sábado, febrero 1, 2025
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Bajo las alas del Salvador

Cuando mi abuela María estaba con nosotros, pagaba puntualmente a la compañía aseguradora, el seguro de defunción. Todos sabíamos que, a lo largo de su vida, el importe de sus cuotas superaba con creces el costo no solo de un funeral sino de cinco o seis de ellos. Yo bromeaba con ella cuando venía el cobrador, muy serio, a cobrar el recibo. Ahora, mi mujer y yo seguimos esa tradición ampliando la cobertura a nuestros hijos. Pero también intentamos estar bajo las alas del Salvador

En realidad, no pagamos tanto el costo como la sensación de estar protegidos, no solo en nuestra muerte, sino en nuestra casa, el coche…y la atención dental. Esto último pertenece a otra esfera, al parecer nuestros dientes son valiosas incrustaciones de marfil tallado, reponerlas es costoso.
Este aspecto de la fragilidad de nuestra vida nos demuestra que vivimos en un mundo caído. La aparente bonanza del presente puede desaparecer en cualquier momento. La sonrisa más bella puede quebrarse en un accidente. Las aseguradoras nos inspiran a meditar en el significado de la vida, aunque sea por su interés.

Cuando nos casamos, trabajé para una compañía de seguros de defunción. La muerte era una aliada en la venta, de hecho, mi mejor argumento. Además de la excelente calidad de nuestros servicios, solo tenía que ayudar a que el cliente reflexionara en la fragilidad de nuestra vida. Pero eso no era suficiente, los clientes de la competencia también fallecían, así que terminaba resaltando la calidad de nuestros ataúdes, nunca se desfondaban.
Afortunadamente nuestros fuertes vínculos con las compañías de seguro no tienen vigencia más allá de esta vida. Porque con ellas «Todos los convenios, contratos, vínculos, compromisos, juramentos…termina cuando mueren los hombres.» (DyC 1323:7)

El riesgo del alma

Bajo las alas del Salvador
¿Asegurar el alma? ¿de qué riesgo?

Encuentro las frases publicitarias de las aseguradoras, casi evangélicas. Por ejemplo, un seguro de vida con la imagen de un niño pequeño «No es por ti es por él». Esta otra es impactante «Nuestra responsabilidad es proteger lo que más valoras» Y qué me dicen de esta «Tu casa tus reglas»…que bueno, lo contrataría ya.

Sin embargo ¿por qué cuesta tanto entender la necesidad de un salvador para el alma? Fácilmente deducimos que muchos han dejado de creer en ella. Pero si lo que más valoramos es nuestra existencia, ¿No es acaso un riesgo hallar nuestra alma a la postre sin un bienestar asegurado? Somos más exigentes para riesgos peregrinos como la caída de un rayo (en Almería no llueve)

La siguiente pregunta que surge es ¿Asegurar el alma? ¿de qué riesgo? ¿quién reclamará responsabilidad? ¿Con qué autoridad? Estas preguntas lógicas y aplicables aquí, nos cuesta entender su vigencia allá, detrás del velo. De nuevo aceptamos riesgos que no asumiríamos si se tratara de los cristales de nuestro vehículo.
El alma, nos acompaña desde el inicio del mundo, de su compañía nace la moral de la humanidad, del debate de su existencia la filosofía. No aplicarle el cuidado en su conservación futura es un gran riesgo. El Señor nos dice «los que mueran descansarán de todos sus trabajos, y sus obras los seguirán;» (DyC 59:2) He aquí una declaración explícita de la continuidad de nuestros hechos, no hay vacío legal. Como no hay una sola excepción en el universo donde no rija la ley.

Si no existiera nuestra alma inmortal, solo estaría el temor a la ley de los hombres. Sabríamos que esa convención solo rige en nuestras maneras, pero no en nuestro interior. Desde ese lugar indómito, que suponemos inhabitado, el caos amenazaría con propagar la anarquía a su alrededor.

Un pequeño zumbido

Bajo las alas del Salvador
Conmoverlo en sus heladas entrañas

Sin embargo, desde ahí dentro emana el pequeño zumbido de una abeja, es nuestra alma. Hay que estar muy callados para escucharlo y sorprenderse. Ese núcleo de lo que somos es súbdito de las leyes generales del mundo, que tienen jurisdicción en todos los espacios.
Esos lugares son indiferentes hacia nosotros, porque ya existían antes que nosotros. El Universo no es poético es un formidable lugar predatorio. Aunque deseemos algo con fuerza, todo el conspira para nuestro final. Todas esas imágenes coloridas de sus espacios, que están de fondo en nuestras pantallas y en la imaginación colectiva, están llenas de radiación mortal. Conmoverlo en sus heladas entrañas fue una proeza que solo el Salvador pudo hacer.

