En ningún lugar de las escrituras se mencionan las cadenas o su prendimiento como parte del plan de Dios.
Toda cadena propone en su forma eliminar el libre albedrío atando la libertad del reo. Son pesadas y de muy difícil liberación. Coartan de día y noche. Minan la moral y las fuerzas. Con solo notar su peso huye la esperanza, con su sola vista, la fe flaquea. Al final más que en la caridad, abundamos en la desesperanza al ver nuestra triste situación. Normalmente cuando alguien ha llevado cadenas en un presidio, no ha sido la piedad o misericordia algo que abundara en su entorno. No hay un mazazo más contundente a nuestra mente que portar cadenas en pies y manos. Produce esta imagen de las cadenas, el regodeo en el observador que contempla cómo se evapora la libertad de un individuo en sus eslabones.
El archivo histórico provincial de Cuenca, era en la antigüedad una cárcel de la inquisición. En una de sus paredes se conserva un soneto escrito por uno de los presos. Aquí podemos ver el efecto de las cadenas en el alma de un hombre. En este caso seguro de su inocencia.
Es tan grande mi pena y sentimiento
en esta prisión triste y rigurosa
ausente de mis hijos y mi esposa
que de puro sentillo no lo siento.
Oh, si llegase presto algún contento.
Oh, si cansada ya la ciega diosa
conmigo se mostrase más piadosa
poniendo treguas a tan gran tormento.
Mas, ay que mi esperanza entretenida
consume el alma en tan larga ausencia
a donde está aresgada honra y vida’.
Mas yo confío en Dios que mi conciencia
Sé yo que está tranquila aunque afligida
Al menos reconozcan mi inocencia’.
Los eslabones de sus cadenas sempiternas
La batalla por la destrucción o el control del albedrío no ha cesado desde su inicio. Es una constante en la historia, de una forma o de otra. Controlar el albedrío del hombre representa una fuente de poder mayor que el dominio del átomo. Y podemos ver esa batalla, asemejarse cada vez más a la de los cielos, en nuestro alrededor. Lejos de las cadenas de hierro y los cepos de metal, nos acercamos a la antigua contienda mediante las cadenas en el pensamiento y las palabras.
Nefi, quien experimento las ataduras en sus muñecas en dos ocasiones, conocía bien esa sensación.
El describe las cadenas de nuestra época, en «el día en que yo proceda a ejecutar una obra maravillosa entre ellos…» (2 Nefi 29:1) Por lo tanto para nosotros es revelador y de gran valor sus profecías. Veamos tres de sus eslabones.
Eslabón del furor
«porque he aquí, en aquel día él enfurecerá los corazones de los hijos de los hombres, y los agitará a la ira contra lo que es bueno» (2 Nefi 28:20)
Nefi distingue en nuestros días entre la violencia en general y su especial incremento hacia lo que es bueno. Considerando que «todo lo que es bueno viene de Dios… y todo lo que es malo, del diablo procede.» (Alma 5:40) Vemos la agitación contra lo bueno en la hostilidad general hacia sus mandamientos. También hacía instituciones que nos han acompañado desde tiempos remotos. Las naciones, el matrimonio y la familia.
Este eslabón nos impide comprender que la bondad o maldad de algunas cosas, no es una conveniencia, ni es algo relativo. Su férrea influencia en nuestra mente, nos promete más libertad, cuando sin embargo, limita el pensamiento a no ir más allá del círculo del interés personal. Por lo tanto este eslabón, proclamando libertad, nos sume en la soledad al romper la familia. Extendiendo la palabra matrimonio, resulta en su desaparición. Realzando lo singular, rompe la igualdad y unión de las naciones.
Y todo esto fomentado en el discurso estridente del furor contra las herencias recibidas. El lenguaje usado es estrepitoso, con gesto despectivo, ceñudo. De gesticulación ampulosa, tono de arenga, airado y ofendido. No trabado de razones y argumentos, sino de algunas palabras inmaculadas, como la igualdad y campanudas otras como heteropatriarcado. Dando la ilusión de profundidad y verdad. Pero en su conjunto una reiteración de la nada.
