sábado, febrero 1, 2025
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La Casa de Israel y el gobierno de los jueces

Jehová desea para Israel que toda alma adopte su ley como gloria, dando paso a hombres libres y no que aspire a la gloria del rey a sus vasallos que es el nacimiento de la aristocracia.

En Sinaí, Jehová inicia la constitución de una nación. Los primeros movimientos muestran cuál es su intención y qué clase de sociedad busca formar. Israel no tiene tierra, ni fronteras. Es el alma de una nación incorpórea, su preexistencia nos muestra un plan para adquirir un cuerpo físico, la tierra de Canaán, que incluye un plan de Jehová para la Casa de Israel y el gobierno de los jueces

Frente a Sinaí

No puedo evitar ver la simetría entre el concilio de los cielos en la preexistencia e Israel ante Sinaí. En ambas situaciones se decide la aceptación de un plan propuesto para nuestro progreso, adquiriendo un cuerpo físico. En el caso de Israel, adquiriendo Canaán como encarnación de la nación de Israel con un estado que se constituye en Sinaí.La Casa de Israel y el gobierno de los jueces

El Dios de Israel podía abrir el mar Rojo o mover montañas, pero no podía mover ni un milímetro el albedrio del hombre. Jehová tenía ante si la descomunal tarea de convertir a una nación de esclavos en «su especial tesoro» (5)
En el calendario del Señor, en dos o tres años entrarían en Canaán, constituidos como reino de sacerdotes y un pueblo santo.

Percibo el deseo sincero y casi impaciente del Hijo en recibir a Israel, en llevarlo de la esclavitud de la mente y el alma, a la santidad en el menor tiempo posible. Las manifestaciones de su poder fueron abundantes, pero ver no es creer.

«Y Jehová dijo a Moisés: He aquí, yo vendré a ti en una nube espesa, para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo, y también para que te crean para siempre.» (Ex. 19:9)

Vuelvo a experimentar la misma sensación que en diciembre de 2015. Escribí entonces «Contemplando Sinaí«. Recuerdo en mi despacho, estaba solo y emocionado al ver su sinceridad y sencillez, esperando la lealtad de Israel cuando recibió su desamor. Se me vienen a la memoria las emociones de aquel día, uno de esos momentos en que la claridad muestra la ternura de Jehová hacia Israel. Sin embargo, todo está velada en un relato escueto y descriptivo.

Cronología de Sinaí

Hay autores que cuentan 11 subidas de Moisés a Horeb (Sinaí) otros 3, en mi caso encuentro 7. Lo importante es que la constitución del estado de Israel en sus leyes fue un proceso relativamente lento. En mi opinión de dos a tres meses.

En comparación la constitución española tuvo un proceso parecido en el tiempo. El 15 de junio de 1977 se toma la iniciativa constitucional. En agosto la constitutiva en 29 sesiones, entre agosto y diciembre de 1977, en total cuatro meses de redacción.
Salvando las distancias, un proceso de similar duración.La Casa de Israel y el gobierno de los jueces

A diferencia de España u otras naciones, la soberanía de Israel era Jehová porque de Él emanaba el poder constituyente para establecer las normas y leyes en su ordenamiento jurídico. Tal como en la preexistencia recibimos un plan y no una sugerencia, el pueblo de Israel recibe un modelo de estado y ha de decidir aceptarlo o rechazarlo. He contado hasta tres ocasiones en que Moisés informa y el pueblo acepta.

«Y todo el pueblo respondió a una y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho haremos. Y Moisés refirió a Jehová las palabras del pueblo.» (Ex. 19:8)

El Señor va tomando el pulso del pueblo con cada informe mientras «Moisés [refería] a Jehová las palabras del pueblo.» (8)