Nuestro Padre es el Señor y Dios de sus espacios, pero ha construido un reino para él y su progenie. Porque el Universo es absolutamente impersonal,  no es un sitio acogedor, es necesario urbanizarlo. Al igual que un colono ante la estepa, es ineludible construir un lugar donde morar y protegerse, de lo contrario no tendríamos dominio, no seriamos sus hijos sino sus criaturas.

Nuestra alma viene con el mandato de vivir y la capacidad de hacerlo para siempre, por eso es necesario asegurar su futuro cuando no sea la atmósfera quien nos proteja de la radiación mortal. Cuando nuestra alma esté expuesta a la justicia de los cielos.

Las deudas del alma

Jordan Petersen nos pregunta por qué cuidamos a nuestras mascotas y sin embargo muchos no tomamos la medicación.
Cuidar el cuerpo según la norma del Señor hace que hallemos «sabiduría y grandes tesoros de conocimiento, sí, tesoros escondidos;» (DyC 89:19) y uno de esos tesoros es encontrar nuestra alma al “vigorizar el cuerpo y animar el alma” (DyC 59:19) y cuidarla para que las obras que la sigan no sean cargas.

alas de sanación
cuidarla para que las obras que la sigan no sean cargas.

La continuidad de la vida del alma lo hace a la par de las leyes. Transportamos nuestros aciertos y nuestras faltas. Así, nada se destruye sino se transforma.

«si ese hombre no se arrepiente, y permanece y muere enemigo de Dios, las demandas de la divina justicia despiertan en su alma inmortal un vivo sentimiento de su propia culpa que lo hace retroceder de la presencia del Señor, y le llena el pecho de culpa, dolor y angustia,» (Mosíah 2:38)

Vemos en este versículo que la química del alma reacciona a las demandas de la ley en la misma forma, sea en esta vida o la venidera. Pero esta vez la culpa, el dolor y la angustia que experimentamos aquí no están atenuadas por el volante de inercia de un cuerpo. En ese lugar futuro la transmisión del dolor o gozo es instantánea y en toda su intensidad, la conductividad del alma inmortal es total.
Aquellas transgresiones sin resolver, con las que podemos convivír aquí, aquellas que atenúa la memoria con el paso del tiempo, se transforman en un presente continuo y no en el antiguo pretérito indefinido.

La sociedad actual, relativiza todo, hace de todo lo moral algo convencional. De esa forma abduce al ser humano del universo y lo transporta a un mundo imaginario donde solo el deseo de algo hace que todo el Universo conspire para realizarlo. Pero la creación tiene más que ver con las matemáticas que con nuestra poética de la realidad.

La necesidad de un Salvador

Es la ladera de mis pecados y mis faltas.

He conocido tres situaciones donde he experimentado la necesidad de un Salvador. Un colgado de una rama en un barranco, otra a 1200 metros volando en una ladera con turbulencias. De esas dos escapé y podríamos decir que con suerte. Pero de la tercera no escapé nunca y aún estoy. Es la ladera de mis pecados y mis faltas.
No puedo desentenderme de ellos, no desaparecen. No puedo razonar con ellos ni convencerlos. Mis fallos son míos y están grabados en piedra al igual que las estelas de los faraones. Y miren si duran éstas, casi eternas. Puedo achacar mis males a la sociedad como sugieren muchos, a los padres como yo mismo me supuse. Incluso a los genes como manda el materialismo. Pero en definitiva tu eres el portador de la urna sagrada que los contiene, el que los carga a la espalda.

En nuestra memoria colectiva seguimos juzgando a los muertos por sus obras, aunque no creamos que los muertos vivan. Pueden ser famosos o desconocidos, pero extendemos el juicio y la responsabilidad de sus obras más allá de la tumba. Puede que no creamos en la inmortalidad del alma, pero desde nuestro interior la nuestra se manifiesta con el lenguaje de las almas que susurran.
¿No es ese juicio de la historia una imagen del juicio eterno sobre los hombres? ¿No es nuestra conciencia la fiscalía de nuestra conducta? ¿Acaso de esta sencilla imagen no se infiere la necesidad de un abogado ante la ley, de un mediador?
Deberíamos abrigarnos cuando no sabemos el clima de la ciudad desconocida a donde iremos. Acudir a aquel que “se levantó de entre los muertos, con sanidad en sus alas” (2 Nefi 25:13)

Demos un paseo

Bajo las alas del Salvador
Agotado y en el pasillo de los congelados

Voy a contarles algo que me ocurrió. De esta forma salimos de teancum un momento y damos un paseo. Y… no hago esto con frecuencia.
Cuando tenía 27 años me trasladaron de puesto de trabajo. Pasé del transporte blindado a vigilante en un centro comercial. Créanme es semejante a ser arrojado desde los cielos a.…no al infierno, pero a un lugar donde todo el mundo te manda algo. No sabía qué pensar. Llevaba casi ocho meses en esa situación y para colmo ganaba mucho menos que antes. Un compañero vino un día y me aclaró el misterio. Javier (nombre ficticio) alguien influyente con los jefes, hablaba falsedades sobre mí.

