La paciencia de la crisálida
Recordando lo tratado en el primer artículo de la serie «Los reinos de gloria» sobre la sección 76. Los habitantes del reino celestial, previamente a recibir una plenitud, han seguido un proceso de cambio después que «…recibieron el testimonio de Jesús, y creyeron en su nombre».
Resumimos este proceso mediante una «ecuación»
Mandamientos + ∑ (( lavados+ limpiados )+ (( Espíritu Santo ) ƒ (ordenanza + autoridad))) = DyC 76:70
O lo podemos leer su enunciado en el versículo 52
«para que, guardando los mandamientos, fuesen lavados y limpiados de todos sus pecados, y recibiesen el Santo Espíritu por la imposición de las manos del que es ordenado y sellado para ejercer este poder;»
A partir del versículo 51 y a continuación de los hijos de perdición, el Señor describe los requisitos de los que heredan lo celestial.
Los justos, como crisálidas, cambian su constitución espiritual, en el anonimato de un cuerpo común. Ni aun ellos son conscientes. Así, cumpliendo su voluntad, como aquellos maestresalas, nacen en las bodas del cordero, del agua al vino. Y esa fórmula maestra, la observamos en DyC 76:70. Es el milagro que Nicodemo no entendía.
Esa suma de una variable, como es nuestra obediencia, a las constantes de las ordenanzas y la de alguien ordenado y sellado para ejercer este poder, realiza los arreglos previos para recibir un cuerpo celestial.
Al igual que el atleta entrena en alturas para aumentar su capacidad aeróbica y soportar la victoria en la carrera. Los santos aumentan su capacidad de soportar la gloria celestial, mediante la obediencia al programa celestial de preparación. Pero todo esto ocurre en el anonimato de la sagrada urna del alma.
La simetría en los extremos
Versículo 31,35 (condenados) | Versículos 51, 52 (justos) |
a. conocen mi poder b. participan de él c. niegan la verdad d. se rebelan e. niegan el Espíritu Santo f. niegan al hijo | a. fueron bautizados b. lavados y limpiados c. recibieron el testimonio de Jesús d. de acuerdo con el mandamiento e. reciben el Santo Espíritu f. creyeron en su nombre |
Aquellos de la columna derecha, son «quienes vencen por la fe, y son sellados por el Santo Espíritu de la promesa» (53)
Las dos columnas muestran las imágenes especulares de los reinos extremos del plan de salvación. La simetría es notable.
La promesa
El Santo Espíritu de la promesa se describe en los siguientes versículos. Sin embargo la situación de los justos en la tierra, no es de salvación sino de equilibrio. No están en esta tierra en una plataforma de salvación, sino en una delgada línea. Por eso es una promesa. Pueden caer, de la misma forma que aquellos primeros del versículo 31.
El gran desnivel entre las columnas anteriores, crea una gran tensión en la vida de los santos. Podemos llegar al árbol, pero permanecer requiere de un acto de voluntad constante. Hay todo un edificio enfocado en el desistimiento de la voluntad en aquellos que llegan a probar el fruto. Soportar las cruces del mundo requiere sustraernos a la suave pendiente que se presenta ante nosotros. La senda estrecha nos propone la contracorriente como el entorno diario del discipulado.
El resultado de esa tensión, entre dos condiciones tan opuestas, es un gradiente de órbitas alrededor de su trono.
Un enfoque espacial
La sección 76 es una revelación con mucho sentido espacial. La palabra mundo se repite nueve veces en su acepción de espacio. Cielo se menciona siete veces. Estrella se repite tres. Sol cinco. Luna cuatro. Todo esto me sugiere un enfoque celestial, es decir, espacial de esta revelación.
El entorno donde el Señor explica sus reinos a través 2.832 palabras no es en forma de parábola. Hay demasiada insistencia en términos astronómicos para no darse cuenta de algo: Existe una intención clara de formar en nuestra mente una idea de espacios y mundos.
Este enfoque nos provee de ideas e imágenes interesantes para entender mejor el mundo futuro que la redención nos prepara. De forma paralela la cosmología moderna de nuestro tiempo tiene su par en la cosmología avanzada de la restauración. Siendo ambas en la apostasía líneas divergentes. Ahora vemos un encuentro futuro cuando el Señor, que [reina en los cielos y entre las huestes de la tierra; y en el día en que él integre sus joyas, todos los hombres sabrán qué es lo que declara el poder de Dios.] (DyC 60:4)
La formación de los mundos.
