domingo, mayo 28, 2023
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El arrepentimiento es un acto de conocimiento

El Salvador mostró la importancia del arrepentimiento. La doctrina es fácil de explicar pero su profundidad no corresponde a un paseo por la costa sino a navegar en las aguas profundas del mar abierto.

El arrepentimiento y el temor de Jehová son las rodillas del alma, cuando postrado el cuerpo, se alza sobre éste para mirar a su entorno. El arrepentimiento es un sitio frecuentado por todas las personas. Pero hacerlo en el nombre del Hijo, activa el mecanismo de la expiación, engranado a la justicia de los cielos, entonces se produce un milagro.
Pero antes de llegar al asunto, retrocedo a la infancia donde se empiezan a tejer los hilos de la vida.

Cuando era un colegial leí la biblia por primera vez. Tenía una libreta donde escribía mis proverbios favoritos para memorizarlos. Había uno de ellos que no comprendía.

«El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santo es entendimiento.» (Prov. 9:10)

Recuerdo que dediqué tiempo y conversación, a quien quería escucharme, al asunto. Por más que pensaba en ello, no entendía por qué debía temer a Dios para ser sabio, Dios no me daba miedo, salvo por el asunto del infierno que era un tema aparte.
Pregunté al profesor de religión, Don Rufo, pero no supo darme una respuesta clara. Por lo tanto, la cuestión quedó en suspenso durante años.

El temor y la temeridad

El arrepentimiento
Muerte de Saúl

En el RAE temor es «Pasión del ánimo, que hace rehuir aquello que se considera dañoso, arriesgado o peligroso» aunque también tiene como acepción «Miedo reverencial y respetuoso que se debe tener a Dios»
Sin embargo, lo contrario al temor es la temeridad, el temerario es «excesivamente imprudente arrostrando peligros»

Veamos un ejemplo en las escrituras de ambas pasiones del alma.
Cuando Saúl guerreaba con los filisteos en el monte Gilboa, es herido gravemente por los flecheros.

«Entonces dijo Saúl a su escudero: Saca tu espada y traspásame con ella, para que no vengan estos incircuncisos, y me traspasen y me escarnezcan. Pero su escudero no quería, porque tenía gran temor. Entonces tomó Saúl la espada y se echó sobre ella.
Y al ver su escudero a Saúl muerto, él también se echó sobre su espada y murió con él.» (1 Sam. 31:4)

En este caso el gran temor del escudero no es cobardía, sino que actúa movido por un temor reverente, porque sabe quién es Saúl, el ungido de Jehová. Interponerse entre ambos no le es lícito. Después, muerto Saúl, él mismo se quita la vida para morir con el rey.

El temerario es distinto. Hay una raíz latina en esta palabra tenebrae-arum que origina voces como temerario y temeridad significa en la oscuridad, en tinieblas o a ciegas*
El temerario arrostra peligros porque va a ciegas, no ve la realidad claramente.

El temerario

En 2 Samuel 1 relata cómo, después de la muerte del rey, un amalecita viene del campamento de Saúl al de David para darle noticias de lo sucedido. Quiere aprovechar la coyuntura para otorgarse el mérito de haber dado muerte a Saúl, trayendo la corona del rey y su brazalete. Mintiendo, declara que el rey le pidió que lo matara y él accedió. La respuesta de David es un dardo acerado.El arrepentimiento

«Y le dijo David: ¿Cómo no tuviste temor de extender tu mano para matar al ungido de Jehová?» (14)

Con la pregunta, David plantea la escena real no la imaginada. La temeridad del amalecita lo cegó impidiéndole ver. La tenebrae-arum operaba en su alma llenándolo de tinieblas. El amalecita arrostró de forma imprudente excesivo peligro de los que salió perdiendo la vida. Pero lo peor de esta palabra, tenebrae-arum, no es ese ímpetu que espolea a actuar sino hacerlo en tinieblas, a ciegas.

El temor de Jehová

Somos temerarios cuando actuamos sin el temor de Jehová. El temor de Jehová nos orienta. Orientarse es tomar a nuestra derecha, la salida del Sol como el Este, por referencia, todas las demás direcciones cardinales, Norte al frente, Oeste izquierda y Sur atrás, quedan claras.
Así, su temor aclara nuestra orientación en cualquier situación. Si nuestro amigo amalecita hubiese tenido temor de Jehova a su derecha, no se habría perdido con tan fatal desenlace.

