Desde mi juventud siempre enfrenté un reproche por parte de amigos y, de forma difusa, en el rumor persistente del mundo que me rodeaba. Consistía este señalamiento en adjudicar a mis creencias la causa de una merma clamorosa de mi libertad, hasta el punto de ser aquellas la destrucción de ésta.
La reprensión abarcaba desde mi relación con el sexo femenino hasta mis hábitos de salud, incluido el lenguaje. El inevitable sendero de la elección que hice hacia el evangelio restaurado de Jesucristo, me vestía así, de una especie de camisa de fuerza, que me impedía hacer lo que otros consideraban actos de libertad.
En aquel periodo de mi vida, con un carácter aun en formación, aquellas diatribas me afectaban profundamente. No hay cosa más estimada a esa edad que la pertenencia a un grupo y la de ser aceptado.
Consideraba yo entonces, a mis quince años, que todo el alarde de mis amigos era cierto y toda su satisfacción con fundamento. Sin embargo ahora me sonrío de mi credulidad. Dando yo a toda declaración una veracidad completa, me encontraba así, en una clara desventaja frente a la experiencia adelantada de todos aquellos que me observaban como una persona atrasada en su germinación a la vida real.
Recordando aquellos días me doy cuenta que no existe una conversión del alma hacia los postulados del mundo o del hombre natural, adquirirla solo es cuestión de dejarse caer en su campo gravitatorio. Sin embargo la conversión a Cristo requiere la formación de un nuevo esqueleto, que a mis quince años, empezaba a acumular algo del calcio de la restauración. La cuestión era soportar ese campo de gravitación natural mientras llegaba la forma completa a la que Cristo me invitaba.
Los ignavos
Temprano en mi formación, leí «La Divina Comedia» de Dante Alighieri. En ella hay un apartado para los ignavos, aquellos que teniendo el don del albedrio se niegan a escoger y se dejan llevar por las mayorías. Dante dice de ellos
No tienen ni esperanza de la muerte,
y es su ciega existencia tan escasa,
que envidian de otros réprobos la suerte.
No hay memoria en el mundo de su raza;
caridad y justicia los desdeña;
¡no hablemos de ellos; sino mira y pasa!
(Canto III Divina Comedia)
Yo difiero de Dante en cuanto a los ignavos, para mí no existe persona alguna que escape al inevitable sendero de la elección.
En el sueño de Lehi, del que tanto hemos aprendido en Teáncum, existe la representación más exacta de estos dos conceptos, libertad y albedrío, que conozco. Veremos hoy, que hay una magnitud que se mantiene constante entre ambos, que componen una fuerza compleja conformando el campo extenso encontrado por Lehi. Así como espacio y tiempo conforman el mundo físico que conocemos.
Lo importante para Lehi
La vida en Jerusalén en tiempos de Lehi estaba amenazada por el Norte con Siria y al Sur con Egipto. En mi opinión, el equilibrio necesario para gestionar esa situación delicada, dependía de la lealtad de Israel hacia Jehová. Esos dos polos, Siria y Egipto, siguen en la actualidad como diferentes naciones, una la del alma y otra la del mundo. Adquiriendo así, crecientemente, la contienda por el albedrio la apariencia de la primera que hubo en los cielos.
Lehi ve un desierto lúgubre porque en Jerusalén perseguían y mataban a los profetas. Ellos advertían que una alianza con Egipto, sus antiguos dueños, sería nefasta. ” … confías en esta vara de caña astillada, en Egipto, sobre la cual si alguien se apoya, le entrará por la mano y la traspasará. Tal es Faraón, rey de Egipto, para con todos los que en él confían.” (Isaías 36:6) Todavía guardaban un hilo de añoranza de su antigua tierra.
La escritura leída en términos políticos, perturbaba a Lehi, pero cuando él recibe su visión, el Señor cambia totalmente el enfoque de la situación y la convierte en una decisión en los términos de la vida del alma. Lehi recibe la representación más completa que he visto de la vida, no en vano hemos dedicado en Teáncum una sección con nueve artículos a ello.
