha salido? ¿Cuándo me santificará mi Creador para que yo descanse, y more la justicia sobre mi faz por un tiempo?»

El capítulo 7 narra la visión de Enoc cuando subió al monte Simeón. Si lo leen, notarán que el lenguaje usado no es metafórico, sino descriptivo. Por eso, es de tener en cuenta, el concepto de una Tierra viva.  Ya que interactúa con sus habitantes y que no solo recibe la acción como un cuerpo inerte, o como factor abiótico.

La tierra viva

En DyC 88:25, leemos «…la tierra obedece la ley de un reino celestial, porque cumple la medida de su creación y no traspasa la ley;» . Si sustituyen «la tierra» por cualquier nombre, incluido el suyo propio, verán que la frase sigue teniendo el mismo sentido. Esto se debe a que el tratamiento que recibe la tierra en las escrituras. En la iglesia restaurada, es el de un ser vivo que nace, se desarrolla, muere y es vivificado. Podemos verlo al seguir leyendo
«…así que, será santificada; sí, a pesar de que morirá, será vivificada de nuevo; y aguantará el poder que la vivifica…» (DyC 88:26)
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Esta idea de una tierra viva, lo volvemos a observar en Abraham 4:18 «Y los Dioses vigilaron aquellas cosas que habían ordenado hasta que obedecieron.» El momento de la creación, al que se refiere este versiculo, está desprovisto de vida biológica, pero ese medio (la tierra), que espera a sus habitantes para que se relacionen con ella, ya tiene la capacidad de obedecer.
Visto esto, mi propuesta de definición de ecología a la luz de las escrituras es:
«Ciencia que estudia las relaciones entre los seres vivos y el medio, como creadores de un hábitat».
Separo con toda intención el hábitat del medio. Entiendo que la tierra también vive en ese hábitat construido entre todos los seres vivos.

La ecología del evangelio

En la sección 59 de DyC aparecen algunos aspectos de la relación entre una humanidad que obedeciera las leyes de Sión y la tierra.

La profundidad de los frutos

«Y en este día no harás ninguna otra cosa sino preparar tus alimentos con sencillez de corazón, a fin de que tus ayunos sean perfectos, o en otras palabras, que tu gozo sea cabal.» (13)

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Al relacionarnos con los alimentos aplicando el corazón, conservamos el vínculo maternal que tenemos con la tierra. Preparándolos, con sencillez, no en competición, adoptamos la actitud de ministrar a otros. Usamos un sacerdocio básico, cuyo poder transforma los frutos de la tierra en ofrendas de gratitud. De esa forma nos unimos a la tierra para generar«el beneficio y el uso del hombre, tanto para agradar la vista como para alegrar el corazón; sí, para ser alimento y vestidura, para gustar y oler, para vigorizar el cuerpo y animar el alma.» (18-19)

Al igual que en la Santa Cena, ésta forma de adoración, invita al contacto de nuestras manos con los frutos de la tierra. Tocarlos aumenta nuestra fe en su providencia y la sensación de que «complace a Dios haber dado todas estas cosas al hombre» (20) .
Por el contrario, los alimentos procesados rompen la cadena del tacto, que nos une no solo a la tierra, sino a nuestros antepasados. Los colores, olores y gustos del que ellos disfrutaron, están en nuestro interior desde tiempos remotos. Mantienen en nuestro presente su memoria y en nuestra alma el arraigo.
ecología del evangelioAl ceder en nuestros hábitos hacia la rapidez de la comida procesada, ganamos tiempo para una causa extraña, desconocida y exenta de alma.

La ministración sin alma

Ya sin necesidad de sencillez en el corazón, no ministramos a los nuestros «para vigorizar el cuerpo y animar el alma» sino que expendemos alimentos como un distribuidor más de esa industria.
Al usar «Cada hierba en su sazón y cada fruta en su sazón; todas estas para usarse con prudencia y acción de gracias» (DyC 89:11) coincidimos con los tiempos de la tierra, preparando así los alimentos en compañía de las estaciones y sus frutos asociados. De esa forma incluimos los ciclos de los cielos en la labor de nuestras manos. Entonces somos uno, sin saberlo, con el creador de ellos.

En este humilde ministerio nos movemos en armonía con la tierra mientras«…rueda sobre sus alas…en medio del poder de Dios.» (DyC 88:45). Esta actitud es lo que identifico como «acción de gracias

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La limpieza de la cocina, la vajilla, el orden de sus elementos, todo ello sugiere al alma un ecosistema ordenado. Y durante esa labor meditamos en la pureza de ella misma. El Salvador escogió esto como ejemplo «limpiáis lo que está fuera del vaso y del plato; pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia.» (Mateo 23:25) desde esa sabiduría doméstica, aun el Salvador, antes de irse ordenó, sus últimas prendas «Entonces llegó Simón Pedro siguiéndole, y entró en el sepulcro y vio los lienzos puestos allí, y el sudario que había estado sobre su cabeza, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.» (Juan 20:6-7) 

Lasa tareas sencillas

Esa observación cuidadosa de las tareas de Marta y el cuidado de unos lienzos, habla mucho de la importancia de las tareas simples. El mantenimiento de la vida como oportunidad de conocimiento.
Pero ahora esas tareas no son consideradas. Se relacionan con una cierta esclavitud de la que hay que desprenderse, para así, alejarse aún más de los tiempos terrestres, de lo pesado, del barro del Edén. Pero fue de ese barro de donde fuimos creados. Alejarnos de lo básico de nuestra naturaleza es acercarnos a lo volátil a lo artificioso.

ecología del evangelio

Al conservar en la ecología del evangelio, esta forma con corazón,  de relacionarnos con la tierra y sus frutos y al hacerlo en rectitud recibiremos de ella vigor en el cuerpo y ánimo en el alma y todo ello con acción de gracias componen un aliciente para actuar «con juicio, no en exceso ni por extorsión» (20) entonces creamos un hábitat distinto al que tenemos hoy, que está basado en la extorsión.