No hay un camino del medio en este asunto porque, como dice el proverbio, «El temor de Jehová es el principio de la sabiduría» por lo tanto su carencia es el inicio de la desorientación. Si la pregunta de David ¿Cómo no tuviste temor de…? se aplica a nosotros entonces es que hemos actuado faltos de sabiduría y conocimiento.
El temor de Jehová nace del amor por él.

José responde a las insinuaciones de la mujer de Potifar de esta manera.El arrepentimiento

«¿cómo, pues, haría yo este gran mal y pecaría contra Dios?» (Gen. 39:9)

José no fue temerario, se guió por la presencia de Dios en su alma. Es un contrapeso para el excesivo poder ejecutivo que nos otorgamos a veces y que nos hace caer en la temeridad.

Job ora a Jehová recordando la temeridad de su juventud

«Pues escribes contra mí amarguras y me haces cargo de los pecados de mi juventud.» (Job 13:26)

Asimismo, David implora por algo semejante después que el profeta Natán le hiciera ver su temeridad al allegarse a Betsabé.

«Porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí…
Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo ante tus ojos,» (Sal. 51:3)

En este caso David, que fué quien señaló la falta de temor de Jehová del amalecita, cae en lo misma años después.

El arrepentimientoMuchas veces hasta los santificados actúan como el amalecita. Así, perdiendo el equilibrio y la orientación interior que da el temor de Jehová, se escoran hacia su ego, confundiendo las chispas de su ingenio con las luminarias del cielo que Dios provee, cumpliéndose la escritura

«He aquí, todos vosotros que encendéis fuego y que os rodeáis de chispas, andad a la luz de vuestro fuego y de las chispas que encendisteis.» (Isa. 50:11)

Por tanto «…cuídense aun los que son santificados.» (DyC 20:34)

El milagro del arrepentimiento

Rebasados por el pecado, la flecha del tiempo no vuelve atrás, siempre nos arrastra hacia el futuro. Así, viendo cómo se escapan de nuestras manos los errores y las faltas, nuestra alma desfallece. Ese desorden de nuestra conducta se une al de los átomos y se archivan en el gran registro que tiene el Universo de lo que actúa y de lo que recibe la acción (13). Desde la formación de las estrellas a la formación de nuestro carácter.El arrepentimiento

No obstante, hay un plan de salvación para nuestra alma. La expiación desembrolla la trama de las acciones humanas y es capaz de averiguar la genealogía de nuestros errores en la gran maraña del pasado. Es experta para sacar el estatero de nuestro pez perdido en el mar del tiempo.
Por eso David en su angustia ruega por lo que parece imposible

«Esconde tu rostro de mis pecados y borra todas mis maldades.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí» (Sal. 51:9)

Pedir a Dios que borre nuestras maldades es alterar la contabilidad del Universo donde están anotados cada pajarillo, cada átomo y la energía de nuestros pecados. Sin un Salvador, le estaríamos pidiendo a Dios que arriesgue su posición eliminando nuestro sumando. Al menos deberíamos saber el precio pagado por lo que pedimos.

El arrepentimiento crece en el temor de Jehová. Este temor reverente es la mayor muestra de fe que podemos hacer. Al sujetar nuestra voluntad a la del Padre, usamos el don del arrepentimiento; la única solución diseñada para eliminar el desorden que nuestra alma aporta al conjunto de la creación, sin alterar la mecánica que rige el nacimiento y muerte de las estrellas.

El arrepentimiento un proceso de revelación

Nuestro joven amalecita cuyo nombre no sabemos era hijo de un extranjero. Declarar que mató a Saúl y esperar una recompensa fue mostrar total ignorancia de la situación. Pero en nuestro caso, hemos de entender que nos pasa igual, a veces somos un extranjero en nuestra propia escena.
David declara

«¿Quién puede discernir sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos.» (Sal. 19:12)

Claramente reconoce que todos nos equivocamos.

El quebrantamiento del holocausto

El sábado pasado hice gurullos con conejo. Es un plato típico de Almería, requiere un conejo en la receta el cual tengo que freír con ajo y aceite de oliva. Siempre que lo hago compro el conejo troceado y listo, pero esta vez solo los había enteros.
Me dispuse a cortarlo en trozos y me topé con la resistencia de su esqueleto y un cuchillo inapropiado. Tuve que quebrantar su caja torácica y extraer sus entrañas. Escuche los sonidos de sus coyunturas al romperse y saque lo que siempre estuvo oculto de la luz del Sol. Confieso que me desagradó los ruidos y los olores.

