sábado, febrero 1, 2025
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Una conversación con Job

Me llamo Efrén, significa el que es fructífero. Me llamo así más bien por la esperanza de mi padre que por el resultado de mis trabajos.
Hace unos meses, fui a ver a Job junto a Elifaz, Bildad y Zofar iba también Eliú ese arquero petulante. Me quedé sin palabras cuando me pidieron que les acompañase. Ellos son hombres inteligentes y de gran fama en la región. Por un momento pensé que me llamaban a la esfera de prestigio donde habitan y que esperaba a la puerta de mi casa. Yo los miraba esperanzado, veía por fin el fruto de mi esfuerzo. Ellos, con mirada impaciente, me dijeron que querían tener una conversación con Job. Necesitaban un guía que les condujera hasta donde estaba. Al perder su hacienda tuvo que vivir retirado de todos en un establo donde antes pernoctaban los pastores.

Un guía no es poca cosa, hasta llegar a destino, es dueño de un secreto aunque éste se desvanezca al llegar. Me dejaron muy claro que podría estar, pero solo ver oír y callar.  Magra recompensa, de tan altos dignatarios, para una casa necesitada como la mía.
Al llegar, Job casi no podía hablar, pero poco a poco recuperó las fuerzas. No voy a transcribir toda la conversación, solo os describiré  las impresiones que me produjeron sus palabras. Si queréis más detalles, es posible que alguien los escriba en el futuro.
Nos contó cómo empezaron todas sus desdichas, la pérdida de su familia y la asombrosa caída de su riqueza y salud. Dijo palabras muy tristes.

 Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. Jehová dio y Jehová quitó: ¡Bendito sea el nombre de Jehová! (1:21)

— Pero Job – pensé yo – ¿Cómo resumes así tu vida? Si tu madre te escuchara ¿no se dolería de ver en qué poco has aprovechado? ¿Cómo es que me siento yo afortunado cuando hasta hace poco mi valor era el de una de tus ovejas? Miraba yo con celo a tus criados, pues en la casa de cualquiera de ellos la abundancia ensombrecía mi alacena.
¿Eso es todo lo que te queda? ¿poder decir Bendito sea el nombre de Jehová?

Habla Job

Ahí estábamos Elifaz, Bildad y Zofar comprensivos, Eliú ofuscado sin su arco y yo mudo de asombro pero Job seguía

Perezca el día en que yo nací y la noche en que se dijo: Un varón ha sido concebido. (3:3)

— Reniegas de tu vida, desprecias la alegría de tu familia el día que naciste, la ilusión de tus padres al concebirte. ¿Cómo puedes decir eso? ¿miras con desdén la mejor infancia que tus padres pudieron darte, vencido por el dolor? ¿No das gracias al pasado aunque ya no exista?

¿Por qué no morí yo en la matriz, o expiré al salir del vientre? ¿Por qué me recibieron las rodillas?¿Y para qué los pechos que me amamantaron?…¿por qué no fui escondido como un aborto, como los pequeñitos que nunca vieron la luz?…
Por tanto, yo no refrenaré mi boca; hablaré en la angustia de mi espíritu y me quejaré en la amargura de mi alma.» (7:11)

— Pero Job ¿acaso estas palabras son un ejemplo para aquellos jóvenes a los que aconsejabas? ¿Promueve la fe o la paciencia en vencer la adversidad? ¿Aconsejaría un rabí de Jerusalen que los jóvenes visitaran a Job? Quizás sería mejor ocultarte para que nadie viese tu derrota a manos de un dolor vencedor que subyugó al que tanto se admiraba. Ese dolor descarnado sin aderezos…es escandaloso, no es civilizado.

Elifaz

Una conversación con Job
Elifaz, Bildad y Zofar aconsejan a Job

Tomó la palabra Elifaz, escriba, uno de los setenta y uno y miembro del sanedrín. Lo hizo con calma y dominio de sí mismo. Irradiaba autoridad.

… Al que tropezaba, tus palabras sostenían; y fortalecías las rodillas débiles. Mas ahora que el mal ha venido sobre ti, te desalientas; y ahora que ha llegado a ti, te turbas.

— ¿Ves Job? yo que soy un simple sobre la tierra pienso como Elifaz. Tanto que has ayudado a otros…a otros salvaste, ¿pero a ti mismo no puedes salvarte? (Mar.15:31) Tu que fuistes autosuficiente en la tierra, que amasabas grano como las arenas del mar ¿no aprendiste nada? …realmente cada uno es artífice de su destino.
Elifaz siguió hablando, ahora con vehemencia y dijo, refiriéndose a la inocencia que Job reclamaba para sí.