Esa mutación del planteamiento inicial de Lehi, se repite en nuestra vida, cuando acongojados por los problemas, nos arrodillamos y recibimos una respuesta inesperada, y yo diría que sorprendente a nuestro enfoque inicial.
De igual manera, la visión del Universo a través de un Urim y Tumin es ciertamente distinta que la mostrada por un telescopio. Por lo tanto la visión de Lehi trasciende a la geopolítica de su tiempo y se adentra en las causas escondidas de las cosas.
El campo de la libertad.
La física son las escrituras de la materia y de ella aprendemos que un campo es la representación espacio-temporal de una magnitud física. Digamos que el campo es la playa y la magnitud los granos de arena.
Es necesario que el lector de Teáncum se familiarice con el concepto de campo en física para entender el campo extenso que vio Lehi y su relación con la libertad y el albedrio. Estas son las parábolas de Teáncum, por eso la paciencia es una visitante habitual en nuestras lecturas.
Vemos en la imagen de arriba, la manifestación de un campo magnético sobre limaduras de hierro en una superficie plana. En cada punto de ese campo hay dos propiedades dirección y magnitud por lo que es un campo vectorial. Cada limadura de hierro interactúa con el campo, así como nosotros lo hacemos con la vida que es el campo donde interactúa el alma.
Hay campos distintos como los escalares con una sola magnitud, por ejemplo la temperatura en un cuerpo sólido o la presión de un gas, en este tipo de campo cada punto se representa en un solo numero. Ésta variedad añoraba nuestro adversario común.
«Y aconteció que después de haber orado al Señor, vi un campo grande y espacioso.» (1 Nefi 8:9)
Los campos eternos de las fuerzas siempre han existido y su influencia abarca todo el Universo. Los campos representan fuerzas eternas, como la gravedad, la fuerza electromagnética, la fuerza nuclear fuerte o la nuclear débil. En el año 2012 se descubrió en el LHC de Ginebra el campo de Higgs y su bosón asociado el bosón de Higgs. Este campo permea todo el Universo y la interacción de las partículas con ese campo les da su masa. En el lenguaje de DyC, las partículas al obrar por sí mismas en aquella esfera [de Higgs] en que Dios las ha colocado, adquieren existencia (masa).
Hay una simetría maravillosa con los campos espirituales.
Nuestra alma esta bajo la influencia del campo grande y espacioso de la creación de Dios y de su plan de salvación. Es un campo vectorial porque nuestra posición en el adquiere múltiples valores en el tiempo, por eso no se nos puede describir con un número.
El campo grande y espacioso que Lehi descubre es el de la libertad. Es la oportunidad de actuar dentro de todas las opciones, el árbol, la barra, el rio, el edificio, la fuente, el sendero…Todos estos objetos de la visión de Lehi son fuerzas que llenan el campo.
En cualquier lugar del mundo o del espacio así como en cada uno de sus puntos hay tres dimensiones (alto, ancho y profundidad) de la misma forma existe en cada uno de esos puntos, el campo de la libertad con todas sus posibilidades.
En ese campo Lehi tiene la facultad previa de decidir y actuar, ese es su albedrio. Cualquier cosa que Lehi haga o no haga dentro de ese campo grande y espacioso es una elección de su albedrio dentro del campo. No hay nada que pueda impedirnos decidir y actuar porque ese campo pertenece al albedrio moral del alma y no puede ser constreñido. En otras palabras, así como la suma de los bosones componen un campo como el de Higgs, el albedrió que Dios nos otorga compone el campo de la libertad.
Reflexiones sobre el uso del albedrío
No podemos estar en dos puntos del campo al mismo tiempo
«Ninguno puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se apegará al uno y menospreciará al otro; no podéis servir a Dios y a las riquezas.» (Mt. 6:24)
Lo que sugiere al leer, es que antes de cualquier elección el nivel de libertad es mayor y después de una elección la libertad disponible disminuye. Cualquier cosa que hagamos en la visión de Lehi discrimina otras posibilidades y las resta de nuestro campo de elección, con lo que el campo de la libertad se estrecha pero aumenta el del albedrío al mostrarse como cierto y no solo como una capacidad. Cuando elegimos desechamos.
