Por qué no son evidentes las cosas. Por qué hay que estudiar arduamente antes de conocer la naturaleza de la luz, la materia o el vuelo de las aves.
Tengo una respuesta entre las muchas que el lector podrá proponer. Creo que, en la naturaleza del mundo, no está el facilitar las respuestas a nuestras preguntas ni cumplir nuestros deseos. El Universo tiene una total indiferencia a nuestra existencia y a nuestras cuestiones, no es nuestro amigo ni aliado, hemos salido de sus aguas pero ya no somos sus peces. Sin embargo podemos ver la huella de el Señor de la viña y el Cosmos.
El Universo ha existido miles de millones de años antes que nosotros y no nos ha necesitado para nada. Por lo tanto su hostilidad hacia nuestras aspiraciones no es personal sino orgánica.
Ante nuestras penalidades e injusticias, aturdidos, achacamos indiferencia a Dios, pero nuestro Padre no emplea la excusa de «…no soy yo, es el Universo» Él es un Dios de pactos y no deriva nada bajo su dominio a otros, por eso lo honran. Por eso cuando leemos
«Todos los convenios, contratos, vínculos, compromisos, juramentos, votos, prácticas, uniones, asociaciones o aspiraciones que no son hechos, ni concertados, ni sellados por el Santo Espíritu de la promesa…
…ninguna eficacia, virtud o fuerza tienen en la resurrección de los muertos, ni después; porque todo contrato que no se hace con este fin termina cuando mueren los hombres.» (DyC 132:7)
…leemos una escritura con redacción legalista. El Señor revela los términos contractuales bajo los que compró su viña. Esa «ninguna eficacia» de nuestros actos en el tiempo es la visión espiritual de la entropía del Universo o su tendencia al desorden. Su desidia al orden con una falta de compasión abrumadora hacia nosotros, la tienen las arenas de los cielos. Si usted, estimado lector, estuviese de pie en mitad del campo, bajo el cielo, podrá vivir mientras tenga energía en su interior, porque toda ella radia hacia un cosmos insaciable del orden de su cuerpo. Ninguna «eficacia, virtud o fuerza» tienen sus aspiraciones ante la realidad.
El sello del «Santo Espíritu de la promesa» es la contraparte, el compromiso de conseguir una excepción para sus hijos. Esa excepción, que es el reino de los cielos con sus pactos y sus leyes, ha labrado una casa de orden y gloria. Es amigable con nosotros apartando «a las tinieblas de afuera» y al desorden (DyC 133:73)
Las leyes que Él ha conseguido, son tan poderosas que acompañan a la gravedad del cosmos y la equiparan en alcance. Hay una relación íntima entre lo increado y nuestro Padre, de tal manera que
«…se comprenden el uno al otro, y ambos son edificados y se regocijan juntamente.» (DyC 50:22)
Por eso su poder es su honra.
«Dame tu honra, la cual es mi poder» (DyC 29:36)
Hubo un aspirante que no supo ponderar su ambición.