Cronología

  • Al mes tercero acampan en Sinaí frente al monte
  • Cap. 19. Jehová llama a Moisés al monte 4-6 Reino de sacerdotes, especial tesoro.
    • Informe de Moisés al pueblo, éste responde afirmativamente 7-8
    • Jehová instruye a Moisés en el monte sobre su venida al monte 9-13
    • Moisés prepara al pueblo, descenso de Jehová en Sinaí 14-19
    • Moisés sube al monte habla con Dios 20
    • Moisés baja para prevenir al pueblo que no suba y trae a Aaron 21-23
  • Cap. 20. Recibe los 10 mandamientos en el monte 2-17
    • Moisés informa al pueblo. 19-20
    • Moisés se acerca a la oscuridad del monte prevención de ídolos y altares. 22-26
  • Cap. 21-23. Recibe los estatutos
  • Cap. 24 Informa al pueblo.
    • Subida al monte Moisés, Aaron, Nadab, Abiu y setenta ancianos. Ven a Jehová. 9-11
    • Cap. 25-31. Subida al monte 40 días. Instrucciones para el tabernáculo.
    • Cap. 32. Rebelión de Israel.

¿Qué esta intentando hacer el Señor?

«Moisés claramente enseñó esto a los hijos de Israel en el desierto, y procuró diligentemente santificar a los de su pueblo, a fin de que vieran la faz de Dios;» (DyC 84:23)

Es un proceso claramente constituyente por voluntad de Jehová, pero también consultivo con el pueblo, al menos en tres ocasiones.

La cuna de Israel

La Casa de Israel y el gobierno de los jueces
Alexis de Tocqueville

En la Democracia en América, Tocqueville compara a un infante en su cuna con el origen de una nación. En ambos casos se adivina el carácter al ver sus primeros pasos y como se ven los primeros reflejos de la realidad en su mente.

«Sucede algo análogo entre las naciones. Los pueblos se resienten siempre de su origen. Las circunstancias que acompañaron a su nacimiento y sirvieron a su desarrollo influyen sobre todo el resto de su vida.
Si nos fuese posible remontarnos hasta los elementos de las sociedades, y examinar los primeros monumentos de su historia, no dudo que podríamos descubrir en ellos la causa primera de los prejuicios, de los hábitos, de las pasiones dominantes, de todo lo que compone en fin lo que se llama el carácter nacional.» (Cap. II pos 493)

Nosotros podemos remontarnos hasta esos elementos iniciales. El pueblo de Israel estuvo en Egipto 430 años y pasó de unas 70 personas a 603.000 sin contar mujeres ni niños al salir de Egipto, en total casi 2.000.000 de personas. Todos ellos adquirieron su sustancia en las tierras de faraón. Sin embargo, no se mezclaron, conservaron sus tradiciones y la composición de sus tribus, aunque era inevitable la influencia de las creencias autóctonas. De hecho, cuando Lehi sale de Jerusalén en el 600 A.C. usa como lengua escrita el egipcio reformado.

La herencia de Jehová, que es Canaán, no se concede a Rubén el primogénito, con doble porción a causa de su transgresión en el caso de Bilhá (Gen 35:22) y por su falta de liderazgo. Se entrega la primogenitura a José y se reparte la tierra entre las doce tribus como iguales.

Senaquerib

Jehová, desde el inicio, no se vincula a la tierra y la herencia, como los dioses de las naciones que lo rodean. Canaán es un tierra futura pero Jehová es el Dios presente que se hace visible y que no radica en tierra alguna sino en los cielos.
En las demás naciones, el dios local nace con la tierra y sus leyes rigen sus cosechas, lluvias y guerras.
Cuando el rey de Asiria repuebla Samaria con habitantes de su reino, Jehová envió leones que los mataban.

«Entonces hablaron ellos al rey de Asiria, diciendo: Las gentes que tú trajiste y pusiste en las ciudades de Samaria no conocen la costumbre del Dios de aquella tierra, y él ha echado leones en medio de ellos; y he aquí, los leones los matan, porque no conocen la costumbre del Dios de la tierra.
 Y el rey de Asiria mandó, diciendo: Llevad allá a alguno de los sacerdotes que trajisteis de allá, que vaya y habite allí y les enseñe la costumbre del Dios de esa tierra.»
(2 Re, 17:26-27)

Esta es la mentalidad de la época. Los dioses lo son de un territorio, y dependiendo de su orografía, resaltan más unas cualidades que otras. Por ejemplo, Baal es el dios de las lluvias y las tormentas, algo muy necesario para subsistir en una región dependiente de ellas. El dios de los Asirios es un asociado a los intereses de la nación, es tal dios hasta el horizonte de la vista y en su frontera termina su influencia.