En cambio si nos decantarnos por los alimentos procesados, avivamos el auge de lo extraño, la independencia del origen de nuestra sustancia. Cortamos el cordón umbilical, no para crecer sino para ofrendar en altares extraños. Todo ello por el anhelo de más tiempo libre, cuando esté siempre llega portando nuevas cargas.

La familia y la economía

Economía procede del griego oikonomos. De ahí por mar y tierra viaja al latín oeconomia (el que administra bien su casa)  Las escrituras definen  esa relación con la tierra, llamada economía, usando las palabras prudencia, juicio, sin extorsión y agradecimiento. No hay que ser economista para observar que las que definen nuestra relación con los recursos de la tierra son ligereza, sinrazón, abuso y egoísmo.

La ecología del evangelio

El énfasis que promueve la Iglesia de Jesucristo en la familia, fomenta las primeras.
Una familia es un proyecto a largo plazo, por lo tanto requiere de reflexión y planificación. Todo lo contrario del ambiente en que vivimos que se basa en el anhelo, una variante del deseo que no obedece a necesidades sino a una compulsión, cuyo único límite es nuestra cartera.

En la ecología del evangelio, la economía familiar es cuidadosa en sus proyectos. Requiere sostener un esfuerzo en el tiempo de quienes la integran. Y esos tiempos, al igual que las estaciones, recorren las edades del hombre, mucho más amplias que las del mundo de lo instantáneo que nos rodea.
De esa forma, las correctoras «barras del grafito familiar», reducen la gran vorágine de consumo de recursos que se produce en el interior de ese gran reactor que es la economía de los anhelos.

El camino incierto

Desde su interior, al observar nuestro mundo, nos damos cuenta que el futuro es incierto. Los cambios son tan continuos y rápidos que no podemos adivinar hacia qué paisaje nos dirigimos. Por lo tanto los compromisos a largo plazo se hacen difíciles y prima el corto plazo y lo individual. Esto hace que las virtudes de prudencia, juicio, previsión y generosidad , que por naturaleza miran al futuro, que acompañan a la familia y su relación con la tierra, sean cada vez menos frecuentes. Una consecuencia de ello es la falta de esperanza.

En este panorama, un pueblo como los santos de los últimos días, obedece la ley de diezmos y ofrendas. Una ley que parte directamente de la repartición de los frutos de la tierra para ayuda del necesitado. Aún cuando se ha monetizado, adaptándose a los tiempos que corren, en definitiva es una redistribución de la riqueza.

La ecología del evangelioQuizás sea la falta de esperanza el mayor predador de la humanidad. Así, cerrando el horizonte del futuro, con la bruma de la incertidumbre, la atención regresa de donde partió y se centra en uno mismo. Aumenta la individualidad y el egoísmo. La búsqueda de la esperanza, como Bauman indica, se calma con la certeza de las compras. Esos microhorizontes que proporcionan una pequeña dosis de certeza ante el futuro incierto.

Las pequeñas palancas

Los convenios del evangelio de Jesucristo proporcionan una gran cohesión a las familias e individuos. Encapsulados visiblemente en sus ordenanzas, nos proveen junto a la tierra los términos de unas relaciones sin presencia de la extorsión y con abundancia del buen juicio.

Estas pequeñas «palancas» que el mundo subestima, son las poderosas fuerzas diseñadas por el creador para moverlo. Sin embargo el público en general, se impresiona más por la estrepitosa erupción de un volcán, que por el suave zumbido de una abeja. No obstante en ese aleteo imperceptible radica la esperanza de la cosecha.
De la misma forma, llama más la atención los grandes proyectos de beneficencia delante de los hombres, que el suave y silencioso sacrificio de los santos al obedecer la ley de diezmos y ofrendas.

La pregunta de Caín

En Moisés leemos acerca de las primeras palabras de Caín «Mas he aquí, Caín no escuchó, y decía: ¿Quién es el Señor, para que tenga que conocerlo?» (Moisés 5:16)

Atendiendo a malos consejos y sobre todo a su propio criterio, ofreció los frutos de la tierra como sacrificio a Jehová. Igual que ahora, Caín creía que la paridad de cualquier opinión con la verdad, solo necesita de su expresión.  Sin embargo su ofrenda no fue aceptada, esto es, no prosperó en la medida que lo hacia su hermano Abel, por eso «se ensañó en gran manera, y decayó su semblante.» (21)

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De forma parecida, hoy, el sacrificio de la tierra en el altar de un dios desconocido, ha hecho decaer nuestro semblante como humanidad. Sin importar cuan grandes son las llamas que ascienden, nuestra felicidad no por eso es mayor. Cuando Caín derrama sangre a tierra, no es de sacrificio sino de su hermano Abel. A semejanza del padecimiento de la tierra por el de Cristo en la cruz, desde la tierra asciende la de Abel. Como consecuencia el Señor declara «Cuando labres la tierra no te dará su fuerza de aquí en adelante..(37)

La desaparición de la esperanza

Esa enemistad con la tierra, con la ecología del evangelio, no impide a Caín tener gran descendencia y fundar ciudades. No obstante se le priva de la fuerza de la tierra, esa que « [agrada la vista, alegra el corazón… que gusta y huele, que vigoriza el cuerpo y anima el alma.] y que proporciona un gozo cabal (13)«
En esa medida, cuando Bauman habla de la «desaparición paulatina de la esperanza».
Solo está describiendo el decaer del semblante de una humanidad que se pregunta.  ¿Quién es el Señor, para que tenga que conocerlo?«

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