El arrepentimiento

En el sacrificio ante el tabernáculo de Jehová, se tenía que acceder a la integridad del holocausto y quebrarlo ante el altar. En el proceso se adquiría un conocimiento de la vida y la muerte, de la anatomía, de sus sonidos y olores.  Siendo una imagen de Cristo, también lo es del interior del alma quebrantada ante el pecado. La remisión del pecado requería, por tanto, un conocimiento exacto del animal expiatorio.

«y también la grasa del buey y del carnero, la cola, la que cubre las entrañas y los riñones, y el lóbulo del hígado,
y pusieron las grasas sobre el pecho, y él quemó las grasas sobre el altar.» (Lev. 9:19)

El «olor grato a Jehová» al quemar las grasas que se relata en las escrituras, sugiere la complacencia de Dios al sacrificar al hombre natural, que está apegado a nuestra alma como la grasa a los riñones e hígado. Los símbolos usados en las escrituras podemos reducirlos a lo infinitesimal y siguen conservando significado, tienen una naturaleza fractal.

Un corazón quebrantado

Para el quebrantamiento del corazón es necesario romper y atravesar todas las capas de nuestro ego o del hombre natural, que no viene troceado de origen sino entero y apegado al alma, tal como la grasa adherida.

«Ofrecerás un sacrificio al Señor tu Dios en rectitud, sí, el de un corazón quebrantado y un espíritu contrito.» (DyC 59:8)

Esto, como hemos visto, requiere conocimiento del holocausto, nuestra alma y no ignorancia de sus coyunturas. Las coyunturas son las alas del alma, su capacidad de albedrío y movimiento. Ofrecerlas en convenio y sacrificio es someterse a su voluntad.El arrepentimiento

El hombre natural tiene su propio sistema inmune, que no está en la sangre sino en su afán de prevalecer sobre todo y contra todos. Esa constitución, nos hace creer que su carácter nos protege del mundo y que, por tanto, poner la otra mejilla es un despropósito.
Por lo tanto el temor de Jehová y un espíritu contrito son letales para el ego, porque quebrantan su espinazo, eso que confundimos con nuestra forma de ser. Ante aquel que se dispone a quebrantarse ante el Señor el hombre natural envía un mensaje claro:

Si desaparezco tú vienes conmigo.

Solo el influjo del Espíritu puede adelgazar su presencia en nuestra vida.
Para la mayoría llegar a este reto y aceptarlo, requiere ser obligados a ser humildes. La mayoría de nosotros debemos ser obligados, salvo algunos.

«porque no quiero decir que todos vosotros habéis sido compelidos a humillaros; porque verdaderamente creo yo que entre vosotros hay algunos que se humillarían, pese a las circunstancias en que se hallaran.» (Alma 32:25)

El arrepentimiento es un acto de conocimiento

La persona que está en el temor de Jehová, guarda un sextante interno que marca la posición del alma en relación a los cielos, cuando se aleja siente la alarma. De manera semejante, el antiguo israelita, al ofrendar sacrificio, conocía su posición en el tabernáculo de Jehová.

El arrepentimientoTambién atesora esa persona un reloj interno que mide el transcurso del alma, ya que «él ha dado una ley a todas las cosas, mediante la cual se mueven en sus tiempos y estaciones» (DyC 88:42) Por lo que el transcurso del tiempo del alma, no es el común, sino que se desdobla en uno particular donde despliega sus alas.
Por lo tanto, el temor de Jehová, que de niño me confundía, provee al discípulo de la posición y tiempo correcto para ejercer el arrepentimiento.

Estos dos «mecanismos» el sextante y el reloj, son latentes, nos acompañan permanentemente sin consumir mucha energía. Así, sometiendo a escrutinio nuestra vida, se intensifican todos los hechos con nuevos significados. El discípulo, en su adiestramiento, empieza a comprender lo que es llevar siempre una oración en el corazón

«Y sucedió que mandó a la multitud y también a sus discípulos que dejasen de orar; y les mandó que no cesaran de orar en sus corazones.» (3 Nefi 20:1)

Ese cálculo permanente de nuestra posición y tiempo es una oración constante. Hace del mundo un lugar más navegable siendo Cristo la rosa de los vientos.