Recuerda, te ruego, ¿quién, siendo inocente, ha perecido jamás? O, ¿Dónde han sido destruidos los rectos? Como yo he visto, los que aran iniquidad y siembran aflicción, eso mismo siegan. (4:7)

El recuerdo

— Al escuchar ¿quién, siendo inocente, ha perecido jamás? algo olvidado se removió dentro de mí. Un recuerdo sepultado por la ceguera de mi juicio que no del corazón. Yo Efrén, sentí una lanza atravesar mi costado. ¡No! más bien la palpé porque nunca me la arranqué. Y recordé a mi niño, a Caleb, nunca un mejor nombre para mi intrépido niño.
Teníamos una vaca, Medianoche, nuestro tesoro y esperanza. Traía un ternero en sus entrañas que sería el futuro de nuestra prosperidad. En la noche hacíamos cuenta de la leche que nos daba y del futuro rebaño que tendríamos. Nuestro Caleb de nueve años, la pupila de mis ojos, la joya de su madre escuchaba y atesoraba el brillo de nuestra esperanza en su interior. Noble, valiente y sin engaño.

Una conversación con Job
la pupila de mis ojos, la joya de su madre

Las lluvias en el mes de Shevat y el cenagal del rio seco. El cenagal que se llevo a mi Caleb. Medianoche quedó atrapada hasta el pecho y se hundía…en el mes de Shevat fue… con las lluvias. Mi Caleb veía nuestra esperanza hundirse en el cieno y mi intrépido niño fue hasta Medianoche. Habló como solía a su oreja, ella siempre le hacia caso. «Vamos Medianoche, vamos, rápido  la noche llega. Papá vendrá y nos buscará, vamos nos esperan en casa.» Puedo escucharlo, lo conozco, se lo que hizo.

Apuró hasta el final, hasta que vio los desorbitados ojos de Medianoche desaparecer en el fango. Hasta que fue tarde para él.
Mi niño Caleb inocente pereció, se fue en el mes de Shevat. Ni tuve el consuelo de llevarlo a su madre.
Busqué mi pecado porque ¿dónde han sido destruidos los rectos? Rasgue mis entrañas como quien busca algo perdido. Encontrar la culpa, al menos, para entender. Pero solo encontré barro y silencio.

Alguien del sanedrín

Elifaz continuaba su consejo sabio y elocuente

He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios corrige; por tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso. Porque él lastima, pero él venda; él hiere, pero sus manos curan. (5:17)

— Sabias palabras. Que afortunado estar aquí para escucharlas ¿acaso puede equivocarse alguien del sanedrín?
Vamos Job, vamos, sal del cenagal. El Señor te corrige de tu mal camino.
Caleb, hijo mío, por qué fuistes al rio…ha llovido. Se que hay hierba tierna, jugosa para Medianoche, pero es peligroso, mi niño valiente.
Job en qué te equivocaste tú para ser tan duramente corregido.
Caleb, sé que mientras te hundías pedías perdón por llevarte nuestra esperanza, o ¿acaso fue Medianoche, terca, empeñada en ir al rio? Pero eras tú mi Caleb nuestra esperanza, lo más valioso. No debí dejarte solo.

Mi alma estaba aturdida, mi espíritu eran aguas revueltas llenas de hojas muertas. Job hablaba ahora

No somos de bronce

¿Es mi fuerza la de las piedras?¿O es mi carne de bronce?
¿No está la ayuda en mí mismo, y la sana sabiduría me falta del todo?

Una conversación con Job
¿Es mi fuerza la de las piedras?

— No Job no es de bronce nuestra carne, no lo es. Desde el mes de Shevat, mi esposa Lya dejó de cantar. Los días oscuros en que llegaba a casa desalentado, la escuchaba. Su voz dulce deshacía mis temores como la luz de la aurora expulsaba las tinieblas de la noche. Pero nunca le conté el poder que tenía sobre mí, nunca se lo agradecí. Con solo escucharla cantar cambiaba el mundo. Así como Jehová con su palabra lo creo, ella con la suya lo endulzaba para mí. ¡Oh! si solo la escuchase cantar una vez más, solo una, prendería en mí la chispa que se apagó. Pero tampoco ella tiene la fuerza de las piedras, no sabe donde ir a llorar al hijo sepultado bajo ellas.

