La restauración y su despliegue
La iglesia despliega el evangelio sobre el mundo donde vive. Y lo hace sobre su orografía. Por eso aún cuando el evangelio es eterno, su aspecto fluctúa entre el llano y las escarpaduras de los siglos. A las sociedades toscas y angulosas les era difícil asumir las verdades delicadas.
En la dispensación de Moisés existía la carta de repudio. Preguntado Jesús por la razón de permitirlo, el salvador responde «Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras esposas; mas al principio no fue así.» (Mateo 19:8) El escollo de esa dureza no permitió al evangelio mostrar un aspecto más celestial en las relaciones familiares.
El sistema operativo que brindan las edades de la historia, facilitan o no, que el evangelio fluya con más o menos dificultad. Así como la dispensación de Adán proclamó un evangelio local con el alcance de la voz, las calzadas romanas permitieron al cristianismo llegar a los extremos del mundo civilizado.
En nuestra época, el espacio y el tiempo es vencido por las calzadas digitales que circundan el planeta. El evangelio se despliega con formas nuevas. Quizás asombrados pensemos que cambia de un siglo a otro, cuando en realidad, se manifiestan sus formas escondidas.
Al igual que el agua reverdece los campos en función del clima y la condición del terreno. Así el evangelio se manifiesta con más fuerza cuando las condiciones son propicias. Siendo la plenitud del evangelio que vivimos, una plenitud también de las edades del hombre.
Los cambios
A veces sorprendidos por las nuevas notas de la partitura celestial, deseamos volver a los antiguos compases del pasado. Nos inquietamos por cambios en la investidura del templo. Nos alarma la nueva actitud hacia los hermanos y hermanas con inclinaciones homosexuales. Vemos a la anterior orientación familiar convertirse en una ministración fluida e imaginativa. La unificación de los cuórunes del sacerdocio es un cambio histórico. La mujer en la iglesia aumenta en influencia; en los consejos de barrio trabaja cada vez con más peso.
De esta forma, la línea de autoridad, siendo la misma, se ramifica proporcionando un tupido ramaje de liderazgo.
Los templos son más pequeños pero se extienden por toda la tierra. Las redes de datos entran en las entrañas de la obra del recogimiento. Su obra se acelera y se acometen cambios en la ceremonia sin menoscabar significados.
Esta apertura, no solo al mundo, sino también a sus herramientas, nos sitúa piel con piel con el movimiento de nuestro siglo. Aunque algunos perciban ese contacto como un peligro, considero que estas condiciones son fruto de «la buena disposición de [su] voluntad tocante a todas las cosas pertenecientes a [su] reino.» (DyC 76:7)
Mirando a nuestros pies
Quizás creyendo ver una flor distinta al evangelio que conocimos, pasamos por alto que esos cambios son los pliegues escondidos, que ahora se muestran.
Así mirando a nuestros pies la ausencia de sendero, pasamos por alto que la barra sigue a nuestra izquierda. Y no vemos aún que el sendero por hacer depende de nuestros pasos. Por lo tanto los santos de estos últimos días, no abren los caminos antiguos de los pioneros. Sino abren el corazón a la anchura de la eternidad que se presenta cada vez con mayor claridad.
Cambios en los barcos.
El evangelio inicial de los jareditas incluía un aspecto naval pues «construyeron barcos a la manera de los que habían hecho antes, de acuerdo con las instrucciones del Señor.» (Éter 2:16) Sin embargo en la ejecución de ese plan surgieron problemas. No había aire en el interior de los barcos ni luz.
El hermano de Jared invoca al Señor diciendo «he construido los barcos según tú me has dirigido.» (18) No era un fallo de Jared ¿Acaso el Señor se equivocó en sus instrucciones? ¿No consideró detalladamente la necesidad de respirar y ver en la oscuridad?
El Señor da solución al problema del aire, pero solicita a Jared una propuesta para el de la luz.