Siguiendo las pistas que nos da el lenguaje de la sección 76, ampliemos el campo.
La materia sin organizar del espacio profundo consiste principalmente en gas (H) y polvo. Estos elementos, al concentrarse lentamente hacia un punto por efecto de la gravedad, van formando una protoestrella (estrella en formación)
Esa estrella tiene un disco de materia que gira a su alrededor. Poco a poco se van formando anillos diferenciados y en ellos objetos rocosos que, uniéndose, derivan en cuerpos de mayor masa, llegando al final a formar planetas.
La fuerza principal, es la gravedad de la estrella y su luz, la causa de la vida futura. Cada anillo dará luz a un planeta o a cuerpos de diversos tamaños (asteroides). Los planetas gigantes se forman en el exterior y lentamente migran a una órbita interior. En ese espacio de tiempo hay la suficiente calma para que los planetas menores y rocosos como la Tierra puedan formarse.
La frase en Abraham 3:24 «…Descenderemos, pues hay espacio allá, y tomaremos de estos materiales y haremos una tierra sobre la cual éstos puedan morar;» sugiere un proceso que empieza con unos materiales menores y dispersos y termina en un planeta. La similitud con la formación de los planetas descrita en el proyecto ALMA es impresionante.
Pero esta coincidencia queda oscurecida si no leemos con agradecimiento. Esto es, tratando las palabras de las escrituras como ciertas sin necesidad de ser confirmadas, por el observatorio ALMA. Sin embargo esta lectura debe hacerse «con arreglo a nuestros conocimientos.» (1 Nefi 1:3) conocimientos de Nefi que se componían «de la ciencia de los judíos y el idioma de los egipcios.» (2) y en nuestro caso ese conocimiento incluye ALMA. Es el difícil equilibrio y la tensegridad de los santos en los últimos días.
Las órbitas alrededor de su trono
Los reinos de gloria descritos en la sección 76 orbitan como mundos alrededor de su trono. Algunos reciben de su presencia, otros de su influencia otros ministrados por mundos de mayor peso de gloria. Así como en los planetas de un sistema estelar, la distancia a la estrella define las propiedades y tamaños de sus planetas. Igualmente los reinos de gloria, reciben luz y conocimiento en la cercanía a su trono.
Este concepto espacial que sugiero, puede darnos la idea de un sistema planetario en los reinos de gloria. Pero no esa mi intención. Solo pretendo resaltar la orientación, el enfoque espacial que nos sugiere la sección 76 para meditar en este asunto.
Ahora necesitamos hablar de algo, antes de continuar.
El gran despegue
Al leer la sección 76, creo que el Señor, a medida que avanza la restauración, es cada vez más concreto y menos alegórico. Pongo por ejemplo las profecías del mesías en el antiguo testamento.
Los judíos esperaban un rey que los liberara de sus enemigos, triunfante sobre las naciones. Pensaban en una liberación política. Esperaban un líder militar. En cierta forma era natural que tuviesen esa idea porque Jehová los acompañó en sus guerras y sus leyes fueron el fundamento de su estado. Su comprensión estaba en la inercia de su historia. Por eso cuando vino el Mesías muchos no lo reconocían en el hijo del carpintero.
Se necesitaba nacer de nuevo, reconstruir su manera de pensar judía. Superar la ley-religiosa-estatal de Moisés. Cumplida ésta, se necesitaba un odre nuevo, una mente abierta al convenio primero, rechazado en Sinaí.
Ver a Jesús de Nazareth en la ley y los profetas, exigía abandonar hábitos, los circuitos del pensamiento anterior, despegar de la senda segura de los escribas. Adentrarse en un mundo nuevo con él de referente. Un mundo inseguro, sin precedentes. Pero vivo y esperanzador. Desde una mente cristiana, es fácil de comprender y ver a Cristo en el antiguo testamento. Pero nosotros tenemos la inercia de dos mil años de cristianismo.
Los santos de los últimos días estamos en una situación semejante. La restauración es, no una fractura, pero sí una etapa que despega del gran lanzamiento del plan. A medida que ascendemos en conocimiento en estos últimos días, nos desligamos de la gravedad de las ideas de los días antiguos.