La mente arcaica

Jehová no hace de Moisés un rey sino un legislador y juez. Y habría tenido muy fácil fundar una realeza mosaica, porque todo el pueblo fue esclavo de faraón, ascender a vasallos de una dinastía que los libera, sería un progreso aceptable. Sin embargo, después de Moisés Josué asume el liderazgo pero no reina.

Sansón

Jehová manda a Jueces en los momentos de crisis para resolverlas bajo su dirección. Algunos fueron Sansón, Jael, Sisara, Barac etc. Tras la crisis vuelve una época de tranquilidad.

Y después, como por cuatrocientos cincuenta años, les dio jueces hasta el profeta Samuel. (Hechos 13:20)

Pero a causa del mal ejemplo de Joel y Abías, hijos de Samuel y jueces en Israel, el pueblo aprovechó la coyuntura y solicitó a Samuel un rey.

«…por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones…y nosotros seremos también como todas las naciones; y nuestro rey nos gobernará, y saldrá delante de nosotros y hará nuestras guerras.» (1 Sam. 8:5)

No entendieron el plan, sus mentes tenían un vacío y si no tenían ídolos, tendrían a un rey para encarnarlo. Cuatrocientos cincuenta años no fueron suficientes para la mayoría. La columna mental del pueblo no estaba erecta, solo miraban a su derredor y no podían concebir algo más grande que lo que veían. La construcción mental del evangelio de Jehová trataba con las peñas de un pensamiento primitivo. Aun así, el Señor consintió en seguir su plan por los caminos tortuosos de la monarquía.

La Casa de Israel y el gobierno de los jueces

Israel era una nación que nació sin territorio ni fronteras. Jehová les dio leyes antes que tierras. Por lo tanto, se desvincula de la tradición de las naciones vecinas. Porque Jehová quería reinar en el corazón de los hombres y no en sus tierras. Por eso en Sinaí se habla de las personas y las leyes. Esto no solo es algo nuevo y nunca visto, sino de una naturaleza ajena a su época.

Las circunstancias del nacimiento de los pueblos de las que habla Tocqueville, las vemos claramente en Israel.La Casa de Israel y el gobierno de los jueces
En Israel se gestaba la fundación de un pueblo que se rige por la ley y no por una monarquía. Hablando en singular, la persona se rige por su albedrio al aceptar la ley y no por la voluntad de un rey al decretarla. El ciudadano separa nítidamente la ley que lo rige de las personas que la administran y establece que todos son iguales al estar bajo su imperio.

Con esto se crean ciudadanos filósofos y no vasallos, ciudadanos que se rigen por una abstracción, por una idea de justicia que mora en su interior y no por la encarnación de esta en un monarca apoyado en una aristocracia. Esto se acerca al principio de soberanía del pueblo, ya que es de este de donde mana el principio de poder constitucional.

«El cristianismo que reconoce a todos los hombres iguales delante de Dios, no se opondrá a ver a todos los hombres iguales ante la ley.» 

Estos detalles casi inapreciables en ese entorno histórico, son los resortes fundamentales del progreso de las naciones hacia la democracia.

El principio de igualdad

Cuando Israel sale de Egipto prevalece la igualdad entre ellos- En el gobierno de los jueces, no existe aristocracia favorecida por la ley, ya que ésta es la regidora de todo asunto. La intención de Jehová es que toda alma adopte su ley como gloria, como guía y modelo y no que aspire a la gloria que provee el rey a sus vasallos y guerreros que es el nacimiento de la aristocracia. Tocqueville habla de esta idea.

«Los nobles, situados a inmensa distancia del pueblo, se tomaban, sin embargo, esa especie de interés benévolo y tranquilo que el pastor tiene por su rebaño, en la suerte de ese pueblo, y, sin ver en el pobre a su igual, velaban por su destino, como un depósito que la Providencia hubiera confiado en sus manos.» (DEA Tocqueville)

El Señor quería a hombres libres no a rebaños pastoreados por hombres. Porque Él era el pastor de Israel.La Casa de Israel y el gobierno de los jueces

Por lo tanto, esa causa dominante de su carácter nacional, que son sus deslealtades a Jehová, están originadas en la conversión de un estado natural o mente monárquica a otro estado espiritual regido por las leyes de Jehová. Esta conversión de Israel a ese orden superior es una imagen perfecta de la nuestra al espíritu del Señor, quien nos dirige a pesar de que todo lo que nos rodea tiene por rey al hombre natural.
Si comprendemos esto, dejaremos de mirar con despecho los altibajos de un pueblo que representa los avatares de nuestra alma en una situación semejante.