El que brilla en las tinieblas, llamó al hermano de Jared desde ellas. Y desde esa oscuridad en el alma, el Señor nos pregunta «¿Qué quieres que yo haga para que tengáis luz…?» (23) Al igual que las instrucciones recibidas por Jared, las de nuestra dispensación son perfectas. Porque él no sólo deseaba que los jareditas hiciesen barcos perfectos sino que buscasen la perfección en él. Incluso subiendo al «monte que llamaban el monte de Shelem, a causa de su extremada altura» (3:1)
La abertura que realizaron en los barcos para respirar, fueron cambios inesperados. De la misma forma, la iglesia cambia en su forma sin dejar de ser el barco de salvación. El reevaluar nuestra vida y pensamiento es un ejercicio sano de humildad al tener que deshacer «nuestro pensamiento perfecto». No quejarnos de eso, nos ayuda a encontrar las lecciones ocultas de un plan, que trata de construir un barco mientras edifica el alma.
La forma del evangelio
A medida que la plenitud del evangelio afronta la plenitud del mundo, abre nuevos pétalos y estambres. Antes, tranquilos y cómodos, veíamos el brote, sencillo y compacto del pasado. Ahora nos asombramos de las formas nuevas y a veces contradictorias a nuestros ojos.
Cuando nuestra costumbre estaba incubando una tradición, entonces la restauración nos dice: ¡Asómbrate!
En un campo de espigas, el Señor del día de reposo, nos habla de hacer el bien a todos los hombres. Mientras pensamos en ello, él frota en sus manos las almas adquiridas por precio, desbrozando lo malo que hay en ellas. Sin embargo no vemos lo que hace sino si es lícito hacerlo.
Vemos la verdad del evangelio a través de la forma de la Iglesia. Pero sin embargo, el despliegue acelerado de la restauración requiere un despliegue de nuestra alma. Una disposición a extender nuestro caudal más allá de las orillas de costumbre.
El gran reto de asumir la realidad de este despliegue y no nuestras antiguas supersticiones nos invita a adaptar nuestras articulaciones mentales (útiles hasta aquí) para adquirir la complexión de Cristo, quien comia y bebia con publicanos.
La realidad manifiesta de nuestros hermanos y hermanas homosexuales, requiere de nosotros abrir una abertura en nuestro pensamiento, a menudo, «ajustado como un vaso» (17). Desechar nuestros miedos a perder nuestra forma inicial.
El que hace salir su Sol sobre buenos y malos, nos invita a amar a todos, incluso a los que no entendemos. Ya que «si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?» (Mateo 5:46) Su ejemplo nos enseñó a sustituir los juicios por el amor. Sin embargo nos resistimos a que nuestro amor justifique una falta de juicio. Por eso, dosificamos nuestro afecto.
Nuestras llaves
Así autoinvestidos por nuestra certeza, nos limitamos en la capacidad de amar. Y así como Enoc «lloró y extendió sus brazos, y se ensanchó su corazón como la anchura de la eternidad; y se conmovieron sus entrañas;» (Moisés 7:41) nosotros, preferimos juzgar en vez de llorar con los que lloran, nos cruzamos de brazos en vez de extenderlos y en lugar de amar y así comprender, estrechamos el corazón reduciendo el conocimiento.
De esa forma cimentamos nuestro juicio mientras cementamos nuestras entrañas.
El énfasis del Pte. Nelson en la ministración nos recuerda que no tenemos las llaves de la administración de las ordenanzas ni del juicio. Pero en este caso sí tenemos la llave del amor, del afecto y la hermandad. En eso se nos llama a ministrar a todos los hombres. Sin embargo a veces nos centramos en dar carta de repudio y centrar nuestra atención en lo lícito.
Conocemos a hermanos y hermanas, padres, hijos, madres e hijas. Santos todos. Ellos han estado debajo de todas las cosas, en esos abismos de incomprensión cavados por sus propios hermanos y familiares. Y aun así, nos dicen que él estaba allí, que es la luz que ilumina a todo hombre que viene al mundo.
