El evangelio de Jesucristo parte de reconocer que vivimos en un estado caído del que necesitamos salvación. Una situación que en principio, es transparente para todos, pero que constituye la primera revelación.
Es imposible percibirla porque no tenemos un recuerdo distinto a la realidad que nos rodea. No recordamos haber caído de ningún sitio, por lo tanto no hemos perdido nada.
Sin embargo, tampoco podemos imaginar un color distinto a los conocidos, aunque existan. No podemos abstraernos y percibir el espacio-tiempo en su naturaleza más real, aunque estemos en su interior.
De la misma forma, para un pez, el mar no es perceptible aunque lo rodee por todas partes, el pez considera el agua como su vacío.
La naturaleza nos ahorra tener que entenderlo todo, nos da una versión manejable del mundo, pero con eso nos oculta su propia realidad, «los misterios, sí, todos los misterios ocultos de [su]reino» DyC 76:7
Concebir la realidad y el estado caído que la acompaña, requiere un esfuerzo mental e intelectual para percibirlo. La naturaleza de cualquier verdad no posa en escaparates, acceder a su conocimiento requiere estudio y reflexión.
En un estado caído, la gratuidad del conocimiento sin esfuerzo, pertenece al género de aquel que dijo: «no se perderá ni uno» sí, aquel cuya intención era no pagar ni por uno.
Sin embargo Nefi nos dice
«Por lo tanto, todo el género humano se hallaba en un estado perdido y caído, y lo estaría para siempre, a menos que confiase en este Redentor.» 1 Nefi 10:6
Pasar de nuestra realidad cotidiana a asumir las extrañas propiedades de un estado caído y perdido requiere la meditación y revelación de las escrituras. Pero asumir la necesidad de un redentor requiere entender un plan que comienza fuera de nuestra memoria.
Perdidos y caídos
Caído es estar en una situación inferior a la anterior y perdido es no poder recuperarla. Esta sustancia doctrinal es transparente a nuestra vista y requiere su educación para observar los detalles.
A esta condición se adscribe toda la humanidad, sea consciente o no de ella. No podemos autopercibirnos de un género distinto al humano. Por tanto a todos nos incluye la situación caída y perdida de nuestra alma; así como a todos nos afecta la gravedad terrestre, aunque no conozcamos los rudimentos teóricos del espacio-tiempo.
Una de las propiedades de ese estado caído es la muerte y la otra la perdición del alma, al perder la oportunidad de un progreso eterno con un cuerpo. Sin embargo, muchos asumen la apariencia de la vida como el paisaje natural de la existencia, sin darse cuenta que esa resistencia encontrada en el alcance de la felicidad, sugiere que nos rodea un fluido espeso al que llamamos estado probatorio. El estado probatorio es una cualidad del estado caído.
«…todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad» Declaración de independencia de los EEUU
Esa búsqueda sugiere que añoramos una pérdida. Que estamos en un medio hostil a un estado de felicidad que deseamos por naturaleza. Ese deseo de felicidad testifica de nuestra caída porque es preexistente y no conculcado por el entorno. Venimos ya con esa hambre desde que nacemos.
Lehi aclaró algunos principios.
«…porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas. Pues de otro modo, mi primer hijo nacido en el desierto, no se podría llevar a efecto la rectitud ni la iniquidad, ni tampoco la santidad ni la miseria, ni el bien ni el mal. De modo que todas las cosas necesariamente serían un solo conjunto; por tanto, si fuese un solo cuerpo, habría de permanecer como muerto…» 2 Nefi 2:2
Esa oposición en la búsqueda de la felicidad, se entreteje con el espacio-tiempo para todos los seres vivos en este estado caído. El resultado es que la oposición en todas las cosas, acompaña a la gravedad y llena la inmensidad del espacio tal como la luz que brilla «la cual procede de la presencia de Dios para llenar la inmensidad del espacio» DyC 88:12
No obstante, al estar inmersos en ese estado caído, no tenemos conciencia de esa resistencia añadida y lo aceptamos como el vacío o la realidad. En este océano probatorio que nos rodea, si no existieran esos polos opuestos de los que habla Lehi, no tendríamos flotabilidad, «habríamos de permanecer como muerto»
Pero ¿es posible un estado diferente donde se pueda llevar a cabo la existencia sin tener que nadar siempre bajo oposición? ¿Es posible escapar de esa precisa oposición en todas las cosas?
En Marzo de 1839 el Señor le dice al profeta José Smith.