El atribulado debe ser compadecido por su compañero, aunque haya abandonado el temor del Omnipotente.(6:12)

Tan solos hemos estado Lya y yo. Vi a Job y compartí con su alma de desheredado el mismo sentir y el siguió hablando.

Las caravanas de Temán

Miraron las caravanas de Temán; los caminantes de Sabá las esperaron a ellas; pero fueron avergonzados por su esperanza, porque llegaron hasta ellas y quedaron confundidos.
Ahora, ciertamente como ellas sois vosotros; habéis visto el terror y teméis. (6:19-21)

— Si, yo conozco esa historia. Escuché de caminantes perdidos en el desierto, sedientos, esperanzados en llegar a la ruta de Temán. Esperanza de auxilio tenían más fueron despreciados y alejados del camino.

Desesperado, os pedí ayuda para recuperar el cuerpo de mi Caleb. Rompí mi única azada en mi empeño, ni labrar pude. Vosotros tenéis hombres y bestias para arrancarlo de la tierra. Pero solo recibí frases duras de vuestra parte, puñales de palabras: que mi Caleb era testarudo y por eso pereció, justo castigo por su rebeldía.
¡Ay de mí! que frente a su madre no pude componer defensa y de mi boca solo salían balbuceos. Ante vuestros dardos, permanecí mudo y Caleb, su mayor honra, indefenso y al descubierto. Desde entonces me mira sin verme, mas sin reproche. Pero su mirada busca consuelo de las palabras aceradas que no supe detener.
Pero ¿acaso no son sabios los maestros del Sanedrín? ¿Podía yo rebelarme y contradecir a la sabiduría y la autoridad?  ¿con qué palabras lo haría?

La costumbre me pudo y perdí el reflejo de la hombría. Ahora todo viene de nuevo, el reflujo de ese dolor guardado con gran claridad.

El atribulado

Sí, ahora me doy cuenta que os espanta el dolor y el sufrimiento. No podéis soportar su vista y así lo achacáis a la iniquidad. Os convencéis así que vuestro bienestar es fruto de vuestra justicia y rectitud. Vuestro estrecho mundo no da cabida al dolor humano, salvo el vuestro.
Aun así Job les dijo.

¡Quién diera que callarais del todo, pues eso os sería contado por sabiduría! (13:5)

— ¿Acaso no podéis guardar silencio ante un dolor sagrado? Ante un misterio del que no sabéis nada. ¿No se consigue la expiación sino con el mayor sacrificio? ¿Acaso no venimos al mundo con dolor el mismo que dejamos al salir? ¿No son esos dos momentos los más reveladores?
¿No os conmueve el dolor ajeno que tenéis que soterrarlo con vuestros juicios y razones?
Pero Job, amigo mío, que fatuo soy…vine como ellos, a razonar sobre ti y no a condolerme contigo.

Bildad

Bildad, hombre irreprochable, de criterio certero y reconocido, conductor de hombres, intervino

¿Hasta cuándo hablarás tales cosas, y serán las palabras de tu boca como un viento impetuoso? ¿Acaso pervertirá Dios el juicio, o pervertirá el Todopoderoso la justicia? Si tus hijos pecaron contra él, él los entregó en manos de su transgresión.
¿Crece el junco sin lodo?¿Crece la caña sin agua? Aun en su verdor, sin haber sido cortado, se seca antes que toda hierba. Tales son los caminos de todos los que se olvidan de Dios; y la esperanza del impío perecerá. (8:2-4)

¿Crece el junco sin lodo?

— Jehová me libre de la perfección, esas alas que remontan a unos hombres sobre otros. Ese corazón esquinado que da palabras celestes y aceradas, agudas como saetas. Sentencias graves y lentas como las montañas ¿Quién podrá detenerlas con temblores y titubeos? Se tornan estos hombres como oráculos de piedra ¿Quién podrá contradecirlos? y ¿Quién podrá soportarlos?

¿Se olvidó Job de su Dios? y mi Caleb ¿era una caña que crecía en el lodo, el mismo que lo tragó? Acaso el regazo de su madre es el lecho de un rio de aguas negras. Recuerdo a Lya cuando lo bañaba de pequeño, cantaba una canción infantil de unos pececillos en el agua. Yo mismo me reía a solas, cuando sorprendido, la entonaba mientras cavaba en la tierra.
Sí Lya, nuestra esperanza pereció en el mes de Shevat con la lluvia que hacia crecer los juncos. Los mismos que se inclinaban para ver la mirada titilante de tu niño hundirse en el cieno.

Job

¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma y me moleréis con palabras?
Ya me habéis vituperado diez veces;¿no os avergonzáis de injuriarme?

¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí!,
porque la mano de Dios me ha tocado. (19)

tened compasión de mí, tened compasión de mí!,

— Job ¿Cómo los llamas amigos? ¿no te das cuenta que tú los aterrorizas? que tu dolor descarnado sin trabas en tu boca los asusta. En su mundo todo está medido y calculado. Todo es exacto como el salario de sus jornaleros. Como sus ofrendas y ayunos, como sus diezmos y sacrificios. Con esa obediencia interesada, ellos creen manejar los resortes de la creación. Como mercaderes intentan vestirse de lujosas ropas de rectitud, más ricas que la púrpura. No han salido de sus negocios en la sinagoga y mercadean con sus limosnas en el mismo altar. Y ahora uno de aquellos favorecidos, que eras tú, los desmiente. ¡Pide compasión! pero ellos te dan juicio y sentencias. Se defienden de ti desesperadamente buscando tu transgresión.
Si al menos callaras, pero tus palabras avivan su alarma. Como los astrólogos en la corte los hechos desmientes sus predicciones.

Háblame del redentor

No comentaré las palabras de Zofar y Eliú, las últimas terriblemente justas y perfectas, aceradas como las flechas que gustaba disparar a las aves. Alcanzaban a Job una y otra vez alargando el tormento de enderezar a base de dardos esa alma torcida. Terminada la tarea de condolerse, se dispusieron a marchar.
Elifaz me miró y giro el cuello hacia la puerta para indicarme la salida. Ni siquiera se dirigió a mí por mi nombre.

— Me quedaré aquí, marchad vosotros. – le contesté-
No quería volver con ellos. Prefería andar solo entonando las canciones de Lya.

— Eres otro como él, propenso a despeñarse del buen consejo.-me respondió Elifaz-
Nos dieron la espalda. Pero antes de salir de aquel establo sagrado los llame.
— Elifaz, Bildad, Zofar y tú Eliú. Quiero que antes escuchéis algo que debéis saber. Caleb, mi hijo, el justo, el bondadoso, el obediente, el amante de sus padres, el leal, el digno de confianza. El hijo amado, el irreprochable, nuestro tesoro. Estuvo nueve años con nosotros. Ni todos los años que suméis vosotros cuatro, ni todas vuestras canas podrán nunca reunir la bondad que su pequeño corazón guardaba.

Una conversación con Job
Yo sé que mi Redentor vive

Me miraron incrédulos y sacudiendo la cabeza nos dejaron a solas.
Me acerqué a Job en silencio y me senté a su lado. De pronto se le iluminó la cara y con una energía inesperada cogió mi brazo. Lo apretó con fuerza, intentando captar mi atención, me miró fijamente y me dijo

Yo sé que mi Redentor vive, y que al final se levantará sobre el polvo.
Y después de deshecha esta mi piel, aún he de ver en mi carne a Dios.(19

Y le pedí que me hablase de su esperanza.

— ¿Es tu redentor Jehová? háblame de él porque tú sí lo conoces.

Final

«No eres aún como Job; no contienden en contra de ti tus amigos, ni te acusan de transgredir, como hicieron con Job.» (DyC 121:10)

El Señor menciona en DyC a Job, él conoce ese libro. Job estuvo en lo más alto y en lo más bajo para que fuese bendito el nombre de Jehová.

«quien ascendió a lo alto, como también descendió debajo de todo, por lo que comprendió todas las cosas, a fin de que estuviese en todas las cosas y a través de todas las cosas, la luz de la verdad» (DyC 88:6)

Estimado lector, me pregunto, si cuando tuve la ocasión con alguien a mi lado, si hablase de su vida en los términos que hablaba Job. Alguien cuyo nombre no está en la Biblia, como sí lo está el de Job. Alguien común, con una vida común, con un dolor sin heroísmo, no canónico.  ¿Qué habría hecho yo?
Temo contestar esta pregunta y aun más ser contado entre aquellos visitantes que fueron a «condolerse» con Job. El dolor descarnado es hiriente al que lo escucha, cimbrea el mundo ordenado en el que nos acomodamos. En nuestra defensa nos proponemos razonarlo, descubrir su origen y apartarlo de la divinidad.
Qué ocasión de contemplar los misterios y de callar y aprender.

El éxito pronosticado tan certeramente por nuestra tradición, puede verse postergado como en Job. Esa mecánica del sanedrín que pronostica una vida buena a todos los obedientes con exactitud y efecto inmediato se topa con el ejemplo de muchos Job.

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