Nosotros procedemos de una tradición judeo-cristiana. Ambas etapas añadieron el impulso necesario al plan de salvación para llegar a donde estamos. Hay una conexión entre ambas, pero también un despegue semejante a las etapas de un lanzamiento espacial.
Nuestro entorno orbital
El agotamiento de la fase religiosa anterior ocurrió con la primera visión de José Smith en 1820. Esa fue la ignición de una etapa de conocimiento sin precedentes. La restauración nos dota de un nuevo lenguaje y de ideas ajenas al sentido común de las almas sujetas a la gravedad de la historia pasada.
¡Sí! él tiene un cuerpo. Sigamos ascendiendo.
Pero lo maravilloso de todo esto, es que el entorno que nos rodea, por primera vez, va sincronizando lentamente con las nuevas escrituras. De ahí la comparación con el observatorio ALMA y sus conclusiones en la génesis planetaria.
Aunque a veces imputamos a nuestro siglo los males y pecados profetizados. También es cierto que «la ciencia de [nuestro] padre» (1 Nefi 1:1) es un legado inmenso y que su lenguaje ya no «…se compone de la ciencia de los judíos y el idioma de los egipcios.» (2) sino de amplios continentes de conocimientos y de pueblos. Ahora una iglesia enlazada a los días de Adán embrida a la inteligencia artificial. Una hidra amenazante, que bajo la guía del sacerdocio, navega sin pausa en un océano de datos, escribiendo el libro de la vida. Cumpliendo un mandato imposible a los ojos de los santos en 1830.
Me imagino al Salvador decir «Si os he dicho cosas terrenales y no creéis, ¿Cómo creeréis si os digo las celestiales?» (Juan 3:12). Ahora él nos dice las cosas celestiales, ¿estaremos a esa altura? o responderemos como Nicodemo «¿Cómo puede hacerse esto?» (9)
Las antiguas dificultades de Moroni cuando reconocía «has hecho grandes y potentes nuestras palabras, al grado de que no las podemos escribir» (Éter 12:25) no están en la sección 76.
Algunas cosas celestiales
El reino celestial no es una república ni una democracia. Es un reino.
En una clase de la escuela dominical surgió este asunto. Alzar la mano en apoyo de las propuestas del obispo, fue interpretado como una muestra de la democracia interna de la iglesia.
Sin embargo la iglesia al igual que la naturaleza, no es una república sino un reino. Vegetal, mineral, animal… El Universo y la creación, no somete sus leyes a votación ni se establecen por mayoría. Consideremos que la ciencia avanza de la misma forma, bajo el férreo gobierno del método científico. Su realeza son los hechos no las opiniones.
En la iglesia la soberanía está en el Señor y su representación está en la línea de autoridad del sacerdocio. Aunque él la comparta con los santos de los últimos días, los santos no le escogieron a él. Sino que él los escogió a ellos.
Al describir a los habitantes del reino celestial nos dice que «son sacerdotes y reyes que han recibido de su plenitud y de su gloria;» (56)
Unir en una misma persona el poder real y el religioso, en la tierra, es ejemplo de teocracia. O cuando menos de absolutismo. Como ciudadano de un país democrático, me llama la atención este detalle. La forma de gobierno en esos reinos no será representativa.
La soberanía es del Padre, aun cuando él «ha entregado todas las cosas» (55) en manos de la Iglesia del Primogénito o en su acepción más amplia. Comparte su poder real con «la asamblea general e iglesia de Enoc y del Primogénito» (67). Uno de esos poderes delegados, es que «los ángeles y los dioses que están allí les dejarán pasar a su exaltación y gloria en todas las cosas, según lo que haya sido sellado sobre su cabeza» (132:19)
Todas las cosas son suyas
Para esos sacerdotes y reyes, a quienes se prometen que «todas las cosas son suyas, sea vida o muerte, o cosas presentes o cosas futuras, todas son suyas…» (DyC 76:59) las escrituras no hablan del cómo lo harán, sino del qué recibirán.