El transcurso del tiempo

Cuando ejercemos el arrepentimiento como parte de nuestra vida, el tiempo participa en la revelación. Nos ayuda a vivir con intensidad cada momento del presente y del pasado, por lo tanto, cada día es una valiosa oportunidad.
El temor de Jehová latente en nuestra alma, puntea cada momento del día, de esta forma, la utilidad de la unidad de tiempo adquiere un valor hasta entonces desconocido. Vivir se convierte en una atenta observación del mundo y los actos de nuestra alma. Esa práctica, favorece vernos a veces en tercera persona, nos ayuda así, a descubrir nuestras faltas y aciertos desde la perspectiva de las escrituras, siendo el arrepentimiento su lectura.

El arrepentimientoCuando nos arrepentimos siguiendo el mandamiento, nuestro tiempo se sincroniza con el divino

«Y así vemos que le fue concedido al hombre un tiempo para que se arrepintiera; sí, un tiempo de probación, un tiempo para arrepentirse y servir a Dios.» (Alma 42:4)

Por lo que el diseño de este espacio-tiempo en el que vivimos, no solo está afectado por la masa, la energía y el movimiento (E=MC2). Nuestra existencia, aunque aporta una medida ínfima de energía en comparación al Universo, sin embargo, es una lámpara que brilla en alto en las extensas tinieblas del Cosmos, donde hay más oscuridad que luz.

El diseño del tiempo, por tanto, recibe la influencia de la masa del plan de salvación y cada alma, como su partícula fundamental, ejerce su fuerza en este campo eterno.
Para que el tiempo no se vaya sin darnos cuenta, para que no pase en vano, hemos de apegarnos a las leyes que lo conforman. Por lo tanto, la correcta apreciación del paso del tiempo diseñado para el alma, sólo se percibe cuando somos probados, nos arrepentimos y servimos a Dios, que son las tres dimensiones de su espacio.

La salvación y la ignorancia

En las instrucciones dadas por José Smith el Profeta en Ramus, leemos

«Es imposible que el hombre se salve en la ignorancia.» (DyC 131:6)

Al ejercitarnos en el arrepentimiento, como el aseo diario del alma, adquirimos un notable conocimiento de su naturaleza. Vemos sus huellas en la jornada y meditamos en su conducta. Este conocimiento diario en el estudio de nuestro comportamiento y no en la obsesión por él, nos acerca a cómo «El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santo es entendimiento» (Prov. 9:10)

los hijos de perdicion 2Liberados de sostener en alto nuestra estatua de oro ante los demás, al arrepentirnos descansamos del pesado tributo de nuestro ego y lo relegamos fuera. Así libres de toda carga mundana, podemos descargar el alma ante Dios y quebrantarla como holocausto ante su presencia. Sin embargo, eso requiere conocimiento. La ignorancia de nuestra vida nos impide ofrecerla en sacrificio. El Salvador apuró la copa, tomando la carga de todos nosotros, por eso el conoce todas las cosas y las ilumina a su través.
El temor de Jehová, nos ayuda a considerar nuestros actos y palabras para no defraudar a alguien a quien empezamos a amar.

El arrepentimiento es un acto de conocimiento porque abre la ventana del alma sobre sí misma. La culpa habita en su centro como el minotauro y llegar hasta ella requiere comprender el laberinto del alma, que es el primer paso para amarnos a nosotros mismos

El gozo del arrepentimiento

Cuando nos arrepentimos cuidamos el alma. Podemos, de esa forma, amar al prójimo ya que, gracias a ese don, nos amamos «con acierto» a nosotros mismos. Entenderemos cabalmente que la tristeza por nuestras faltas es el ayuno de la dicha cercana, por eso aun cuando nos arrodillamos con pesar, nos alzamos consolados confiando en que su voluntad se hará mejor que la nuestra.

el arrepentimiento 5

Si el arrepentimiento nos diese una victoria definitiva sobre nuestras faltas, seríamos un ídolo a nosotros mismos, que es a lo que aspira nuestro ego. Ese logro en un cuerpo caído, retroalimenta al hombre natural, condiscípulo nuestro en esa engañosa victoria.
Sin embargo la preparación para un estado glorificado, requiere quebrantarnos en este,

«Porque a cualquiera que tiene, se le dará y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.» (Mt. 13:12)

En ese esfuerzo privado, disciplinado y permanente ganaremos palmo a palmo terreno al hombre natural. No obstante, en ese estado de combate permanente, descubrimos que, en el arrepentimiento, no hay desmayo del ánimo, sino pasión por el principio de sabiduría que nos da el temor de Jehová. Verdadero gozo al revelarse la naturaleza de nuestra relación con Dios. Sobre todo, de su enorme paciencia y misericordia.
En el silencio de nuestro refugio se abrirá la fuente de alabanza en nuestra boca.

* Etimología de la palabra temerario

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