La mayor aportación a la espiritualidad desde siglos comenzó con una columna de luz sobre un joven José de 14 años. Por cierto una luz más brillante que el Sol en la que José pudo observar a dos personajes. ¿Qué podía imaginar ese joven que fuese más brillante que el Sol? ¿Quién podría concebir el cielo pavimentado?
De esa columna, pudo salir una voz o una figura, pero emergió una verdad nueva y sorprendente “El Padre tiene un cuerpo de carne y huesos, tangible como el del hombre; así también el Hijo» (DyC 130:22) y de esa esquina de la restauración se abre un mundo completo ante nosotros.
En el tiempo de José, Dios era omnipresente, sin cuerpo ni pasiones, intangible, invisible e incomprensible. Y eso mismo era compartido por todas las religiones, cristianas o no. En el islam se enseña «Alá es Único; Alá es eterno. Jamás engendró ni fue engendrado; y no hay nada que se parezca a Él.» (Corán 112)
José Smith trajo del bosque un mensaje fuera de su cultura, fuera de su entorno, una extraña partícula, un elemento fuera de la tabla, trajo la materia oscura de la divinidad. Nadie pudo imaginarlo hasta entonces, ningún corazón se atrevió a concebirlo porque esa idea estaba fuera del lenguaje, de intención alguna, de cualquier forma de pensar. Su testimonio está fuera de su tiempo de su contexto, del debate y… de la pregunta por la que fue al bosque.
¿Entendemos la dificultad de algo así?
Algo desconocido
Para innovar en cualquier asunto empezamos con algo conocido y creamos ideas con otras familiares. En cambio las ideas de la religión y la filosofía de su tiempo (y aún hoy) eran incapaces en su alfabeto de articular esa frase en DyC 130:22, inútiles para concebir un Dios con un cuerpo de carne y huesos.
El profeta enseñó en el funeral de King Fóllett en Abril de 1844 «vosotros mismos tenéis que aprender a ser dioses, y a ser reyes y sacerdotes de Dios, como lo han hecho todos los dioses antes de vosotros».
Así como, Einstein no innovó o amplió la física sino que la revolucionó con una sorprendente visión del espacio y del tiempo, rebasando, así, la física de Newton, proporcionando una visión distinta del universo. Igualmente José Smith en la primera visión, reveló el tejido de una divinidad humanizada, comprensible, accesible, palpable, visible, material y con emociones. Una auténtica revolución en su tiempo. Aun hoy puedo leer a muchos leales a la idea clásica (nunca mejor dicho) de la divinidad, escandalizarse de esa revelación.
La idea platónica de que «el cuerpo es la cárcel del alma» reina en muchos sentidos todavía en la mente del hombre. Los conceptos de cuerpo y materia, eran castigados en el cristianismo y otras religiones, considerados elementos pecaminosos, inferiores, denostados. Sin embargo, la restauración los eleva a la categoría de bendiciones de privilegios y deseables en sumo grado. Ahora están en su verdadera posición «pues ya que habéis considerado como un cautiverio la larga ausencia de vuestro espíritu fuera del cuerpo, yo os enseñaré cómo vendrá el día de la redención…» (DyC 45:17)
Todo es materia

Todo es materia. Nada podría haberme escandalizado más, en mi juventud, que esta frase. Tenía un póster de «La escuela de Atenas» (Rafael Sanzio 1510) en mi habitación. En el centro, Platón y Aristóteles dialogan. Platón gesticula señalando al cielo, al mundo de las ideas, Aristóteles extiende su mano al suelo, trabaja en su física del mundo. Confieso con cierto rubor, que me sobraba Aristóteles en la pintura, yo era un discípulo de Sócrates y Platón. En ese tiempo la mayéutica, el espíritu, la idea y lo inmaterial lo eran todo para mí, memorizaba páginas enteras de sus Diálogos, los practicaba con mis amigos y escribí mi primer libro (lo regalé y lo perdí)
Cuando me bauticé leí al poco tiempo DyC y supongo que también esta escritura «No hay tal cosa como materia inmaterial. Todo espíritu es materia, pero es más refinado o puro, y solo los ojos más puros pueden discernirlo;» (DyC 131:7). Lo asombroso de esa época, es que no recuerdo debate alguno, ni lucha en mi mente, ni siquiera después de leer el siguiente versículo «no lo podemos ver; pero cuando nuestros cuerpos sean purificados, veremos que todo es materia.» (8)
La transición
No sé exactamente cómo fue la transición de un discípulo platónico al de un mormón «materialista». Lo que si se es que se produjo lentamente y en silencio. A menudo me extraña que no fuese una piedra de tropiezo para un espíritu como el mio identificado totalmente con los filósofos socráticos, admirador de Siddharta y practicante de Hatha Yoga, el toparme con una religión que proclama «todo es materia»
Pero hubo un momento en que cambió algo. Tal como narro en esa experiencia del 24 de Enero de 1978, ese día de Mayo de 1976, yo escuchaba de unos misioneros americanos el relato de la primera visión, alrededor de una mesa en mi casa junto a mi familia. Y ese relato antagónico con todo lo que creía, accedió a mi interior como una brisa tranquila, en ese momento no tuve total conciencia de lo que pasaba, pero en los días siguientes, noté el perfecto encaje de mi alma en ese hueco cortado no con mano.