«El Espíritu Santo será tu compañero constante, y tu cetro, un cetro inmutable de justicia y de verdad; y tu dominio será un dominio eterno, y sin ser compelido fluirá hacia ti para siempre jamás.» DyC 121:46
Le habla el Señor de otro estado donde todo fluyen hacia ti, cosa contraria a lo que ocurre en el océano del estado probatorio, donde tenemos que nadar contra el ambiente para obtener cualquier dominio. Al meditar en este versículo y después mirar por nuestra ventana, podemos atisbar, si no un desierto oscuro y lúgubre, sí las sutiles ondulaciones del entorno caído donde estamos.
Solo hay un lugar en este mundo donde las cosas fluyen hacia ti, en el templo.
En la antigüedad, la apariencia del día a día sugería que la tierra era plana y que era el Sol quien orbitaba. Pero es necesario abstraerse de lo aparente como Eratóstenes en el 280 A.C. para encontrar la tierra esférica. No, la verdad no suele ser evidente.
El hombre del manto blanco
Lehi en su visión sigue a un personaje vestido de blanco
«Y aconteció que mientras lo seguía, vi que me hallaba en un desierto obscuro y lúgubre.» 1 Nefi 8:7
Esta, la primera revelación, no fue una impresión inmediata. Lehi necesitó caminar durante horas para llegar a esa conclusión que equivale a mucho tiempo en la vida real. La misión del hombre del manto blanco era precisamente que Lehi entienda la naturaleza del mundo.
Si Lehi hubiese asumido que su naturaleza era la que veía y nada más, no hubiese suplicado por la misericordia divina, ni hubiese encontrado el árbol de la vida. Habría asumido que esa bruma era la luz natural y lo lóbrego del paisaje, el ambiente de la vida. Nada en su entorno le invitaba a suplicar por tiernas misericordias.
Reconocer la naturaleza de la vida, es previo y necesario a fin de reconocer la necesidad de un redentor.
Artículo relacionado
Muchos acampan en ese desierto obscuro y lúgubre, se adaptan a su ambiente y se conforman con ver lo que su luz les permite. No se sienten caídos ni perdidos, sino habitantes de un mundo que ya no perciben como oscuro ni lúgubre. Su pupila se acomoda y viven con la porción de gloria que escogen. Aun así, la misericordia divina hace salir su Sol sobre todos, se filtra incluso a través de espesas nubes.
De alguna manera Lehi no pertenece al paisaje y comprueba que por mucho que viaje no descubrirá nada diferente.
El descubrimiento del pueblo anti-nefi-lehita
Después del arrepentimiento de su pasado sanguinario, el mundo cambio para ellos. Dejaron de llamarse lamanitas y se pusieron el nombre de anti-nefi-lehitas y fueron llamados por ese nombre, y dejaron de ser llamados lamanitas.
«Pues he aquí, hermanos míos, en vista de que (por ser nosotros los más perdidos de todos los hombres) nos ha costado tanto arrepentirnos de todos nuestros pecados y de los muchos asesinatos que hemos cometido…»
«Retengamos nuestras espadas para que no se manchen con la sangre de nuestros hermanos; porque si las manchásemos otra vez, quizá ya no podrían ser limpiadas por medio de la sangre del Hijo de nuestro gran Dios, que será derramada para la expiación de nuestros pecados.»
Alma 24:13
Ciertamente no había nada que viesen en la naturaleza que exigiera una actitud así. Al menos nada que les indicase que la sangre de un redentor cambiase, hasta ese punto, la visión de las cosas. Esa visión nueva de la realidad tuvieron que aprenderla después de formidables esfuerzos y no renunciaron a ella, ni siquiera ante una muerte cierta.
En ambos casos, el de Lehi y el pueblo anti-nefi-lehita, concienciar a ese «pez», que está sometido a la presión de un mundo caído que no percibe totalmente, que esa presión determina su vida y muerte, es difícil de conseguir.
Sí, decirle a un «pez» que fuera del mar hay un reino de los cielos y que necesita cambiar su naturaleza…es complicado.
El evangelio contiene un principio de autoconocimiento, donde el arrepentimiento con fe en Cristo, modifica poco a poco nuestra naturaleza para un mundo celestial no acuático.
En la historia de la ciencia, algo parecido ocurrió con la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica. Aquellos relacionados con la materia, tuvieron que mirar las cosas de forma diferente y enterrar algunas espadas que no servían para el nuevo mundo que se acercaba. Los creyentes del cosmos estacionario tuvieron que convertirse y adoptar otro nombre, tuvieron que respirar ideas ciertamente extrañas y novedosas.
Sospecho que algo parecido va a ocurrir pronto.