El brazo fuerte de Jehová

La transición de un gobierno de reyes a otro de leyes y jueces (una especie de república embrionaria) se dio con naturalidad en el pueblo de Nefi y fue el largo proceso llevado a cabo por Mosíah I, Benjamín y Mosíah II. Los romanos tuvieron su pasado monárquico, su último rey Tarquino el soberbio fue destronado en el 509 A.C. El senado se hizo cargo del gobierno mediante un ley romana, base del derecho moderno. En ambos ejemplos existía un territorio que sustentaba la idea de estado nefita o romano y la nación correspondiente.

Sin embargo, Israel no tiene estado ni territorio. Es una nación dormida durante 430 años, no tiene leyes propias solo costumbres que se pierden en el pasado. Jehová ha de forjar desde cero a una nación y su estado, que está en busca de su territorio prometido hacía siglos. Es el proceso opuesto al nefita y al romano.

Solo veo un intento parecido en la historia y al que le adjudico inspiración divina y es el nacimiento de los EEUU de Norteamérica. El Sinaí de esa primera democracia está en las costas de nueva Inglaterra y en los peregrinos puritanos que arribaron a ella. Por su interés reproduzco este párrafo donde Tocqueville cita a Nathaniel Morton.

«He creído siempre -dice-, que era un deber sagrado para nosotros, cuyos padres recibieron prendas tan numerosas y memorables de la bondad divina en el establecimiento de esa colonia, perpetuar por escrito su recuerdo. Lo que hemos visto y lo que nos ha sido contado por nuestros padres, debemos darlo a conocer a nuestros hijos, a fin de que las generaciones venideras aprendan a alabar al Señor; a fin de que la estirpe de Abraham, su siervo, y los hijos de Jacob, su elegido, guarden siempre la memoria de las milagrosas obras de Dios (Salmo CV, 5, 6).

Es preciso que sepan cómo el Señor ha llevado su viña al desierto; cómo le preparó un lugar, enterrando profundamente sus raíces, y la dejó en seguida extenderse y cubrir a lo lejos la tierra (Salmo LXXX, 15, 13); y no solamente esto, sino también cómo guió a su pueblo hacia su santo tabernáculo, y lo estableció sobre la montaña de su heredad (Éxodo, XV, Estos hechos deben ser conocidos, a fin de que Dios obtenga el honor que le es debido, y que algunos rayos de su gloria puedan caer sobre los nombres venerables de los santos que le sirvieron de instrumentos.» (Cap. II pos 590)

Este párrafo refleja el principio impulsor de la primera democracia. Fue el cristianismo tal como lo entendían en ese tiempo. Cristo fue el germen de una tierra de libertad, aun cuando esa llama se opaque con las circunstancias y sus detractores, es la que brillaba.

El fundamento de la primera democracia.

Antes de la fundación de los EEUU, hubo un periodo en américa donde los nefitas pusieron los cimientos de una sociedad avanzada que recogía la soberanía del pueblo como fuente de las leyes en su nación. Tenían bajos impuestos, liderazgo de la sociedad civil en el bienestar y todo ello mediante un contrato social que incluía a toda la población. Este avance era fruto directo del evangelio de Jesucristo.