Tenían razón mis amigos de juventud al declarar que yo tenia menos libertad al formar parte de La Iglesia de Jesucristo, pero erraban al no contemplar el trasvase de ésta hacia el campo de actuación del albedrío. Con ello yo perdía las muchas posibilidades del reposo a favor de la conseguida por el movimiento de mi elección.
La senda estrecha
En el sueño de Lehi, solo existe una dirección urbanizada, esto es, señalizada por un sendero, una barra y un final. Las demás direcciones o caminos no tienen ayuda ni orientación por eso «otras multitudes se dirigían a tientas hacia el grande y espacioso edificio.» (1 Nefi 8:31) o también «se ahogaron en las profundidades de la fuente; y muchos otros desaparecieron de su vista, desviándose por senderos extraños.»(32)
El albedrio moral, tiene en sí mismo, las propiedades de una magnitud vectorial, es decir para definirlo hay que considerar una dirección, sentido e intensidad en el tiempo.
En la visión de Lehi, el único movimiento que incluye esas propiedades son los que toman el sendero estrecho ya que se mueven en la dirección del sendero, en sentido Norte hacia el árbol, andan con fe a través de las tinieblas y su movimiento se extiende en el tiempo.
En el edificio grande y espacioso, hay una variedad de los ignavos de Dante, pues se hallan en reposo en relación al campo espacioso, sus movimientos son limitados pues solo se calculan en relación al edificio y sus paredes y no al extenso campo de la vida.
Por tanto, Las decisiones de nuestro albedrio en relación a Cristo o al árbol que vio Lehi, nos sitúan en un movimiento relativo a la vida misma y no a lo que otros dicen que es la vida. El evangelio nos propone las coordenadas universales de la esfera de la existencia (93) y no las de una construcción local que parece «erguirse en el aire, a gran altura de la tierra.» (26)
Eso nos enseña la visión de Lehi.
La usura con el albedrío
Cuando estudie electrónica uno de nuestros primeros trabajos fue diseñar una fuente de alimentación. Aprendimos que cuando conectas una carga a la fuente, la tensión de salida disminuye porque existe un consumo. Lo comprobamos en casa cuando se conecta el aire acondicionado o un electrodoméstico de gran potencia, la luz baja la intensidad o parpadea un instante. Solucionamos eso con una fuente estabilizada, es decir que mantiene la tensión de salida constante a pesar de la carga.
Pero no hay estabilidad cuando conectamos nuestro albedrio a una elección, nuestras opciones bajan irremediablemente. Hablaba hace poco con un miembro de mi barrio inactivo y me decía de cómo la iglesia nos limita al pertenecer a ella. Y es cierto, pero también lo es que cualquier cosa que elegimos también lo hace. El decía ser libre al no tener ningún compromiso con ninguna idea o creencia. Sin embargo esto es semejante a tener una fuente conectada a la red y no enchufar ningún aparato. Es cierto, tienes todo el potencial disponible pero si no lo usas para qué lo quieres.
En la vida se emplea el albedrío para el gasto de libertad y en aceptar el compromiso de sus expectativas.
Por lo tanto, cualquier elección en el sueño de Lehi, es decir la vida, consume opciones transformándose en movimiento.
En la parábola de los talentos lo vemos con claridad
Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré y que recojo donde no esparcí;
por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros y, al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con intereses.(Mt. 25:26-27)
Dar el dinero a los banqueros es entregar el albedrio a la mejor causa que conozcamos, sin miedo a perderlo. A menudo esa cicatería que observo en algunos de nosotros seamos activos o no, proviene del miedo a perder nuestra vida si la empleamos en el movimiento que provoca en ella las decisiones hacia el árbol. El Señor de los talentos, a un temeroso Pedro, le pidió ir al mar y lanzar el anzuelo y al primer pez que salga, abrirle la boca y hallar un estatero.
No perdemos si seguimos a Cristo
El inevitable sendero de la elección
La constitución del albedrío lo tratamos extensamente en Teáncum. En esta escritura de DyC podemos ver su mecanismo
“Toda verdad es independiente para obrar por sí misma en aquella esfera en que Dios la ha colocado, así como toda inteligencia; de otra manera, no hay existencia.