Contenidos
Huéspedes impuestos
Nosotros somos huéspedes impuestos en el Cosmos y nuestro acomodo en el seno de las estrellas, ha requerido un plan, un acuerdo y un sacrificio infinito para templar esas cuerdas increadas que lo atraviesan todo. Por eso, si vemos la belleza en el universo, es porque la construimos en nuestro interior, porque somos poetas en un mar de átomos. Si encontramos orden es porque nuestra alma ya lo portaba desde su casa «una casa de orden y no de confusión» (DyC 132:8)
Pero en cuanto a nosotros, ténganlo por seguro, aunque deseemos intensamente vivir o crear algo, la entropía conspira para nuestra destrucción constantemente. Sin embargo el reino de los cielos gana en gloria y orden en la misma proporción que las tinieblas de fuera vencen en todo lo visible. Si estamos aquí ahora, no ha sido por su natural hospitalidad sino por la misericordia del Padre al obrar…
«por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero» (121:41)
…ante las arenas del cielo. De tal forma que Jehová sacó agua de la peña en el desierto cósmico para un pueblo sediento de un cuerpo físico. Él con la expiación, conmovió a lo completamente impersonal. Pero tomar los cuerpos de sus átomos es asumir la realidad de la destrucción que todas sus estructuras tienen. Sin embargo
«él glorifica al Padre y salva todas las obras de sus manos…» (DyC 76:43)
Entre las enmarañadas órbitas de las estrellas, en medio de la radiación mortal del cosmos, en medio del vacío de tinieblas, el Padre negocio y compró su viña. Y su luz asombró a todos en esa noche cerrada y atrajo a su reino a las fuerzas indómitas y eternas, aquellas que… [no fueron creadas ni hechas, ni tampoco lo pueden ser.] (DyC 93:29) y lo consiguió…
«por bondad y por conocimiento puro, lo cual [engrandeció] en gran manera [su] alma sin hipocresía y sin malicia» (42)
…por tanto asombró a aquellos toros de Basán, los que fueron a Getsemaní a cobrar la deuda, aquellos que cercaron al Salvador
«Me han rodeado muchos toros; fuertes toros de Basán me han cercado.
Abrieron sobre mí su boca, como león rapaz y rugiente.» (Sal. 22:12)
El conocimiento invisible
En cuanto al conocimiento de Dios, el principio es el mismo. Sin la intervención divina [ninguna cosa buena puede llegar a nosotros] (Moroni 7:24) viviendo en una viña sin cultivo. Gracias al brillo de la luz de Cristo, somos alumbrados, así que las palomas se orientan en el cielo sin necesidad de conocer los campos magnéticos. También para ellas brilla y esto es por su misericordia no porque deba ser así.
Sin embargo, Él nos desvela sus misterios en la aparente sencillez de las escrituras. Él susurra sus misterios con los hilos de la sencilla vestimenta de su evangelio.
«Y la luz que brilla, que os alumbra, viene por medio de aquel que ilumina vuestros ojos, y es la misma luz que vivifica vuestro entendimiento» (DyC 88:11)
Por eso el escoge la vestimenta de los lirios y no la del mundo. Por eso, cuando meditamos en las escrituras nos vestimos de su gloria y necesitamos arder en alguna medida. Y es esa lumbre, la que crepita al meditar estos días en lo que voy a exponer a continuación.
Todo lo expuesto hasta ahora es consecuencia de la cosmología que destila el panal del evangelio restaurado.
La cosmología de Abraham y Moisés
Antes de fundar la casa de Israel, el Señor muestra a Abraham un conocimiento del Universo, como telón de fondo para una mente celestial. En nuestra dispensación pasó lo mismo cuando recibimos la sección 76, 88, 93, 132 (*) también La Perla de Gran Precio y otras escrituras.
«Y yo, Abraham, tenía el Urim y Tumim, que el Señor mi Dios me había dado en Ur de los caldeos;
y vi las estrellas, y que eran muy grandes, y que una de ellas se hallaba más próxima al trono de Dios; y había muchas de las grandes que estaban cerca» (Abraham 3:1-2)
El Señor en Abraham 3 muestra un modelo cosmológico que no pertenece al siglo XIX del profeta José Smith, sino al entorno de la cultura Egipcia de Abraham 1800 años A.C.
«Y el Señor me dijo: Abraham, te enseño estas cosas antes que entres en Egipto, para que declares todas estas palabras.» (15)
Me maravilla este detalle porque José Smith conocía perfectamente el modelo heliocéntrico, y sin embargo no lo traslada al libro de Abraham para hacerlo verosímil, sino que respeta la cosmogonía recibida.
Muchos se han afanado en buscar en el libro de Abraham un sentido astronómico que coincida con nuestro conocimiento actual. Encuentran parecidos en cómputos, planetas y estrellas, pero yo nunca le he encontrado sentido a esta tarea por dos motivos.
Primero, Abraham miró a través de un Urim y Tumin no de un telescopio. El Universo que el percibió no es óptico sino espiritual y con eso no digo inmaterial.