La persona rodeada de este lenguaje dominante, tiene gran interés en mimetizarse con él. En vez de analizar su construcción en el paisaje no reconoce que se halla «en un desierto obscuro y lúgubre.» ( 1 Nefi 8:47)
Del accidente a la causa
Siendo que la discordia hacia lo bueno o entre padres e hijos o entre marido y mujer siempre ha existido. Ahora se le ha dotado de discurso y teoría. Se le ha proporcionado un relato «científico» y ha pasado de ser el accidente a la causa de muchos males. Multitudes agraviadas cabalgan en nuevas palabras y relatos como heteropatriarcado, aborto, género, paridad, achacando a la familia, la religión y las naciones el origen de sus males.
Aquel día del que Nefi profetizaba son los nuestros y estos los eslabones.
Eslabón del adormecimiento
«Y a otros los pacificará y los adormecerá con seguridad carnal, de modo que dirán: Todo va bien en Sion; sí, Sion prospera, todo va bien…» (21)
Podemos ver que en una misma cadena haya eslabones tan diferentes como enfurecer y pacificar. Y es que Satanás es capaz de forjar cadenas de hierro con hilos de seda.
Al leer Sión prospera, no sólo debemos entenderlo como la causa de Sión. También como la de cualquier persona, su causa personal. La pereza en no distinguir la propia situación y fiarnos del veredicto de otros, está relacionada con la hipocresía.
«Cuando cae la tarde, decís: Hará buen tiempo, porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad, porque tiene arreboles el cielo y está nublado. ¡Hipócritas!, que sabéis discernir el aspecto del cielo, ¿pero las señales de los tiempos no podéis discernir?» (Mat. 16:2-3)
El pacifismo
El pacifismo del que habla Nefi, no es el de la no violencia que practicaba Gandhi en pro de la independencia de India. Es el de la sumisión al discurso que oculta el desastre. Consiste en no asumir la tarea de discernir los arréboles y el nublado de nuestro presente, para considerar realmente el tiempo que hará mañana. Rechazamos la súplica de Moroni «Pues he aquí, a todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que sepa discernir el bien del mal; por tanto, os muestro la manera de juzgar» (Moroni 7;16) Al no discernir, evitamos que la realidad nos moleste para tener un buen día.
Por lo tanto el adormecimiento nos habla de nuevos modos de convivencia, en lugar de la destrucción de la familia. De nuevas relaciones de pareja en lugar de destrucción del matrimonio. Usando palabras como empoderamiento no en causas nobles, sino para el enfrentamiento.
«¡Oh que despertaseis; que despertaseis de ese profundo sueño, sí, del sueño del infierno, y os sacudieseis de las espantosas cadenas que os tienen atados, cadenas que sujetan a los hijos de los hombres a tal grado que son llevados cautivos al eterno abismo de miseria y angustia!» (2 Nefi 1:13)
Eslabón de la lisonja
«Y he aquí, a otros los lisonjea y les cuenta que no hay infierno; y les dice: Yo no soy el diablo, porque no lo hay; y así les susurra al oído, hasta que los prende con sus terribles cadenas, de las cuales no hay liberación.» (2 Nefi 28:22)
En esta escritura, la secuencia del plan de salvación se rompe, «porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas» (2 Nefi 2:11)
Eliminar a Satanás o el mal del plan de salvación, nos deja sin oposición en todas las cosas y sin necesidad de expiación para salvarnos de las garras de este terrible monstruo; sí, ese monstruo, muerte e infierno (2 Nefi 9:10) del que nos habla Jacob.
De forma que así les susurra al oído. Las palabras susurradas al oído, no solo comunican sino que nos acarician y adormecen nuestro juicio.
Ya no estamos ante el deber, no nos planteamos lo que está bien o mal. Sino qué me conviene. Se recurre a los nuevos tótems para justificar nuestra conducta. Se razona por tanto, con el aborto, en clave de independencia y derecho a decidir. Obviando los derechos del no nacido. Tomando el concepto de empoderamiento, como el bisturí de la conducta. Adaptando las leyes a la demanda y no a la justicia.
Por lo tanto el «yo no soy el diablo porque no lo hay» lo vemos en no hay verdad absoluta. Todos los conceptos morales son fruto de la situación. Se considera a lo bueno y lo malo convenciones evolutivas. Útiles en un momento dado. Al cambiar nuestro entorno, por ejemplo con el progreso científico y tecnológico, hemos de adaptarnos para sobrevivir suprimiendo al diablo y sobre todo a Dios. El resultado es una nueva moral, es decir ninguna.