A los habitantes del reino celestial, le asignamos en nuestra mente un estamento religioso. No se mencionan generales ni gobernadores, ni científicos ni ingenieros tampoco empresarios. Estos estamentos en la tierra sí gobiernan el cómo de las cosas. Aquí sabemos qué cosas son las que gobiernan. La política, el ejercito, la investigación, la economía…
Sin embargo, qué hacen unos sacerdotes recibiendo todas las cosas y siendo reyes en todas las cosas. En nuestro mundo eso sería inquietante, al punto de preparar nuestro pasaporte y las maletas.
Qué son las cosas
No sabemos cómo se gobernaran o usaran todas las cosas en el reino celestial, porque desconocemos qué cosas son.
En nuestro mundo, aunque decimos que conocemos el átomo, solo ejercemos nuestra forma de conocerlo y usarlo. Sin embargo en ese reino las personas (más complejas que un átomo) «ven como son vistos, y conocen como son conocidos» (94) Esta forma directa de conocer las cosas es distinta a la forma indirecta de nuestra conciencia a través de los sentidos. Quizás por eso, en ese reino, sus sacerdotes y reyes, reciban la manera de conocer las cosas como son y no como pensamos que son.
Algo parecido a usar los dedos para contar, está bien hacerlo, sin embargo ellos no son las matemáticas. Pero ayudan.
Quizás por eso el Salvador no necesitaba instrumental quirúrgico para curar a un ciego. Esos instrumentos no son la salud, pero ayudan. Sin embargo, el Salvador sabía cómo eran en realidad las cosas.
Para ver la cosas como son. Incluso para ver «que todo es materia» (131:8) está claro que necesitaremos un cuerpo nuevo, aun uno celestial.
Al leer sobre ese reino y sus «cosas que ojo novio, ni oído oyó, ni han llegado siquiera al corazón del hombre.» notamos que no podemos encajar ese mundo celestial en nuestra manera de conocer las cosas terrestres. Pero al menos los santos sí podemos sospecharlas.
Si nos situamos junto a Demócrito en el 370 A.C. él con su concepto de átomo y nosotros con nuestra idea de la gloria futura. Estaríamos ambos a una distancia de entender, como en la que él estaría del LHC (Large Hadron Collider)de Ginebra y su descubrimiento del bosón de Higgs. Demócrito estaría lejos de soportar la gloria del LHC.
Nosotros tendríamos que nacer de nuevo, incluso «hechos perfectos mediante Jesús» (69)
Sin embargo ambos estaríamos en el camino correcto. Demócrito en la senda de la ciencia y nosotros en la jurisprudencia del convenio de salvación.
La variedad de los reinos
La variedad de los reinos de gloria va en consonancia con la variedad de sus creaciones. Es un rasgo de sus manos, la infinita diversidad en cualquier área donde ellas trabajen. Por eso el blanco y negro de la apostasía queda superado en el arco iris de la restauración. La razón de ello podemos verla en el versículo 70 de esta sección 76
«Son hombres justos hechos perfectos mediante Jesús, el mediador del nuevo convenio, que obró esta perfecta expiación derramando su propia sangre.»
¿Qué quiere decir obró esta perfecta expiación?
Él lo hizo perfectamente, apurando hasta las heces de la copa. Una obra impecable. Padeció por todos y eso facilitó todas las posibilidades de salvación para todos. Él fue el prisma perfecto y a través de él, la justicia se descompuso en innumerables matices de salvación. Fue el único que podía descomponer la férrea decisión de los elementos e inteligencias en no dejar pasar a esos candidatos-desastre que somos.
Aquél con el suficiente prestigio ante ellos, «Porque por él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisible» (Col. 1:16)
Podría haberlo hecho bien o muy bien. Pero lo hizo perfecto. A semejanza con las estrellas, él proveyó la manera para que cada partícula de polvo perteneciera a un mundo, se hiciera luz o adquiriese vida. Ninguna se perdió, porque él las rescató a todas, hasta la perdida en las tinieblas de ahí afuera.
Él consiguió que «no haya espacio en el cual no haya reino; ni haya reino en el cual no haya espacio, bien sea un reino mayor o menor.» (DyC 88:37). El que contaba los pajarillos del campo, nos conoce bien.
Su perfecta expiación consiguió la multitud de reinos de gloria.
En cada anillo un mundo, para cada mundo un plan.
Proyecto Los reinos de gloria»