La segunda razón es que el cosmos que se transmite en Abraham 3 es jerárquico no astronómico. El Señor transmite que Él es el centro de todo y alrededor de él o Kolob giran todos los demás. Por lo tanto la cosmogonía recibida por Israel no trata de observaciones astronómicas sino que es valorativa. Fija a Dios como centro de gravedad del alma y la tierra como una de sus creaciones.
En este sentido la cosmogonía del evangelio busca más la situación del hombre en el Cosmos que la descripción y organización de sus componentes.
«…habrían de continuar fuera del mundo; tanto en el mundo como fuera del mundo, continuarían tan innumerables como las estrellas» (DyC 132:30)
Sin embargo es maravilloso que el Señor relacione la posteridad dentro del convenio de Abraham, que son los del templo, con las estrellas. Sabemos que no solo es una comparación, es más literal de lo que pensamos. La sutilidad del señor en sus parábolas, esconde realidades que descubrimos ahora.
La visión de Moisés
Sin embargo, la visión de Moisés no fue a través de un Urim y Tumin. No es tan abstracta como la de Abraham y tiene una jerarquía visual no de conceptos.
«Y vio muchas regiones; y cada una se llamaba tierra, y había habitantes sobre la faz de ellas.» (Moisés 1:29)
«Pero solamente te doy un relato de esta tierra y sus habitantes. Porque he aquí, hay muchos mundos…» (35)
Al ser más concreta, compagina con las ideas de Giordano Bruno en 1548, lo veremos en el siguiente artículo. Aun cuando el profeta vivió en el siglo XIX la idea de muchos mundos no circulaba en el ambiente religioso de su época.
Lamentablemente el conocimiento que recibió Moisés no se añadió con detalle al pentateuco, de haberse hecho habríamos avanzado enormemente en muchos aspectos. Sin embargo el rechazo de Israel en Sinaí se llevó el sacerdocio de Melquisedec y los conocimientos asociados de una cosmología mayor. Pero no solo se perdieron para Israel sino para toda la humanidad.
La cosmología de Abraham y Moisés no pretenden proveernos de un conocimiento que describa el Universo, sino situar a Dios y a sus hijos en relación a sus creaciones. Podríamos decir que se centra más en cómo navegar que en cómo está construida la nave.
El Señor de la viña y el Cosmos en el pueblo nefita
Cuando Nefi recibió el mandato de obtener las planchas de bronce, animaba a sus hermanos diciéndoles «el Señor… puede librarnos como a nuestros padres, y destruir a Labán como a los egipcios.» (1 Nefi 4:3)…no imaginaba Nefi que iba a ser él quien se ocupase de esa liberación. Nefi accede después de resistirse a matar a Labán cuando comprende que
«Es mejor que muera un hombre a dejar que una nación degenere y perezca en la incredulidad.» (1 Nefi 4:13)
El Señor proveyó a Lehi y su familia de las planchas de bronce. Tenía el propósito de que no cayeran en la incredulidad y que prosperaran sobre la tierra. Lo primero que menciona Lehi es lo siguiente
«Y vio que contenían los cinco libros de Moisés, los cuales relataban la historia de la creación del mundo…» (1Nefi 5:11)
Alrededor de este grano de conocimiento, comienza la acumulación de capas hasta que encontramos el modelo heliocéntrico de Copérnico en su posteridad
» … y al hombre le parece que el sol se ha quedado estacionario; sí, y he aquí, así es, porque ciertamente la tierra es la que se mueve y no el sol.» (Helamán 12:15)
Esta sencilla declaración, como de pasada, contiene la esencia de la naturaleza del sistema solar. Si la Tierra se mueve y no el Sol quiere decir que el Sol es estático y la tierra se mueve en su órbita. ¿Por qué esto es importante?
El efecto creciente de las planchas de bronce

Entre otras cosas, esa cosmología ayuda a conseguir, con el tiempo, una sociedad superior, un embrión de democracia que se eleva en lo económico y jurídico. Y en esa sinergia llega a conclusiones copernicanas. Esa sociedad es la conseguida por Mosíah I, Benjamín y Mosíah II.