La Casa de Israel y el gobierno de los jueces

De igual forma los peregrinos que arribaron a las costas de Nueva Inglaterra, partían de una monarquía en la persona del Rey Carlos I que impedía su libertad religiosa. Tocqueville nos comenta

«Ya he hablado sobre esto lo suficiente para esclarecer el carácter de la civilización angloamericana. Es el producto -y este punto de partida debemos tenerlo siempre presente- de dos elementos completamente distintos, que en otras partes se hicieron a menudo la guerra, pero que, en América, se ha logrado incorporar en cierto modo el uno al otro, y combinarse maravillosamente: el espíritu de religión y el espíritu de libertad. » (Cap. II pos 590)

Negar la raíz cristiana de la democracia en el mundo es oponerse a la historia. Cristo es la luz que brilla en las tinieblas, las que había en el absolutismo europeo, de ahí aquellos que querían vivir en libertad sus creencias fueron los fundadores de un gobierno inspirado en Cristo.

La aparente contradicción

La dureza de la ley de Moisés, a nuestros ojos, sin embargo, consiguió mantener cohesionado al pueblo de Israel hasta la venida de Cristo. Siempre que hablamos de las leyes del antiguo testamento sale a relucir su dureza, discriminación con la mujer o la severidad de sus castigos. Desde nuestro punto de vista algunos aspectos son inaceptables

«Y si un hombre comete adulterio con la esposa de otro, el que cometa adulterio con la esposa de su prójimo, indefectiblemente el adúltero y la adúltera serán muertos.» (Lev. 20:10-11)

Algo semejante percibe Tocqueville cuando analiza en la distancia lo que ocurría en Nueva Inglaterra con las leyes de las comunas.

Al lado de esta legislación penal tan fuertemente impregnada de mezquino espíritu sectario y de todas las pasiones religiosas que la persecución había exaltado, que fermentaban todavía en el fondo de las almas, se encuentra situado, y en cierto modo eslabonado con ellas, un cuerpo de leyes políticas que, trazado hace doscientos años, parece adelantarse todavía desde muy lejos al espíritu de libertad de nuestra época.

Los principios generales sobre los que descansan las constituciones modernas, principios que la mayor parte de los europeos del siglo XVII comprenden apenas, y que triunfaban entonces imperfectamente en la Gran Bretaña, son todos reconocidos y fijados en las leyes de la Nueva Inglaterra: la intervención del pueblo en los negocios públicos, el voto libre de impuestos, la responsabilidad de los agentes del poder, la libertad individual y el juicio por medio de jurado, son establecidos sin discusión y de hecho. (DEA Tocqueville)

Para entender la ley que Jehová dio a Israel no podemos traerla a nuestro tiempo, como hace Tocqueville al mirar al siglo XVII desde el XIX, sino compararla con el entorno de su tiempo. Entonces nos daremos cuenta que al igual que en Nueva Inglaterra, el Señor adelantaba a Israel en su tiempo, encaminándolo hacia una nación libre, a un estado de derecho. Él estaba haciendo una apuesta de máximos, pero con los mimbres que disponía. Para nosotros es difícil verlo, pero si nos esforzamos en mirar con franqueza y sin prejuicios veremos la sutil dirección a que se encaminaba Israel.

El hombre forjado de Jehová

Al decir hombre, uso el vocabulario de los clásicos, donde entran todos hombres mujeres niños etc. Evítenme claudicar en la repetición exigida en lo políticamente correcto.

La Casa de Israel y el gobierno de los juecesEn la restauración el Señor ha forjado a los santos de los últimos días en la libertad, el conocimiento y la ley. Como ciudadanos poseemos un legado histórico de miles de años. Este legado ininterrumpido en el tiempo, llega a nuestras manos para entender cabalmente los elementos de las sociedades humanas y no ser llevados por vientos de doctrinas. Y proclamo con humildad, si es que estas dos palabras pueden ir juntas, que pocos pueblos existen sobre la tierra que dispongan de elementos tan claros y asimilados en su historia para la causa de la libertad y su defensa, con la palabra meditada y una acción suave y constante.

Lejos del fervor revolucionario, nos regocijamos en el conocimiento del cielo y en las leyes que nos hacen libres. Encarnamos la estabilidad, la paciencia, la determinación la seguridad de que en Cristo somos libres y que es en él donde las sociedades humanas florecen dando excelente música, ciencia, poesía, arte y leyes.
Es en Cristo donde nos regocijamos y proclamamos que él nos hace libres.
Su intención está clara para mí desde Sinaí y en la inspirada constitución de la primera democracia y en sus posteriores réplicas a lo largo y ancho del mundo.

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