A esa edad tienes un cuerpo, no resucitado, pero casi perfecto, el sistema endocrino y nervioso intacto. Así que la ira, la indignación y el odio fluyeron sin resistencia en mi interior. No tenía control sobre esas turbulencias ni sobre la pendiente donde rodaban mis emociones. Afectó a mi relación familiar y a mi estado de ánimo en general.
Llegué a un punto donde visualizaba mi venganza diariamente y eso me alarmó. Pero reconozco que ofrecía cierto calor agradable. Esa hoguera te acoge en la noche, no obstante, te ata con cadenas.
Agotado y en el pasillo de los congelados, mentalmente dije estas palabras «No puedo más, no puedo con esto, Señor si no me ayudas no sé qué hacer»

En un instante todo desapareció, me embargó una profunda paz y gozo. Al extremo que tuve que ir al aseo para calmarme y secar mis lágrimas de agradecimiento. Al volver estaba asombrado del cambio, era algo impresionante.
Fue mi Salvador, él fue quien lo hizo. Quiero aclarar, para los que duden de mi historia, que Jesús es poderoso para salvar.

La sanación en sus alas

el Salvador sana de forma completa

Si no hubiera acudido al Salvador, quizás el tiempo habría fosilizado mi tormento, podría con los años ser amigo de Javier. El tiempo es una terapia, pero se basa en la erosión no en la cura. El tiempo lima los bordes de las heridas y las cicatriza, pero pueden reabrirse y supurar el rencor olvidado. De esa forma limita la movilidad del alma y va creando reflejos en su conducta.
Sin embargo, el Salvador sana de forma completa, y el pecado, en este caso el mío, no dejó secuelas, ni el más mínimo rastro. Todo se convierte en agradecimiento.

Nuestras obras nos siguen allí igual que lo hacen aquí, de un día a otro. Dormimos, despertamos y nos siguen. Acumuladas harán un atestado perfecto de nuestra conducta y nadie saldrá bien parado a no ser que asegure su alma con el único que se ofrece a hacerlo. Nuestro Salvador, el de todos, aun Jesucristo.
No hay otra oferta de salvación en todo el mundo ¿sabia usted eso? No hay nadie que siquiera se haya ofrecido. Nadie. El es el único, no necesita comparar para aceptar su oferta. No hay otra porque nadie entiende mejor nuestros dolores que él, que los sufrió todos.

Bajo las alas del Salvador

Bajo las alas del Salvador
Bajo sus alas

En las nuevas escrituras aprendemos el significado de las alas, «sus alas representan el poder para moverse, para obrar» (DyC 77:4). El Salvador a menudo se refería a Jerusalén y al mundo presente al decir «naciones de la tierra, cuántas veces os hubiera juntado como la gallina junta a sus polluelos debajo de sus alas, mas no quisisteis!» (DyC 43:24)

No hay peor cosa en el mundo que no reconocer nuestra situación, nuestra extrema necesidad de salvación frente al pecado. Me recuerda al conductor que va en sentido contrario en una autopista sin dar importancia al hecho. Mientras no encuentra a nadie ¿qué diferencia hay? todo parece igual. De la misma forma cada uno de nosotros, por naturaleza, cometemos errores y en ocasiones vivimos en dirección contraria a la ley. Y en apariencia no pasa nada. Sin embargo, la consecuencia en ambos casos es la muerte del cuerpo o la del alma en forma de culpa, dolor y angustia.

El Salvador es la única esperanza «para vosotros que teméis mi nombre, surgirá el Hijo de Justicia, con sanidad en sus alas;» (3 Nefi 25:2) Él es poderoso para salvar, para sanar nuestras dolencias. El rey David nos habla de lo que conoce «Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre; estaré seguro bajo la cubierta de tus alas.» (Salmos 61:4)

Las riquezas de su gracia

Días después, mientras hacia mi ronda en el centro comercial, vi a lo lejos a Javier. Venía a recoger la recaudación de caja central. Fui a paso ligero hacia él. Cuando me vio se puso de medio lado con una expresión seria, su postura era preventiva. Cuando llegue le di una palmada en el hombro y le estreche mi mano. Lo saludé y le dije que me alegraba de verlo.
Su cara mostró asombro. Pero no era mayor que el mío. Recuerdo que pensé ¡Dios mío lo estoy diciendo de verdad!  Reconocí mi sanación y nunca lo olvidaré. Estoy seguro estimado lector que usted tendrá su propia historia. Bueno es recordarla y dar gracias como aquel leproso que fue limpiado de su lepra.

Es bajo las alas del Salvador «En quien tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados según las riquezas de su gracia» (Efesios 1:7)

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