En el gobierno de los jueces, durante ese periodo avanzado que observamos, hay una escena que muestra este avance.
«…y todas las cosas indican que hay un Dios, sí, aun la tierra y todo cuanto hay sobre ella, sí, y su movimiento, sí, y también todos los planetas que se mueven en su orden regular testifican que hay un Creador Supremo.» (Alma 30:44)
Ante Korihor, Alma emplea un argumento astronómico avanzado en un debate cultural y religioso. Esto es posible cuando ese modelo cosmológico, ha sido absorbido en la población o al menos en una de sus capas. Entonces sale del entorno científico para asumirse como un valor de vida, de aplicación a nuestra vida personal.
La cosmología nefita, en esa sociedad incipiente, les hace reflexionar en lo que no se percibe a primera vista, esto es, que la tierra es la que se mueve. Una clase de fe razonada que les hace desarrollar la capacidad de concebir ideas nuevas que no se ven a simple vista.
Esa capacidad de abstraerse de lo evidente, para concebir algo tan extraño como es que la tierra es la que gira y que el sol viajero en el cielo está inmóvil, es un ejercicio intelectual asombroso y semilla de otros desarrollos futuros.
Si soy capaz de averiguar que es la Tierra la que se mueve y no el Sol, puedo concebir que el poder real puede escindirse en tres poderes independientes, aunque a simple vista no sea evidente. Con lo cual entramos en el terreno de la política, de la abstracción, de un gobierno de los jueces, nacido en la mente y no en la naturaleza obligada de las cosas. El poder absoluto es consecuencia de la visión del hombre natural aunque se refine.
Realizamos así una fisión del poder así como ahora lo hacemos del átomo al que creíamos partícula elemental.
Todo esto nace silenciosamente del desarrollo de la cosmología de Moisés y que sabiamente el Señor rescató de las manos de Labán.
Un cielo de libre lectura
Quiero insistir, en esta idea para no perdernos. El Señor comienza sus dispensaciones mostrando un modelo cosmológico de acorde a la cultura y evolución de su pueblo. Su intención es sembrar una semilla de conocimiento que va a crecer en nosotros hacia direcciones insospechadas, preparándonos para recibir más, para adquirir una mente conforme a Él mismo.
El primer lienzo de esa comprensión, antes que las paredes, los pergaminos o los libros es el cielo. El Señor nos dio un planeta con una atmósfera que nos permite leer el cielo libremente sin censura de nadie. El cielo sobre nuestras cabezas es un texto de luz, de libre lectura.
«Y le llevó fuera y le dijo: Mira ahora los cielos y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia.» (Gen. 15:5)
Tanto en las escrituras, las modernas revelaciones sobre todo y más aún en los Templos de Jesucristo, el conocimiento de los cielos y la creación son necesarios para despertar en su pueblo la debida alineación con su presencia.
Ahora todo se acelera entre la restauración y este conocimiento. Como dos naves al acoplarse en el espacio, necesitan igualar las presiones de cabina. Algo semejante a la segunda venida, estar preparados para ella implica comprender ese mundo al que vamos a acoplarnos.
Sin esa cosmología de Moisés, los nefitas no habrían llegado a la fundación de una democracia incipiente ni a la concepción de un mundo heliocéntrico.
En el próximo artículo, La restauración del evangelio y la cosmología moderna, veremos las ideas cosmológicas a partir de Ptolomeo y cómo las modernas escrituras componen el eslabón entre el Universo tal como lo comprendemos hoy y el ser humano actual.
Como santos de los últimos días debemos integrar en nuestra vida y vocabulario las nuevas escrituras y sus conclusiones, así como Alma las tenía y manejaba ante Korihor.
Gracias a ti Yony, los comentarios de apoyo es un aliento y los contarios un acicate en la mejora
Me encanta como ves el Evangelio es muy claro ahora para mí gracias DAVID