El final de un mundo
La evolución de una comunidad de no más de cincuenta personas, como fue la familia de Lehi en una nación avanzada es para mi un ejemplo de inteligencia y previsión. La línea familiar Mosiah I, Benjamín y Mosíah II, realizó ese milagro. ¿Por qué en el año 30 D.C. se constituyeron en tribus? Fue la involución de una cultura que conocía ya la separación de poderes.
Hablo de esto en «Ucronía para el Libro de Mormón» pero en 3 Nefi 7:5 leemos «y toda esta iniquidad había venido sobre el pueblo porque se había entregado al poder de Satanás.» Y su poder consiste en sus cadenas. El furor, la lisonja y el adormecimiento.
A veces tengo la impresión (solo eso) de algo extraño. Hay un producto interior bruto (PIB) de conocimiento en el mundo, es decir todo lo que sabemos. La renta per cápita para cada uno no varia a través de la historia. Cuanto más conocimiento se genera, más basura lo acompaña, de modo que el PIB de conocimiento de un agricultor medieval en relación a su tiempo, es el mismo que un habitante en relación a nuestra época.
Los nefitas destruyeron «…los reglamentos del gobierno, debido a las combinaciones secretas de los amigos y parientes de aquellos que habían asesinado a los profetas.» (3 Nefi 7:6) No observo lo mismo, en nuestro caso, no hay una destrucción. Pero si veo una gran transformación de nuestra sociedad que poco a poco cambia las leyes. Y las leyes componen la conciencia de las naciones. Lo que sí veo es un adormecimiento general en cuanto a nuestro rumbo y mucho furor hacia lo bueno. Un furor fortalecido y justificado por nuevas doctrinas propaladas intensamente.
El último recurso
Sin embargo hay una diferencia escondida entre la transformación de la nación nefita y nuestros días. Salvando las diferencias de tamaño y el resultado.
«Y he aquí, no había hombre entre ellos que no tuviese mucha familia y muchos parientes y amigos; por tanto, sus tribus llegaron a ser sumamente grandes.» (3 Nefi 7:4) Ellos rompieron las reglas de gobierno, pero no sus familias. Nosotros estamos transformando las leyes y rompiendo las familias. Pero este hecho está ocultado por el eslabón de la lisonja, por el adormecimiento. Y hablar de ello despierta el furor de lo políticamente correcto. La nueva abominable iglesia.
Ésta iglesia abominable de lo políticamente correcto, señala como atrasado a cualquiera que reclame el orden patriarcal. Palabra maldita. Se ha asentado el relato para destruir el orden anterior del que ha salido el bienestar presente. Y nos dicen que el paraíso está por venir. Confunden los accidentes y las causas. En este nuevo reinado nacen cada vez menos niños, por la economía y falta de conciliación, nos dicen. Más abortos, por el mayor empoderamiento de las personas. Cada vez menos matrimonios, hay más libertad aducen.
La promiscuidad es liberación y la disciplina es imposición. La autoridad es despotismo y la anarquía liberación.
Disentir de lo aceptado es visto casi como delito. Por lo tanto hay que ir al silencio o adscribirse a la lisonja.
Los santos ya no saldremos al oeste o al desierto «el recogimiento en la tierra de Sion y sus estacas sea para defensa y para refugio» (DyC 115:6)
en el año 31
«…en el año treinta y uno se hallaban divididos en tribus, cada hombre según su familia, parientes y amigos; no obstante, habían llegado a un acuerdo de que no irían a la guerra unos contra otros» (3 Nefi 7:14)
A los antiguos nefitas les quedó su ultimo recurso, sus familias. Eso fue suficiente para no llegar al caos. Sin embargo ante un colapso en nuestro mundo (que nunca llegará siempre estaremos OK!!) ¿qué nos quedará?
¿Escribiremos sobre una pared aquellas palabras de alguien encadenado?
Es tan grande mi pena y sentimiento
en esta prisión triste y rigurosa
ausente de mis hijos y mi esposa
que de puro sentillo no lo siento.
Bueno…