He aquí, esto constituye el albedrío del hombre y la condenación del hombre; porque claramente les es manifestado lo que existió desde el principio, y no reciben la luz.” (DyC 93:30-31)
Podemos ver que el albedrío se constituye con (y no sobre) La independencia para obrar, el hacerlo por sí mismo y una esfera donde hacerlo.
La esfera es el campo grande y espacioso, la independencia para obrar es el albedrío y por sí misma es el acto de elección. Es un campo vectorial como los de las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza.
No podemos sustraernos a ese plan de salvación, llamado por el que no lo conoce, como la vida.
Immanuel Kant inicio una nueva forma del pensamiento moderno, enseñaba que la vida humana se desenvuelve en tres interrogantes ¿Qué puedo conocer? ¿Qué debo hacer? y ¿Qué me cabe esperar?
Estas tres coordenadas contienen los avatares de nuestra existencia. Esas tres coordenadas conforman el campo extenso y espacioso o esfera que Dios ha colocado. En 2 Nefi 2, 11 y 16, Lehi y Nefi describen a la perfección las propiedades de esa esfera o campo.
La propia naturaleza de este campo nos somete a una pendiente constante, no existe el equilibrio perfecto donde renunciemos a la elección y al movimiento. Nuestra mente siempre está valorando caminos y direcciones hasta lo más mínimo. Nunca tendremos el talento del albedrío escondido en tierra para devolverlo incólume al Señor de los talentos.
«Pues, por motivo de que Satanás se rebeló contra mí, y pretendió destruir el albedrío del hombre que yo, Dios el Señor, le había dado, y que también le diera mi propio poder, hice que fuese echado abajo por el poder de mi Unigénito» (Moisés 4:3)
Satanás no pretendía arrasar el campo grande y espacioso de la libertad, sino dirigir las elecciones de sus habitantes. Podemos ver su plan en esta tierra, cualquier persona, grupo o ideología que pretenda salvarnos, rescatarnos, redimirnos del dolor o la pobreza, que reclame el dominio sobre ¿Qué debemos conocer? ¿Qué debemos hacer? ¿Qué nos cabe esperar? y que dicte su doctrina en estas cuestiones sin el concurso de nuestro albedrio para aceptarlas y llevarlas en el tiempo, esos procuran destruir el albedrío del hombre.
Esos pretenden convertir la vida desde un campo vectorial donde el ciudadano es el artífice de los movimientos en el conjunto a un campo escalar donde la persona se define con un número y su trayectoria se cristaliza en un orden impuesto por el estado.
Confiando en hacer pie
Al conocer y meditar en el plan de salvación, cuya plenitud se entregó a la Iglesia de Jesucristo, es difícil evitar la expansión de sus filamentos hacia la vida que nos rodea. Es por eso, que la decisión tomada desde nuestro albedrio de seguir a Cristo, redunda en un aumento de nuestra comprensión del mundo, tal como Lehi experimentó.
«Porque, de cierto os digo, que soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, la luz y la vida del mundo, una luz que resplandece en las tinieblas y las tinieblas no la comprenden.» (DyC 45:7)
Cuando Lehi desesperado invoca sus tiernas misericordias en el desierto lúgubre, es cuando deja la oscuridad y se le muestra el campo grande y espacioso. Al estar quebrantado y contrito y al invocar al Padre Celestial no tarda en ver el árbol de la vida. Para la mayoría de nosotros hay un sendero, una barra y la prueba del vapor de tinieblas.
Ese vapor de tinieblas se compone a veces de ideas que ciegan nuestra vista, de ese rumor persistente, no sólido sino líquido como los que yo viví en mi juventud o quizás, estimado lecto lo estemos viviendo en el presente.
En cualquier situación usted y yo estamos en el inevitable sendero de la elección. Personalmente nunca me he arrepentido de haber confiado en el Salvador. Aunque, sí, soportando aquellos dardos, incluso reconociendo que atravesaban limpiamente una mente sin defensas. Sí, estimado lector, en aquellos días, no sabiendo cómo responder, daba pasos al vacío confiando que algún día haría pie.