Muerte e infierno
Las experiencias ECM (experiencias cercanas a la muerte) tienen muchas cosas en común. La principal de ellas es la atmosfera de paz y amor que saturan a aquellas personas que por un instante experimentan ese estado posterior a la muerte clínica. No obstante se ha comprobado que entre un 1 y un 15% son experiencias angustiantes, no hay acuerdo si están relacionadas con la conducta del sujeto.
No sabemos qué ocurre en una ECM más profunda (obviamente) ni si la intensidad perdura hasta una aclimatación a ese ambiente. Sólo tenemos unos fotogramas sueltos de ese estado.
A semejanza, la fuerte impresión al entrar en una estancia caldeada en un día frio, satura nuestra percepción de forma agradable. Al poco tiempo te adaptas y es entonces cuando puedes percibir realmente el ambiente que te rodea.
Jacob define una situación después de la muerte como la amenaza de un terrible monstruo.
«Porque he aquí, si la carne no se levantara más, nuestros espíritus tendrían que estar sujetos a ese ángel que cayó de la presencia del Dios Eterno… para ser separados de la presencia de nuestro Dios y permanecer con el padre de las mentiras, en la miseria como él…»
Es evidente que la situación en el mundo de los espíritus no es tan dramática como se lee aquí. La razón es sencilla, el Salvador rompió las cadenas de la muerte espiritual y física. El mundo espiritual está presidido por la influencia divina de una forma más intensa que aquí.
Pero si no existiera su influencia…
«…sí, ese monstruo, muerte e infierno, que llamo la muerte del cuerpo, y también la muerte del espíritu!» 2 Nefi 9:10
¿Tan mal están las cosas ahí afuera?
Si alguien cree que el Universo incluye en su diseño nuestra felicidad debería exponerse a su influencia aqui, en Almeria, un día de Julio a las 16:00 en la vecindad de Sierra Alhamilla. Comprobará que nuestra supervivencia le importa muy poco y nuestros deseos de sobrevivir aun menos, si en algo conspira el Universo es en nuestra destrucción.
La vida es dura, lo saben ustedes bien estimados lectores, y cualquier atisbo de misericordia que encontremos, no proviene del espacio exterior ni del interior de la tierra. Proviene de una única fuente que es el Padre y su Hijo Jesucristo.
La naturaleza lo único que intenta es triturarnos, a poco que nos descuidemos, en su gran sistema de reciclado. Y hace bien, porque así nos provee de lo que es un perfecto sistema probatorio en un estado caído.
Ese romanticismo que la cosmología ha insuflado a través de los telescopios Hubble y el Web, se basa en una visión alterada de las realidad.
Estas dos imágenes son de la misma galaxia, NGC 628.
La fotografía de la izquierda es la realidad aumentada con un telescopio y la derecha ha sido el resultado de múltiples filtros de fotografía. Con nuestro ojo desnudo veríamos muchos menos que en la imagen de la izquierda. La intención de los astrónomos no es engañarnos sino destacar emisiones de luz no visible. Básicamente el Universo son tinieblas y vacío, salvo pequeñas zonas en las que centramos nuestras observaciones.
En toda esa oscuridad gélida, el Señor compró su viña a un alto precio. Fuera de ella solo hay tinieblas y crujir de dientes.
Si no existiera un creador, un organizador de los elementos, las tinieblas y el vacío lo dominarían todo.
El mundo de los espíritus no sería la excepción, porque forma parte del Cosmos, aunque no lo veamos. Ese orden que reflejan las escrituras después de la muerte o el que adivinamos en las experiencias ECM, no nace de los átomos ni del Universo romántico de nuestro siglo. Es una construcción realizada por el Padre Celestial de forma inteligente para salvar a sus creaciones de las tinieblas de fuera.
Cuando caímos, lo primero que hizo fue abrigarnos.
«Y yo, Dios el Señor, hice túnicas de pieles para Adán y también para su esposa, y los vestí.» Moisés 4:27
Y lo siguiente que ocurre es lo contrario
«Y aquel inicuo viene y despoja a los hijos de los hombres de la luz y la verdad…» DyC 93:39
Ese nudismo voluntario de la luz y la verdad que se practica en nuestro siglo, es el deseo de vivir en unas tinieblas romantizadas, alteradas con filtros de falsa libertad y belleza.
Su brazo de misericordia
La misericordia es más que la solidaridad. Ser solidario es tener una adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros (RAE) en su lado negativo, una banda de ladrones son solidarios entre sí.
Pero la misericordia es algo que no responde a este mundo. Esta palabra está formada por miser (miserable, desdichado) y cordis (corazón) y el sufijo ia (cualidad) ello viene a decir la capacidad de sentir el dolor ajeno. La misericordia no radica en la mente ni en el corazón sino en las entrañas.