Una esfera de bronce
En el Libro de Mormón leemos acerca de un objeto encontrado por Lehi en la puerta de su tienda. Un esfera depositada no por manos humanas. Esta esfera es una muestra del reino de los cielos y en su meditación podemos inferir la calidad de sus habitantes.
«Y ocurrió que al levantarse mi padre por la mañana, y al dirigirse a la entrada de la tienda, con gran asombro vio en el suelo una esfera de bronce fino, esmeradamente labrada; y en la esfera había dos agujas, una de las cuales marcaba el camino que debíamos seguir por el desierto.» (1 Nefi 16:10)
Meditar en las escrituras, es sobre todo, hacernos preguntas, labor parecida a cavar alrededor de un olivo silvestre. Nosotros cavamos en ellas.
- ¿Por qué una esfera?
Si extendemos la mano, su posición natural es cóncava, nada mejor que una esfera para acoplarse en ella. Vemos una intención ergonómica en su construcción. Todo un detalle que muestra una delicada atención hacia aquellos que la usarían. - ¿Por qué de bronce fino?
Es una material familiar para Lehi, de gran utilidad en su tiempo. En la actualidad se usa para la industria y mecanismos, engranajes, coronas. Material de gran resistencia al desgaste y a un entorno salitroso como puede ser el mar. Es admirable el uso de elementos de su tiempo para hacer objetos de una tecnologia desconocida. - ¿Por qué esmeradamente labrada?
Lehi era una persona de cierta posición, ya que poseía «oro, y nuestra plata y todos nuestros objetos preciosos.» (1 Nefi 3:22), Nefi aclara los siguiente «Labán vio nuestros bienes, y que eran grandes en extremo» (25) luego el asombro de Lehi y Nefi acerca de su factura es significativo, ellos entendían sobre este asunto. Alma nos dice más adelante «Y he aquí, ningún hombre puede trabajar con tan singular maestría» (Alma 37:39)Los artífices del cielo Esa maestría la reconocemos también en la construcción de barcos pues Nefi los trabajó con «maestría singular» y aclara más adelante este punto al decir…«no labré los maderos en la forma aprendida por los hombres, ni construí el barco según la manera del hombre» (1 Nefi 18:2)Esa esfera de bronce fue labrada de una forma que Lehi podía apreciar, su aspecto era contemporáneo, pero no así su funcionamiento.
- En todo esto veo la intención de no distraer a Lehi y su familia en los detalles, disfrazándolos a su vista, y enfocar su atención en el propósito, esto es guiarlos en el desierto de acuerdo a su fe. Estos detalles, muestran la actitud humilde de un fabricante, no ostentoso y sí servicial.
- ¿Cómo funcionaba?
En realidad Nefi no lo sabía, pero nos dice «vi las agujas que estaban en la esfera, y que funcionaban de acuerdo con la fe, diligencia y atención que nosotros les dábamos.» (1 Nefi 16:28). Aun hoy día no podemos hacer de la fe una fuente de energía y sin embargo esa esfera la transformaba en movimiento. Todo ello en la apariencia de un objeto familiar con el que Lehi y su familia podían interactuar.
La evidencia
¿Quién hizo la Liahona?
Don Rufo
Don Rufo era un creyente ferviente, nos inculcó la fe en Dios y esto me hacía pensar mucho acerca de su reino. Con la información que recibía yo solo podía construir en mi mente un cielo en estado gaseoso, cargado de nubes, tipo cúmulo-nimbo. Y a mí, si era bueno, cantando toda la eternidad. Por ese tiempo, yo era miembro del coro del colegio. Ensayábamos cada semana y a veces me cansaba cantar las mismas canciones todo el año para la navidad o el día de la madre. Pensar en el cielo y los coros celestiales cantando eternamente, me inquietaban bastante.
No crean que Don Rufo tenía una idea del cielo mejor que la mía.
Una vez, después de meditarlo bastante, le pregunté literalmente esto.
Tres años más tarde leía esa descripción maravillado “Vimos al Señor sobre el barandal del púlpito, delante de nosotros; y debajo de sus pies había un pavimento de oro puro del color del ámbar.” (DyC 110:2).
El cielo pavimentado
Encontramos otro ejemplo en DyC 137:4 “Vi las hermosas calles de ese reino, las cuales parecían estar pavimentadas de oro.” . Parecían estar pavimentadas de oro, creo que será el material parecido al de oro como
ámbar. Pavimentadas, tenemos a quienes hacen esa labor. Pero ¿las calles de ese reino? Parece que existe el diseño urbanístico. Casas, edificios, calles, jardines, ríos, árboles, paseos, palacios, ciudadanos…un rey.

¿Puede haber un cielo más concreto?
En realidad pocos toman en serio la descripción de la ciudad celestial que describe Juan.
Para producir estos objetos tan perfectos y avanzados, se necesita un reino al mismo nivel. “Por sus frutos los conoceréis. ¿Se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? (Mateo 7:16)
esa? ¿cómo si no hay unas manos para dar forma al bronce y sin alguien con conocimientos extraordinarios?