A nosotros se nos manda amar y perdonar a todos los hombres, no a comprenderlos. Incluso a aquellos que conocemos. Porque el juicio para todos nosotros es suyo.
El modelo vivo
En la historia de la iglesia, como en las cosas vivas, ha habido crujidos y torsiones en las cuadernas del corazón de los santos. Entre 1852 y 1890 los santos practicaron la poligamia. En Junio de 1978 se extiende el sacerdocio a todos los varones. Ha habido cambios en la ceremonia del templo y en las reuniones. Estamos en un proceso de toma de conciencia hacia los hermanos con una sexualidad distinta.
En esto último percibo que el debate se centra en «a qué tienen derecho», siguiendo la estela de aquellos que preguntaban a Jesús «¿Es lícito…?» Nuestra parte en este asunto reside más en nuestro interior que en los manuales. En amar a ese prójimo que ocupa en nuestra mente una tradición enemistada, esos samaritanos históricos. Los desechados de toda hermandad.
Esta dispensación, administrada por la Iglesia de Jesucristo, está en plenitud de facultades cuando enfrenta la realidad de esos hermanos y hermanas. Y estando, en toda su estatura, la respuesta no puede ser una carta de repudio por parte de su membresía. Esa respuesta ni es de nuestro tiempo ni lo es de la restauración. El grano de mostaza ya no es tal. Ahora es un árbol gigantesco con sitio para dar cabida a las aves del cielo. Cuanto más a los nuestros.
Con esto quiero decir y concentro mi atención, en que nuestra parte es amar y acoger. Una aspiración a juzgar tanto a nuestros hermanos necesitados como a la iglesia, nos sitúa en una travesía sin aire ni luz.
El modelo del árbol
En el sueño de Lehi el evangelio se representa en un árbol no en un edificio. En el sustrato de esta imagen está el crecimiento, lo impredecible de las formas, la hospitalidad de su copa y la nutrición del fruto. Todo es accesible a cualquier estatura y a cualquier brazo. No así el edificio, cuya forma no es asequible para todos. No podemos hacer del amor de Dios un gran y espacioso edificio a gran altura de la tierra.
Tomar como modelo el gran edificio nos hace personas difíciles de tallar. Escogidas por el adversario para amueblar un lugar, para ser complementos de una ideología. Para adoptar un estilo que emana de su arquitectura.
Pero el nos quiere para cruzar un mar.
Para atravesar un desierto y probar el fruto del árbol. Así, nos hace experimentar, no el juicio hacia aquellos de enfrente, sino el amor de Dios. El evangelio no nos enfoca tanto en juzgar como en discernir los espíritus y sus anhelos, más observar que en mirar, más en amar que en saludar a los que nos saludan.
Esa extraña circunvolución de la iglesia es lo que ha comenzado a florecer. Está ocurriendo ahora y debemos estar atentos.
«Próximo artículo»
En «La casa de Israel y su poder» Nos acercaremos al origen de esta poderosa institución. La más antigua de toda la tierra. Nunca desde su fundación ha dejado de nutrir a todos los que la invocaban
«Proyecto La restauración y su despliegue»
(1) Las magnitudes del evangelio y los santos |
(2) Creer más en la iglesia que en Dios |
(3) La prueba de fe en los mormones |
(4) La restauración y su despliegue inesperado |
(5) La casa de Israel y su poder |
Bueno, aunque ya no ejerza de Obispo, estoy a tu disposición.
Buen articulo Obispo, facil de paladear.
Sin embargo, me gustaria tocar algunos temas con Ud., algunos muy actuales.
Un buen artículo, lleno de claridad y frescura, me ha encantado, me ha transmido una hermosa imagen, un corazón abierto y unas manos extendidas de forma incondicional hacia todos, porque todos sin excepción, somos hijos de Dios.
Felicidades, gracias por tu trabajo.
Gracias por tu comentario. Son unos momentos importantes para reflexionar de lo que ocurre la Iglesia. Nuestro papel como miembros tiene que estar a la altura de lo que se espera de nosotros.
Gracias por visitar teancum