«Traedlos aquí y yo los sanaré, porque tengo compasión de vosotros; mis entrañas rebosan de misericordia.»
3 Nefi 17:7
Cuando murió Lázaro, Jesus esperó dos días en el lugar que estaba y después fue a Judea. Cuando llegó a Betania, habían pasado cuatro días de su muerte. Su intención era procurar «…la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.» Juan 11:4
Su propósito era claro pero cuando llegó, surgió no en su mente sino en sus entrañas, la misericordia.
«Jesús entonces, cuando la vio llorando, y a los judíos que habían llegado con ella también llorando, se conmovió en espíritu, y se turbó,
y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.
Y lloró Jesús.»
Juan 11:33-35
Sabia que Lázaro iba a resucitar, que en pocos segundos habría gozo en todos los dolientes, pero no pudo evitar sentir el padecimiento ajeno.
Como el polvo
Lehi, los anti-nefi-lehitas, Marta, Maria usted, yo, todos nosotros necesitamos su misericordia. Porque nuestra situación es desdichada y miserable. Aquellos nefitas que fueron a la conferencia general, montaron sus tiendas mirando al templo, intuyo que se sentían afortunados y satisfechos. Su nación crecía y su prosperidad aumentaba.
Al igual que nosotros coloreamos las galaxias y atenuamos la realidad con placeres y adiciones, incluso poetizamos un Universo que conspira para nuestra felicidad.
Pero Benjamín fue claro
«…así pues, ¿de qué tenéis que jactaros?
Y ahora pregunto: ¿Podéis decir algo de vosotros mismos? Os respondo: No. No podéis decir que sois aun como el polvo de la tierra…»
Mosíah 2:25
Benjamín, ese hombre del manto blanco, llevó a su pueblo al verdadero escenario del mundo, al desierto oscuro y lúgubre, al verdadero Universo. No coloreo la situación y su pueblo entendió.
«Y se habían visto a sí mismos en su propio estado carnal, aún menos que el polvo de la tierra. Y todos a una voz clamaron, diciendo: ¡Oh, ten misericordia, y aplica la sangre expiatoria de Cristo para que recibamos el perdón de nuestros pecados…»
Mosíah 4:2
Esa es la primera revelación, la más necesaria. Por lo que hemos venido aquí. Si me fuese de este mundo con solo ese conocimiento, habría tenido éxito en mi misión.
La primera revelación
Ese sonido del mundo que Benjamín comunicó a su pueblo, es el caminar del hombre del manto blanco. Si guardamos silencio, vendrá ese conocimiento y ante una estela de temor, haremos como Alma.
«¡Oh Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí que estoy en la hiel de amargura, y ceñido con las eternas cadenas de la muerte!»
Alma 36:18
Quizás en un grado menos desesperado, pero todos estamos en esa situación. Alcanzar el conocimiento, de la situación de nuestra alma, de forma precipitada en el caso de Alma, hizo que éste entendiese a la perfección la necesidad de un Salvador.
No hay mayor tragedia en esta vida que el pecado. No se evapora, aunque lo olvidemos. Es acumulativo, va formando parte de nuestro cuerpo y el alma. Se adhiere a ella como los moluscos al casco de un barco. Con el perdemos energía y libertad de maniobra. Pero el mal no se ve, está oculto. Es necesario que alguien de fuera desincruste lo acumulado a lo largo de los años.
En nuestro estado caído, necesitamos misericordia, aun los fuertes. Desde las galaxias, sus estrellas y mundos hasta el último rincón de la tierra no la encontrará. Ni una gota de misericordia por usted ni por mí sobre la superficie de ningún mundo.
«Escuchad la voz de Jesucristo, vuestro Redentor, el Gran Yo Soy, cuyo brazo de misericordia ha expiado vuestros pecados»
DyC 29:1
Excelente artículo David gracias por tu aporte en la obra del señor quede fascinado con las fotografías tú las fabricas o ay alguien más está ayudando saludos desde el valle del gran lago salado
Uso IA para editarlas. De es forma se adaptan mejor a lo que quiero expresar. Gracias Manuel por visitar teáncum
Gracias David por el articulo , estos temas son de mucha ayuda para mi. Logro otra vision de la vida.
Gracias a tí, espero que encuentres en Teáncum un lugar de reposo
Hola Miguel. He estado de obras, muy ocupado. Espero volver al ritmo normal de publicaciones. Gracias
Gracias David, me ha gustado mucho este articulo, estaba esperando pues esta última vez a tardando mas en publicarlo, a sido de mucha información y revelación.